sábado, 21 de noviembre de 2015

Hasta que parezca lo que es.

Podría, y qué lindo momento, largar ese rollo de "comenzar una nueva aventura" y demás, acerca de mi decisión de finalmente crear (fanfarrias) un blog. Pero nah, ese no es el motivo, y de hecho dudo mucho que realmente haya alguno. La cuestión es que existe una necesidad de doblar dieciseis veces, como un cuadrito de papel cuando te da un ataque de obsesión compulsiva. O... de compulsión obsesiva, como sea. ¿Qué, a ustedes no? Me lo imaginaba. Porque el lector no estará para saberlo, ni yo para contarlo pero a fin de cuentas aquí estamos, que en algún momento de mi adolescencia hice contacto con una máquina de escribir y se creó una especie de cortocircuito que no ha sido arreglado satisfactoriamente, y esto último en más de un sentido. También tendré a bien informar que la perspectiva de hacer un blog era como ponerse un pingüino en el antebrazo y ordenarle traer la liebre. Absurdo es poco, si lo mío, lo mío, es el cuento corto.
Pero también es cierto que ese lamentable desaguisado comenzó fundamentalmente con piezas como ésta, o "esto". Pequeñas notas donde volcaba, encantador inadaptado de trece años, esas cosas que harían a tus amigos por lo menos arquear una ceja si no decirte abiertamente "eres un mocoso muy raro". Cosas que piensas a media tarde, cuando el mundo parece bajar de errepeemes y la música suena en la grabadora Sanyo. Detalles, amores, dolores y extrañezas que los adolescentes suelen convertir en tormentas perfectas en diminutos vasos de agua. Esas cosas de las que te ríes una vez que aceptas que la vida es como el mar, y a veces te baña y otras te ahoga. Y miren nada más, heme aquí haciendo. Exactamente. Lo mismo.
Sin embargo la cosa no es tan seria. Abierta confesión: nunca lo es, nunca lo ha sido. Y por lo tanto declaro a partir de hoy este espacio como depositario de esas inquietudes, y las que surgieron después de varias historias a dos columnas, de escribir extraños delirios subjetivos y rebeldes a toda regla que algunos quieren confundir como poemas, un modestísimo primer lugar en un concurso universitario y varios intentos (decir "innumerables", o "variados" sería inútil) de colarme en una fiesta a la que pensé me habían invitado y en realidad solo se me ha mencionado de paso. Hasta que, quiera el karma, yo me harte y decida entrar a saco, con escalamiento y daños a terceros. Faltaba más.
Así que bueno. Aquí estamos, armados con un teclado tartamudo, años de bloqueo de escritor y un sentido del humor moderadamente desquiciado; morbo, miedos por carretadas, todo el condenado circo.
Quizá soy solo yo, y no me extrañaría, pero promete ser un viaje movidito. O aburrido hasta prender el radio. El chiste es pegarle pelitos al Licántropo, hasta que parezca lo que es. :) Chin, chin, el que se raje.

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