viernes, 22 de enero de 2016


(Días Innumerables).
 
I
 
Bienvenido sea el ciclo,
maldito sea yo.
 
Cómo voy a negar que extrañaba
este aire lleno de tu ausencia,
esta robusta esperanza
en cosas que ya no existen,
nuestro romance de cómic.
 
Excepto que ahora sí veo
-dolly out, zoom out-
la distancia real,
todas las veinte millas.
 
¿Y qué más hay en existencia
que fumarme la resignación
y olvidar el verbo coraza
cada vez que te haces carne?
 
II
 
Voy a guardar el calor entre las hojas de un libro,
y a desear que sientas frío donde estás.

 
Abreviaré los sorbos de tiempo que pueda tomar,
para después beberlo contigo sin prisa.

 
Voy a ignorar tu silencio y a untarlo con paciencia
en honor de tu felino ronroneo.

 
Ignoraré el dolor de mis brazos y el ardor de mis manos,
y la indeleble memoria de tu boca… 
 
Voy a tatuar tu nombre en mi paladar y saborearlo,
y así convertir mis murmullos en verdades.
 
Y aunque se que volverás otra vez otra,
sabes que tengo listos los disfraces.
 
Pero no voy a ensuciar mis rodillas,
no voy a juntar mis manos sin ti entre ellas…
 
Si no vuelves, no vuelvas;
ni vuelvas a volver.
 
III
 
Pongo los dedos de mi obstinación
sobre los labios y los recuerdos;
que tu lengua de vainilla contenga
lo que ya se de nuestros días.
 
IV
(Sinoepíteto)
 
Odio tu ausencia con
10,000 kilowatts de puro cinismo.
Odio el fuego de magnesio,
la ventana vacía, tu fuga de hada.
Odio mis brazos tan cortos
ymi hombría tardía diluída en razones.
Odio cada piel que no es la tuya,
te quiero a ti,
te deseo
a
ti.
Chingao.
 
V
 
Mientras la herida se abre
me pregunto –sin renuencia-
dónde fue el oxígeno
y dónde el aire.
 
Qué pasó con la luz
de tu voz suspensión:
vacío en mis oídos,
campanas tubulares para la retina.
 
¿Dove are vous, liebchen?
¿En qué cama recuperas el aliento,
o qué café bebe de tu azúcar?
Yo aquí, jugando a Edipo El Esfinge…

 
Y me pregunto sin renuencia
cuánto pides por mi silencio,
qué tanto codicias mi inerte piel,
cómo extrañas lo que no te prometí.
 
En mi centro concentras
lo que el aire usurpó tras de ti,
tiempo el virus del alma,
y ahora soy portador y vector.
 
En tanto, pues, la carne se abre
déjame paganizarte
Señora de La Verdad,
Santa Katyushka del Segundo Perdido.
 
En los minutos lánguidos,
en este mar de tu ausencia,
aun renuentemente
me pregunto si me amas.

viernes, 1 de enero de 2016

La Verdad entre Los Días, parte 3. Donde el Lobito descubre por fin que aulla en vano, y olvida numerar los dias.


Aquí tenemos entonces la tercera y última parte de La Verdad entre Los Días, la próxima entrada será una especie de apéndice con los Días Innumerables, breves ocurrencias que forman parte de esta piececita pero... carecen de fecha.
 
 
Al Otro Lado Del Segundo Perdido.

 
 
Llueve en tu sueño y mi vigilia,
y el diluvio se une a tu humedad
y yo ansío frescura en las manos.
El viento te lleva mi sorda rabia
y cada violento latido que lato impasible,
el lento compás de mis labios en tu lunar.
Cada trueno y relámpago explican
el miedo a un tiempo que no tenemos,
el vacío de un futuro en tu cuerpo,
el invisible llanto hemático por ti.
La luna es un satélite verdadero,
tuyo y mío y sirve
para no morirme del veneno de tus ojos,
para no deshidratarme
bebiendo tu ausencia de siempre.
Me faltas (ay, y cómo):
Estoy trozado,
soy un rompecabezas eterno y tu eres abismo
y no tengo manos, boca, vientre
ni tu alma llenando el espeso hoyo negro
que se llevó tu luz de mis ojos.
Quiero doblar el universo y encontrarte
al otro lado del segundo perdido,
comenzarnos de nuevo
a partir de tu boca,
nadar en el delta que olvidé;
darte la piel, las entrañas,
tomarte del corazón y guardarte
en el cofre de mis celos.
Me faltas (por Dios, cómo)
aun bajo la misma luna.
                                      280809.
Condo Machine.
(maquinatuyamianuestra)
 
Siento detenerse nuestro engrane,
esta lluvia de aguatiempo
colándose entre las pieles,
volviéndonos sonrosados peces.
Ayer cerraste la ventana,
y con la luz ausente
tu máquina la mía nuestra
aprendió el silencio de nuevo.
lucho por llenarlo con estos insectos.
Letras como las cuentas de un rosario
nadando en la fé de un solo hombre;
fé única, fé aislada, fé improbable
de un verde más bien pálido.
Fé a fin de cuentas, un repecho
a mitad de la caída,
un sistema de imposibilidades
condensadas en tu cuerpo “al dente”.
En ratos de nicotina duermo,
y en el sueño me repliego;
mirando azorado y con los pies helados
la insensatez de querer quererte.
Veinte millas, quince años,
mi inútil Vietnam contra la Vida
y una niña que sangra su miedo,
llame ya y obtenga dos ojos, laberintos.
Luego miro el desierto de mis brazos,
y reconstruyo la sal de tu saliva.
Vidente me veo, único y propio presagio,
a menos que cuente la plata en tu sien.
Y porque me sabes paciente
mantengo este aceite fluyendo,
mis ojos de camaleón turnándose
la máquina y la ventana.
No tardes mucho en abrirla.
Tienes hasta mi muerte.
                                      0909