Cuando escribi "road trip" no supe que tan profetico estaba siendo. Porque la idea es que tanto real como metaforicamente, lo que importa, lo que muta las cosas de "antes" a "despues" es el camino y no, supuestamente, el destino. Pero ¿cuantas veces nos damos cuenta que el pretendido fin -o mitad, porque el regreso deberia contar tambien-, es igualmente parte del viaje? Porque aqui -alla-, en la Tierra de los Desesperadamente Felices, pasaron tantas cosas, tan buenas como tan malas...
Hubo castillos derrumbados, hubo corazones rotos, pieles, enojos, placeres. Pero aun mas importante, la decepcion dio un golpe mas, y en todo caso movio -¿subio, bajo... quien podria saberlo?- a un hombre maltrecho e incompleto un peldaño mas en su egoismo, por necesidad, por pura supervivencia. Algo de ese hombre dañado murio un poco ayer. Pero disculpen, es de mala educacion hablar de uno mismo en tercera persona. Y si a alguien acaso le importa, igualmente no hay nada que hacer.
Es natural esto, sin embargo y segun mi experiencia, en estas ciudades que me encanta visitar pero donde no podria vivir. Tienen una manera de extraer o conjurar lo mejor y lo peor de ti, y casi seguramente lo haran, si vas con la actitud adecuada. Que no es necesariamente la mejor.
La mañana de resaca trae aun un poco de paz. Salsa, sol, ron, agua. Quince minutos o media hora de paz en serio, de un ambiguo bienestar. Las memorias de anoche, eventos ajenos sin conciencia ni remordimiento. Sin culpa alguna, incluso cuando paso a ser protagonista. Una enfermera hermosa en su imperfeccion pone un parche donde suele doler, donde acaso comience a sanar. Y si, sin culpa, pero al final de esa noche los ojos se cierran y un sollozo mediocre queda trabado, las sensaciones permanecen un segundo, un milenio mas, y duelen. Duelen deliciosas.
Pero hoy todo eso ya es memoria, documentos mentales que regresaran ya haya voluntad de ello o no, sea necesario o no. El dia pasa hirviendo al sol, la noche comienza a oler -por fin!- a rocanrol y las mujeres van cobrando formas mas y mas sensoriales, y mas misteriosas -¿si cabe?-. En la madrugada salvaje y grosera la piel vuelve a ser estrella, y mi presencia opaca aun mas la de los animales que abrevan donde bellas gacelas pastan. Esta vez ninguna se aproxima, porque no estoy ahi para eso, ni nada mas en realidad. Leo devasta a cada minima prenda que se quita y su belleza casi imposible una flor entre todo ese lodo; Ginger se vuelve la Caperucita Negra y el Lobo aulla lastimero al dejarla atras, comprobando efectivamente que los dulces sueños estan hechos de esto, quien soy yo para disentir... No lo parece, pero es hora de comenzar a volver, y llevar al mundo real el virus que he contraido. Con el ultimo par de bofetadas que me propina el whiskey me doy cuenta que la melancolia de ayer no era mas que el luto disimulado por las partes de mi que vinieron -fueron- a morir en este Wonderland carnal, alcoholico, histerico. Para eso, parece afirmarse, es el pecado.
El sol vuelve para quemar las evidencias y el viaje comienza a acabar. Se llora lo que fue y lo que no, y tambien lo que pudo ser. Se hacen promesas, se ofrecen conclusiones, empieza la curacion. Quiza un dia este completo y me sienta tan vivo. Quiza algun dia lo soñado coincida con lo necesario. Quiza -solamente quiza- de todos los tugurios en el mundo ella entre en el mio. Hasta entonces negare la redencion.
Odalisca.
Que suave es tu piel bajo mi mano aspera y que solida la indiferencia tras tus ojos. Que mullida tu cintura, y Santa Madre de las Hetairas, tu olor. Tu olor, frutal y carnal al mismo tiempo, asi es como deben oler las droseras. Y el contacto de tu turgencia, la presion de tu consistencia, de tu densidad magnificamente sensual. A ratos mi cerebro se quema con visiones de triangulos fosforescentes, de redondeces que se antojan lovecraftianas; desciendes sobre mi y me pones en el Tartaro. De repente tu mano presiona, acaricia, pellizca con suave firmeza, y yo enloquezco discretamente. Una hora despues seras agridulce, bendecida y abstracta a la vez. Recuerdos sensoriales sin un nombre. Y la sed, Santa Madre de las Huries, la sed...