viernes, 24 de agosto de 2018

Con Nombre Viperino. Y una llama de fénix miniatura.

Con Nombre Viperino.

    Es un solo segundo. Un instante que crea universos, que bifurca las corrientes del tiempo en infinita trama. En un segundo optas por todo o por nada, y todo sigue o para.

    Quizá sólo es el ardor en la garganta, o el cansancio del día uniéndose al de las semanas y expandiéndose hacia atrás en cada cuadro del calendario.

    También puede ser el tacto frío de los barrotes en tus manos, en una cárcel con nombre bonito. O el viejo vacío en el centro, que usualmente solo te resta peso; pero a veces es el sacrificio a una diosa demente. Ese vacío que a veces clama por la piedad de una piel, de un cuerpo entre los brazos y una voz que te diga para qué o quién respiras.

    Tal vez es asimismo el mirar el horizonte y ver las promesas hechas a ti mismo disolviéndose en la luz; siendo, cada vez más, los fantasmas de lo que creíste poder ser.

    Como sea, puede o no suceder que aparezca una sombra en la comisura de tus ojos; que en tu garganta infectada se aglutine un pensamiento furtivo. Casi puedes ver el futuro, con ansia y aprensión mezcladas.

    Puede ser precisamente como una infección: empieza con la mínima lesión, un corte de papel en el ánimo. El virus con nombre viperino entra y quiere crecer. Sube a tu cansancio. Mira desde ahí, lascivo y ambicioso a ese paréntesis de ti, que es la suma de las noches en silencio. Sabe que a veces, los hilos de los que pendes son frágiles y están tensos. El virus se lame los labios, y tú te vas a la cama sin desear pensar en nunca dejar de descansar. Pero deseándolo secretamente.

    Momentos antes del amanecer, ya estás en la ducha; después te vistes. Quizá tomas un café. Sales. Conduces. Trabajas. Tus nervios se tensan a cada vuelta del potro cotidiano; autos atronando con saña, una voz infantil preguntando lo mismo una y otra vez, en inocente impiedad; todo se acumula. Los dolores nuevos en tu cuerpo en decadencia glaciar. Las brechas entre ti y aquellos que viven contigo. La sequía de próximas historias y el apremio de que ese sea el vehículo que transporte tu fuga. La insensatez de no ser.

    Sigues así, continúas; el segundo en que no paraste, ya olvidado. Día tras día ignorando el misterio de tu supervivencia, de tu tozudez, de tu llama de fénix miniatura. Continúas, sin saber por qué, para qué. Hasta que puedes robar momentos para ti. Burbujas cronológicas para cantar, para reírte de lo más tonto; para hurtar palabras a la locura; para soñar despierto con ojos, con cuerpos y voces, y esa ternura que no te quiere.

    Acaso sea eso de lo que está hecho ESE segundo. El único y particular en el que decides que vives, y no mueres.




Photo by Denny Müller on Unsplash

viernes, 17 de agosto de 2018

Ahí, en la Luz. Por siempre y para siempre.

"I knew you were waiting.
I knew you were waiting for me..."
Aretha, con George.

Ahí, en la Luz.

    Mira a la audiencia, sintiéndose aun perpleja en la Luz. Y aun así lo sabe, tan bien como antes, que han venido a verla a ella. Se da cuenta de cuánto realmente quiso venir y cómo sin saberlo había entrevisto este lugar, cada vez que pisaba un escenario.

    Ahí, tras bambalinas, alcanza a reconocer a algunos; ora entre la audiencia, ora entre los músicos que afinan -aunque sabe que es sólo por el placer de hacerlo-, ora en el Coro, ese fabuloso Coro.

    ¿Cuántas voces? ¿Cuántas hermosas voces atronarán y cantarán esa noche? ¿Ese día, y todos los demás por venir?

    Siente la emoción crecer; como cada vez, pero aun más intensamente; como nunca imaginó. El escenario es inmenso, las luces tan brillantes claro, pero mucho más cálidas que nunca. ¡Cómo desea sentirse envuelta en ese halo! Se cohíbe. ¿Es soberbia lo que siente, o sólo el placer y el gozo de siempre? Nunca contó las veces que subir ahí salvó su vida o su alma; las veces que creyó no poder hacerlo y sin embargo bebió el calor de las palmas gustosamente, la emoción de las lágrimas, la fugaz pero demoledora alegría de un rostro sonriente o una voz perdida en la oscuridad, aun así uniéndose a la suya...

    Esta vez sin embargo, no hay una voz resonando en lo oscuro, nombrándola para desatar la bienvenida como un río desbordado. Sólo sale a la Luz, y la música empieza. El aplauso más grande jamás soñado la baña y una alegría como jamás soñó sentir la llena y su voz quiere emerger, y ve a aquella muchachita de Texas sonreír con lágrimas de plata en sus mejillas. Dos hombres jóvenes tañen sus Stratocasters: uno, el zurdo, sonríe tímido; del otro reconoce su sombrero con la pluma y las iniciales en la guitarra. Al fin tocan juntos. En el Coro... Ay, en el Coro está el muchachito Inglés que cantó una vez con ella; aquel otro con los dientes tan grandes, el bigote fino y el pelo engominado; aquel vestido en su eterno púrpura...

    Y entre el público está Riley, y la niñita de Texas, y Ray con sus ojos nuevos que ven el alma, ¡y el Chairman of the Board mismo! ¡Y Elvis, bonito como nunca con su pelo magnífico y su sonrisa torcida!

    Y todos se ven tan jóvenes, como en sus mejores tiempos, como cuando sus voces eran nuevas y hermosas, y embrujaban al Mundo entero; y de repente sabe cómo la ven a ella, y qué esperan de ella.

    Reconoce la música por supuesto, y al hombre que la escribió, que ahora ríe y bate palmas y mueve su boca animándola, pidiendo escucharla una vez más.

    Y ahí, en la Luz, en el enorme escenario, una vez más es ella. Y su voz brota como agua pura, como viento elemental; la voz que muchas alguna vez desearon tener y tan pocas lograron emular. Y cantó:

    "What you want... you know I got. What you need... do you know I got it... All I´m askin'... is FOR a little respect when you come home... hey, baby...".

    Y rió mientras cantaba...




Aretha Franklin.
Queen of Soul.
1942 - 2018

viernes, 10 de agosto de 2018

Ido A Morir. El Cielo y el Agua.

Ido A Morir.

    El mar es una sábana bajo la cual duerme el mundo. Y es un ritmo imperecedero, todopoderoso en su sincopado rumor. Sin dejar de usar mis ropajes de pretensión humana, me arrodillo ante él; humillado, ínfimo, contemplo su virtual eternidad y me siento apropiada molécula de vida.

    Seis, siete barcos hacen las veces de nueces microscópicas en el pequeño charco cósmico; una noche lluviosa los difumina con su aliento de niebla. Este balcón es un buen lugar para hacer lo que, de súbito, sé que he venido a hacer. Es un buen rincón en el mundo para morir, otra vez. Y eso es lo que hago.

    Caen de mí las capas de vida inservible. El vapor de quien soy se desvanece en el sudor, el aire lo inhala y toma de él lo que vine a darle, a su vez otorgándome otro olor sutil, que ningún ojo podrá percibir. Así como el aroma a bosque de otras muertes anteriores, hoy estoy pleno de humedad y sal, de bruma temprana y sol desvergonzado; de arena tamizada en el tiempo y la marea; de la vida invisible bajo el manto interminable de agua primigenia. Mis canas son ahora espuma, y mi sudor, agua salada.

    Ayer mis pupilas se abrían tratando en vano de mirar en la negrura del cielo y el agua unidos. Hoy nuevamente despierto al ruido y el olor de siempre y de la tierra que me engendró; al asfalto y el humo y el rumor estúpido, bovino y entrañable de la ciudad. Vivo, como siempre, aislado de todo y todos y a veces de mí mismo. Un pez en un mar de gris y verde coral. Pero más ligero que antes.

    Pues he ido a morir frente al océano, y a ofrecerle el tributo de mi vida, antes que mis manos dejen de tocarla. Hube de morir nuevamente, como quizá lo haga más tarde en un bosque o un río lejanos, para poder hacer más vida en este laberinto de ladrillo y vidrio y acero recalentado que es el hogar que amo.




Photo by Patrick Fore on Unsplash