Tori.
Budapest.
¿Eres tú, hermoso delirio, la razón de que Budapest sea incantable? ¿Es el pelo rojo y los ojos verdes; es la boca que sueña y hace soñar? ¿O es tu canción, el ácido dulce, el amor como un bosque de invierno para perderse y morirse en él? Dime por favor que sí...
Dime cantando y tañendo cuerdas que he cambiado y que sé lo qué hacer. Canta que mis manos y mis ojos están en el lugar correcto; que la sangre circula de nuevo hasta el fin de los días. Canta que esta vez veo y oigo, y que la piel puede volver a confundir frío y calor.
Canta diciendo que ahora será diferente, que puedo empezar a estar vivo de nuevo. Haz que el espacio vacío torne a la voz, a la imagen y el ícono que jamás se desvanecerá, de manera que lo adore día y noche en la capilla de los días.
Canta Victoria, Myra de los ojos claros; porque necesito mil canciones más para decir palabras, para armar el rompecabezas que me derrota siempre. Y enséñame cómo juntar las nubes con las piedras y los conejos, cómo pintar ciudades grises de azules sombras. Bésame otra vez y otra; hasta que mi lengua comprenda los sabores y articule sin miedo las dos palabras prohibidas; y el nombre que me droga al pensarlo y combinarlo con los ojos, con la sonrisa, con la posible suavidad de la piel deseada.
Y si nunca vuelvo a Budapest, que sea porque el amor me ha abducido. Todo estará bien mientras oiga tu voz.
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