viernes, 29 de marzo de 2019

Mirarte, Mirándome. Como si fueras luz.

Mirarte, Mirándome.

    Apenas puedo esquivar el golpe de tu mirada. La historia que cuenta, en un tiempo sólo tuyo que es parte del misterio de ti. Lloraría por ti si pudiera, tomaría tu dolor si fuera para evitártelo; aun si ello hubiera supuesto no besarte jamás, o significara que el mundo no hubiera girado en sentido contrario por ti, para mí.

    Crece en mi pecho una bola de algodón; mirando tu mirada, ansiando acariciar la seda y la nieve de tu rostro. Extrañándote como si fueras oxígeno y yo me ahogara. Refugiándome en la memoria, toda ella; negándome al mundo que ha vuelto a cambiar lentamente. Sintiendo mis pupilas dilatarse al pensar en ti.

    Río culpable sin embargo, sabiendo que al mirarte mirando es tu pasado el que veo, el miedo de ayer; un paréntesis de dolor en tu vida que jamás podré sujetar entre mis manos.

    Porque en seguida pienso, y sé; el regalo que sería mirarte mirándome así cada mañana. Y pienso, y sé; que quiero dar todo respiro y todo latido, todas las horas y días y noches, y lo demás que pueda poseer, por una sola de esas mañanas.

    Algo se rompe dentro.

    Y te extraño como si fueras agua, como si fueras luz.

    Me duelen los dedos de querer tocarte. Me duele también el sueño vacío; cómo eres el último pensamiento antes de él.

    No puedo hacer más que mirarte, mirándome. A pesar de saber que no estuve ahí.

    Tal como ahora.






viernes, 22 de marzo de 2019

Viene la Lluvia. Necesito llenar la bolsa.

Viene la Lluvia.

    Ayer me senté a pensar y miré un mapa de mis días. Y lo que vi fue un saco lleno a la mitad; empecé a contar todo lo que no estaba ahí. Lo que sí, ya lo conozco y lo agradezco en mi azorada pequeñez.

    Pero en el vacío había demasiados años de mansa dignidad.

    Mucha culpa de haber sido llamado a pisar la Tierra sin permiso de Dios.

    Tanta ausencia de la mano fuerte, de la voz grave, de la barba que hace cosquillas al besar.

    Tantos monstruos y miedos que aun murmuran donde las lámparas no están. Aun cuando ahora bebamos juntos.

    Demasiadas cosas fuera de mis manos ansiosas y lejos de mi tiempo, mis meses y segundos.

    Ecos y sueños y fantasmas de risas que nunca fueron para mí; besos que jamás llegaron; gemidos y susurros que para siempre me fueron negados.

    Los años o lustros o décadas que extrañaré el amor más grande, la miel de sus ojos pequeños que aun brillan en la humedad de los míos.

    Y aun más, y aun menos:

    Todos los nombres amargos con que llamé al espejo.

    La lástima en los otros ojos; incluso el desprecio inconsciente, mal fingido.

    El veneno que bebo y trago cuando me sonrío.

    El tiempo egoísta que no puede ser.

    El adiós silencioso de quien quise amar.

    Media bolsa de vida llena de nada, urgiendo al puño y al gruñido inminentes.

    Porque viene la lluvia y con ella el diluvio; y tengo que luchar a muerte con el viento. Necesito llenar la bolsa con piedras del camino; con ácido de mi saliva; con lava hirviendo de mis ojos.

    La voy a llenar con ladridos y mordidas, y abrazos posesivos de celo y codicia; regresando la lástima y lamentando la estupidez; reemplazando las ausencias con mis posesiones y fetiches y obsesiones. Diciendo "tú" y "nosotros", cada vez diciendo Yo. 

    Y nadie más está invitado, si no quiere venir.





Photo by John Westrock on Unsplash