viernes, 3 de noviembre de 2017

Página #200. Gotas por miríadas.


Página #200.

    Hace doscientas páginas mis manos se aferraron a esta pequeña tabla azul, en pleno naufragio. Quizá es verdad, por cierto, que existen cosas que no desaparecen, sólo se transforman. Lo que antes fue árbol y madera ahora son cien hojas más o menos llenas de otra clase de vida, de una especie de muerte. En ellas, de una manera extraña o quizá solamente distinta, yo conservé un poco de vida.

    También me ayudó a hallar cordura después de uno de esos accidentes, de ésos en que apenas escapas con las entrañas intactas y que ocurren mayormente de adentro hacia afuera.

    Me guarda, de momento, el único sueño que me he permitido conservar. Contiene uno o dos enojos, tres o cuatro miedos. Perdida entre varios miles, la palabra que más me cuesta decir, quizá porque nunca la he escuchado, quizá porque nadie me la ha dicho.

    En estas páginas, entre mil y un renglones, hay gotas por miríadas: de tinta, de sudor, de sangre. De mí.

    Hay aforismos pedantes; hay historias de ingenua malicia; de triste lascivia; de tímida esperanza; de amor desesperado; de dulce desesperación.

    Los renglones ya escasean.

    Me preocupa saber por cuánto tiempo más la tinta será legible; por cuánto tiempo podré ser capaz de leerlas. No ha dado tantas vueltas el mundo desde la primera página manchada. Ignoro si he crecido en alguna manera. Sé, siento, que he envejecido un poco. Y aun así, me estoy despidiendo de un cuaderno, agradecido como el más tonto sentimental, casi hasta el punto de la nacionalidad Escocesa.

    Ni hablar: esta enfermedad es incurable. Ojalá me muera de escribir, o escribiendo.




Photo by Aaron Burden on Unsplash

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