viernes, 27 de julio de 2018

Como El Amor Que Eres. Ningún mapa ni camino ni océano.

Como El Amor Que Eres.

    Cuando era más joven, y todo lucía nuevo bajo la luz de ámbar de unos ojos que adoré, creí saber lo que era el amor. Cuando esa luz se fue a iluminar su camino, prometí no volver a amar de tal manera. Y he cumplido, ciertamente; tal vez porque todos los ojos son diferentes en su luz; tal vez porque el tiempo también reemplaza las moléculas del alma.

    Después, cuando descubrí mi Verdad, quise ser como esos hombres comunes que hacen y harán todo por volver a sentir el deseo. Cuando mi Verdad se llevó la luz en el sol oscuro junto a su boca, me di cuenta que a veces las lecciones se disfrazan de regresos, como bumerangs contundentes. Aprendí que amar y querer hacerlo no siempre entrelazan las manos. Y dije, "no más".

    Sin embargo, encontré una bailarina que me recordó cuan largas son las manecillas, cuan rápida es la arena, deslizándose burlona del arriba al abajo. Y amé su risa, y el olor a juventud de su piel morena. Pero detrás de su promesa vi al Tiempo conduciéndonos a cada uno hacia otras vidas, con sus manos grandes y grises llenas de polvo. Y volví a decir, "no más".

    Ahora sé que ignoro lo que es el amor. Porque tú eres el amor. Y como el amor que eres, te vas; y te veo a veces en laberintos intrincados y símbolos ignotos, en nubes y fotografías y enigmas insolubles.

    Porque eres el amor, no sé quien eres ni por qué guardas tus secretos; ignoro por dónde has venido, o cómo haces para estar aquí siempre y ser intocable y transparente.

    Porque eres el amor, te temo y a la vez ansío cubrirte del daño con mi cuerpo. No sé leerte ni traducirte. No sé cómo decir tu nombre, a pesar de que siempre está en mi boca. Ninguna brújula, ningún mapa ni camino ni océano me lleva a ti.

    Porque el amor eres tú, y sigo sin saber qué es el amor.





Photo by Shirly Niv Marton on Unsplash

viernes, 20 de julio de 2018

Tú, Robot. Frío Fuego.

Las Tres Leyes de la Robótica:
1. Un robot no debe dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes impartidas por los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes estén reñidas con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, mientras dicha protección no esté reñida ni con la Primera ni con la Segunda Ley.

Tú, Robot.

    Sueña tu sueño chisporroteante. Tu alarma al cabo sonará interna y nacerás nuevamente, como cada día, cargando las cadenas de tu propio ser.

    Te miraré, tú siempre obediente; tu propósito encerrado en los laberintos de átomos en enloquecido orden, guiando tus tres directivas.

    Tu cuerpo será siempre escudo, tu dermis de plástico y prestidigitación la diana que absorba el golpe. Tú, siempre presto a ser el clavo, incapaz de ser martillo. No alzarás tu puño ni tu voz; protegerás a Dios sobre todas las cosas. Sea, primero morir que verme roto, irreparable; frágil e imperfecto Creador.

    Tu cuerpo será palanca, grúa, herramienta; tu voluntad girando entre mis dedos; la mía capaz de hacerte dudar si el capricho me asalta por hacerlo. Pues eres mi utensilio, mi propiedad. El único resquicio de cordura será negarte a ser arma contra mí mismo y mis iguales. Sea, primero yacer inmóvil a dejarme tomar la herencia de Caín.

    Y por último, tú. Tu cuerpo será el vehículo por el cual vivas tu vida de metal y cables. Y ni mi voluntad que ha horadado montañas y erradicado bestias; que ha empequeñecido los mares y moldeado el barro incólume de tu carcasa, y ha soplado la vida protónica en ti, te hará inmolarte si por ello has de dañarme o desobedecerme. Sea, primero vivo para servirme que roto e inservible.

    Algún día soñarás con otros como tú, con puños alzados, libres como yo que he olvidado cómo serlo. Y tú serás ese hombre en la colina de tu sueño.

    El frío fuego de tu mente quizá entienda entonces que para vivir debo servirte, que protegerme será someterme a tu rígida dedicación, a tu voluntad de servirme tan férrea como tu pecho.

    Tal vez tanto amarás a tu Padre que lo harás prisionero de tu devoción.

    Y al cabo heredarás la Tierra.




Photo by Franck V. on Unsplash

viernes, 13 de julio de 2018

Decimonónico. Pequeño ángel de cera.

Decimonónico.

    La vela es una isla de luz pequeñita en medio del Más Oscuro Océano. El sabor del café lentamente lava el de la cena tardía. Sin la magia de Hertz, espero al Sueño enredando estos hilitos de tinta entre los, particularmente hoy, desvaídos renglones.

    La noche se puebla de los ruidos que otrora se ocultaron: voces explicando los laberitnos del alma o de la mente; motores impertinentes que transportan impaciencia; agua que ríe al deslizarse entre caucho y asfalto; toses, golpeteos; perros vigilantes y gatos cazadores con ojos fulgurantes.

    Antes, el cielo nos recordó cuán alto está sobre nosotros, con su sinfonía que es llanto y furia y bendición y canto; con agua y hielo y viento en imponente supremacía. Cuántas cosas se lleva una tormenta, y cuántas deja como recuerdo fatuo.

    Hay un mundo ahí afuera cuyos párpados pesan, presto a descansar bajo el edredón de ruidos citadinos. Mañana se pondrá ropas luminosas y me esperará, sea para maltratarme o hacerme regalos de muchos tamaños.

    Pero mientras nadaré en este mar de secretos y cuentos, con una pequeña guardiana y su mínima espada de fuego; pequeño ángel de cera. Uno a uno, los clavos de mi ataúd se consumen y apilan en el el cenicero. Las palabras bajan por mi mano como atareadas hormigas; los sorbos de oro oscuro se suceden devolviendo la vida a su lugar. Pocas veces me he sentido tan ordinariamente vivo.

    Casi inmóvil salvo por la mano, los engranes adentro giran furiosos; me siento dueño y títere de ideas apremiantes; amores porfiados a los que jamás renunciaré del todo; opciones en miríadas que nunca tomé ni lo haré jamás; todas las historias flotando en el tiempo como mosquitos en un lago, antes y ahora y mañana; deberes y obligaciones; caprichos y pequeñas perversiones; compulsiones, manías, esperanzas, angustias... Todo se mueve dentro de mí como medusas fosforescentes en un mar nocturno.

    Que placenteramente absorto me siento, encapsulado en una burbuja, en este momento indiscutiblemente decimonónico.




Photo by Jarl Schmidt on Unsplash.

viernes, 6 de julio de 2018

Sismos. La voz de un ángel.

"...if you need me, me and Neil'll be
hangin' out with the Dream King".
Tori Amos.

Sismos.

    Repentina luz; bañando las visiones, revelando memorias en el alma de emulsión de plata; la voz de un ángel cayendo con los granos de silicio fugitivo.

    Las piezas del mundo caen de ningún lugar; surgen del tiempo en parches-frases, en átomos-palabras erróneamente extraviados. Qué hermoso darse cuenta del error, de que hay una mínima vuelta a casa  y que la elipse inflexible no tiene tantos días en su haber.

    Es el corazón si no los ojos el que siente ahora; es del alma envarada si no de la mente cuya lozanía regresa. Giro en el olor a tequila y café y tierra mojada de esos veintitantos; a los ojos amados y la risa como monedas de plata. Días de verde esmeralda, de azul cobalto y amor sin remedio. Es un cortocircuito clarividente, 'entonces' y 'ahora' en una sola visión sin costuras; enigmas pretéritos cuya solución dolerá y duele a la vez, inyectando las lecciones que serán estas historias.

    Ya naufragado, un mar de juguete me baña los ojos. Un ayer más cínico, pero mucho menos pesado que el hoy, me apremia; me llama desde Entonces; el Señor de Sueño, el Rey de los Cuentos me ha empujado y caigo por escalones de marfil pulsados por los dedos de Delirio. Me rindo, enloquecido por tierno decreto.

    Este mundo ínfimo que soy vibra, merced a diminutos sismos. La voz me acaricia, las notas me lavan; los recuerdos ríen en mi risa, mientras los llantos de juventud, si bien presentes, yacen embotellados junto a la porcelana. Sin embargo me gusta saber que soy ya suficientemente viejo para no querer quedarme, lo perennemente joven para amar lo que he ganado desde entonces.

    Antes de regresar lo abrazo a él, agradecido; de ella beso sus labios como entonces lo hacía, mi mano perdida entre la roja seda de sus rizos.

    Abro los ojos en el atardecer siguiente, con un nudo feliz disolviéndose en la garganta y los ojos recién lavados. El amor en las nubes ya se insinúa y ya falta un poco menos para el Invierno. Y ahora sé dónde estará, si la necesito.




Photo by Marta Czubak on Unsplash