not by begging on his knees...".
Uncle Leonard.
Silencios Atentos.
Doy a mis párpados la pausa del silencio, porque mis ojos están hambrientos. La grieta, el último barrote en la jaula de mi pecho -en reconstrucción-, amenaza con ceder. Una aguja entró e inyectó calor al nuevo hielo, y se derrite.
Las manos se me ignoran entre ellas: una aferra, la otra se alza con miedo protector.
Ninguno de mis sentidos es confiable.
Un millón de significados se ahogan en mi garganta, aunque la palabra sea sólo una.
El día entero es de malabares con las horas; de silencios atentos para intentar escuchar con la memoria.
Todos mis dones detectivescos fallan otra vez; todo mi instinto se ha oxidado con el rocío de las noches, de nuevo vacías.
No conozco arte marcial que me ayude a resbalar por esta pendiente con elegancia. Sólo puedo concentrarme en no caer, o esperar una razón para hacerlo.
Así que cierro los ojos y entrelazo las manos; canto las canciones más suaves posibles. Espero.
La manzana caerá, sol y luna se perseguirán como siempre. Y la lluvia, mi amante, vendrá vampiresa y se irá redentora.
Las palabras vendrán o no.
Deseo, y el deseo es hermoso.
Espero, y la espera es vida.
Como sea que la chispa prenda la mecha, sabré al menos que estuve vivo en la belleza de desear; la ternura, llena de gravedad, de recordar la voz, el sabor, el calor.
Sin duda, moriré con una sonrisa.
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