Peter Gabriel.
Plegaria.
Que vuelva el silencio de los días sencillos, y los murmullos de héroes diminutos en mis manos inocentes.
Que vuelva también tu cuerpo, real y verdadero entre mis brazos otra vez vacíos.
Y que regrese el mundo a cubetazos tibios, y todas las cosas nuevas creciendo como hongos tras las lluvias.
Que regrese el alcohol, y las palabras alegres de la intoxicación y los días de vida sorbidos desesperadamente.
Y que retornen los nombres de niñas y mujeres, y vivan en el agridulce del recuerdo y el hubiera, el quizá y el nunca.
Que tu beso, que lavó los años de sed y prendió mi alma de tu aliento retorne también.
Que la agonía del placer regrese asimismo, en la mente y en el cuerpo descubriéndose, esta vez a salvo del miedo y cobijado por el secreto, mas no por la vergüenza.
Que siempre vuelva el volumen, y el acorde todopoderoso; y el ritmo como un corazón cantando vida mientras enfila sus pasos diarios hacia el fin decretado.
Que regrese el amor, a cuentagotas y a presión; lleno de palabras susurradas en celdas de silencio. Que regrese aunque duela, porque también en dolor se está vivo y se ama.
Y que vuelvan el sol y la luna; y la luz insolente y las noches eternas; la humedad y la tibieza del abrigo en el hechizo del viento y la nieve. Que vuelvan tantas veces como sea posible.
Que haya todavía aliento para murmurar tu nombre en la oscuridad; y que la memoria de suspiros y sollozos permanezca engarzada y firme en su lugar.
Y al final, que no muera yo sin llevarme el color de tus ojos impreso en los míos.
Así sea.