Never before and never since
I promise".
Natalie and the Maniacs.
Flotar entre las Horas.
Entonces quizá este es uno de esos días en que te levantas con las fracturas menos rotas. Uno de esos en que pierdes la conciencia del tiempo desgranándose como terrones de mundo que caen al espacio.
Onceavo día, décimo mes; lo mismo da decir, "todo igual". Aun así, todos los músculos trabajan, todas las chispas viajan por su raíz. Es el día más especial de los días ordinarios, y viceversa.
Un día para buscar tréboles, un día para extrañar unos ojos. Luz y sombra para nadar en ellos, como una piscina a desnivel. A veces conviene sólo deslizarse y otras no hay más que saltar desde lo más alto y ser bomba humana y estallar sin nombrar nombres ni lugares.
Un día para trabajar sin prisa, o simular que te importa el trámite absurdo de ser productivo. Para cantar sin testigos, para morder las manzanas acariciando serpientes. Un día para ignorar adagios, cifras, acrónimos.
Sólo Dios sabe qué es el quinto día, o si es el sexto en realidad. ¿Qué pueden importar las reglas o las buenas costumbres? ¿Quién me va a dictar las instrucciones? No serás tú, ¿o sí? No, con tantos ladrillos de silencio trazando los días, ciertamente.
Y es también un día para callar, y para susurrar, y para decir en voz alta lo que jamás diremos al otro. Ninguna palabra pesa tanto como su vacía gravedad. A veces basta con el vuelo de una mirada. Otras sólo se anclan con una caricia, deliberada o accidental.
Lo que importa entonces es el día, tanto como ayer y mucho más que mañana. Es un día mío, es tuyo también, y es de quien quiera tomarlo. Sólo hay que dejarse flotar entre las horas, porque ese es el propósito de un día cualquiera: venir, estar e irse.
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