viernes, 20 de enero de 2017

Confesionario de cartón. Un mapa borroso, un calendario inflexible, un transistor quemado.

El Viajero Que Nunca Llegó.
(Una parábola estúpida, por ser verdadera).

    Estarás de acuerdo creo, que es casi imposible viajar a un lugar el cual no sabes si está ahí. Quizá lo recuerdes de un sueño. Tal vez lo viste en un mapa que has perdido, o acaso -tristemente-, ese lugar no exista más que en la suma de tus deseos, los anhelos que inventas en noches silenciosas o frías, o en tardes azules que huelen a una magia diferente.
    Déjame contarte una historia algo triste y muy absurda sobre un muchacho que quiso ir a un lugar y no sólo encontró el camino cerrado, sino también letreros que le decían que él no era digno de ir ahí. Más aun, esa tierra que una vez vió hermosa se volvió agreste y quizá un poco venenosa. Con el tiempo, pareció que el dolor y la tristeza que sintió habían desaparecido.
    Pero después ese muchacho imaginó otro lugar aun más hermoso, y creyó verlo en el horizonte. Sin embargo se dió cuenta que ahora temía preguntar cómo llegar y algo más: también temía verlo cambiar a un llano desolado o un pantano triste como antes. Y aun así creía que ese horizonte quizá lo llamara. Cuando al fin reunió valor para preguntar si podía ir, le dijeron amablemente que en realidad había imaginado todo, que era una ilusión exclusivamente suya. Se dió cuenta que se había vuelto un poco loco y se acostumbró a vivir así, pero su miedo a viajar creció más y más aun. Y así una y otra vez. Creyendo ver tierras de ensueño en la distancia pero sin saber como llegar ahí.
    Aun sigue mirando de pie los horizontes; a veces imaginando, otras sólo deseando ir y aun otras creyendo oír que lo llaman. Pero ahora espera a que el mundo gire tan siquiera unos grados en su dirección. Sigue algo loco; y sí, aun tiene miedo de que todo esté sólo en su cabeza, o a no pertenecer ahí a donde quisiera estar, y muchas cosas por el estilo. A veces da un par de pasos en la dirección que cree correcta, otras siente que ni siquiera se ha movido, o que ha retrocedido más de lo que avanzó. Pero sigue esperando. Un aroma. Un letrero que pueda leer. Una voz suave que lo llame. Y espera.

"My, my, my...
Once bitten, twice shy". Ian Hunter. Once Bitten Twice Shy.





Cuarenta y cinco.

    De repente llevo a cuestas nueve lustros. Como siempre una parte de lo que tripula mi cuerpo sigue preguntándose en voz muy baja si todo no es más que un error. El resto, la parte más grande, comienza a revisar recuerdos. Todo junto, se pregunta y teme saber si este año es cuando finalmente crezco, cuando me convierto en el Hombre Adulto que puede hacer cosas, o sólo sigo siendo yo.
    Sé que soy un mínima parte de quien quiero ser. Mi culpa, nunca he aprendido a ser un Ambicioso eficiente. Además hablo en serio cuando digo que llevo cuarenta y cuatro años portándome bien, y realmente no puedo hacer gran cosa en otro sentido, incluso ignoro cómo hacerlo.
    No tengo muchas cosas, pero no debo ninguna tampoco. No tengo que hacer muchos malabares con las prioridades. He tenido maravillas entre manos que duraron sólo un día, y baratijas que siguen poniendo un brillo infantil en mis ojos algo velados.
    Es cierto, sentimentalmente estoy incompleto y acostumbrado, al grado que es triste darme cuenta que no sé vivir de otra manera. Es verdad, lo juro, que quisiera escuchar otra voz en las noches cuando el silencio se despereza. Que comienzo a temer, de verdad, el envejecer de esta manera. Pero las noches siguen siendo cortas, a veces demasiado; el silencio sigue siendo paz, todavía no es terror. A este respecto sólo lamento, como siempre, lo que he dejado pasar, que ha sido mucho; nunca lo que he sentido, por mucho que me haga pedazos.
    No volvería a empezar. No cambiaría nada. Todo lo que me ha permeado o se me ha deslizado, a fin de cuentas resulta en este hoy y este aquí. Y este 'yo' no tiene cara de utopía; soy tan infalible y tan orgulloso y tan feliz como siempre lo he sido. Lo cual funciona en ambos sentidos, como una puerta de cocina.
    También tengo mucho, y lo llevo a cuestas para bien o mal. La familia más disfuncional, más imperfecta, más hermosa y más fuerte del mundo; con los lazos más complejos en la historia del melodrama; una historia de mujeres que soportan el mundo en sus brazos con suave firmeza y hombres falibles que sin embargo no temen darlo todo de sí. Una épica de estoicismo endémico de doble filo, amor hecho obras. No muchas palabras.
    Tengo amigos, contados; la brevedad de su número inversamente proporcional al bien que me hacen, a la humanidad que rezuman, a la alegría que sacan de las piedras mas áridas. A la cordura que barniza mi soledad.
    Tengo recuerdos más valiosos que el platino, de una abuela cuya ternura se disfrazó de fuerza; de una mujer que dió al mundo amor y risa y no recibió tanto como merecía; de una madre pequeña y valiente cuyo amor y sacrificio son infinitos e inmortales.
    Tengo el Miedo que es motor, mecha y dinamita; que quema y alumbra; que entumece la voz, pero hace brotar las palabras una tras otra hasta embarrarlas en el papel y ahora son puntos de luz negra en tus ojos y los míos.
    Tengo una fé difusa y mañosa, una esperanza tartamuda de un verde rabioso. El susurro en la voz que me heredó mi padre, la necedad de mi madre, el amor callado y discreto de mis tías. La risa y la astucia de mis tíos.
    Tengo el cinismo y el sarcasmo. La justa indignación del liberal y el capricho egoísta como buen hijo único. Y como es evidente, también una vena cursi. Nunca dije que fuera perfecto, aunque sólo he vivido cuarenta y cinco años.

"...Today is where your book begins
The rest is still unwritten". Natasha Beddingfield. Unwritten.






(Y ahora, un breve cortocircuito):

    -¿Soy bella?- me preguntas, y la lengua se me traba entre metáforas, cantidades y cifras, alegorías, comparaciones, certezas, ensueños, miradas furtivas, memorias, escalas cromáticas, frases célebres, citas citables, aforismos desaforados, y las ganas que tengo de besarte hasta que entiendas que -Sí-.

*

    Estoy indeciso. No sé si desearía que tú fueras esta manzana, que la manzana fuera tú, o que la manzana fueras tú.

*

    Hay mujeres que mientras más se alejan, más se convierten en fantasmas.

*

    Recuerdo cuando te amé, toda la retahíla de porqués y si me esfuerzo un poco, también cuánto; lo que ya se me olvidó es cómo.






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