En Tierra de Mentiras.
Abrázame, pues vivimos en tierra de mentiras. Temo por tí y por los días que verán tus hijos. Oigo rugir los cascos de mercenarios cuya droga es la codicia y no guardan alma alguna en sus cofres.
He visto niños hechos de memoria vestidos en dolor. He visto hombres y mujeres jóvenes que jamás envejecerán y no responden cuando se pasa lista, ni cuando los llaman sus madres con el llanto por fuera.
He escuchado de una, de mil niñas ofrecidas en sacrificio a un dios monstruo sin nombre que nadie puede ni quiere ver, allá donde brillan las cruces.
Ténme piedad, pues hay demasiados fantasmas y demonios donde vivo, y ruegas no conocer de qué color son sus dientes porque si lo haces es que ya te han devorado.
Me han contado de aquellos que han osado buscar esqueletos, y ahora son sus huesos los que brillan al sol.
Sé de hombres y mujeres enfermos de gula que comen oro; cuyos corazones de vidrio y manos de roedor fingen trabajar; que pliegan su vientre y su espalda a quienes compraron nuestro país sin notificarnos.
Sé también de monstruos paridos de mujer que se revuelcan en el lodo y han infectado con su excremento el aire de mi país; chillan como cerdos y se ostentan con armaduras de platino y madreperla. Son una hidra que sólo parece poder morir por el hedor de su propio aliento de plomo hirviendo.
Admírame, porque ni dragones ni puñales, o secretos o mentiras me harán morder la tierra; no sin un grito, no sin un puñetazo rabioso por muy inútil que sea.
Y sobre todo témeme, porque aun sé reír y aun puedo llorar, y compadecer y ayudar. Porque aun golpeado y triste estoy de pie y con los puños dispuestos. Porque salgo de casa cada día y cargo el peso de mi trabajo; y porque sé intuír lo que ellos están haciendo en esta tierra, y no me gusta.
Y yo también tengo un secreto.
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