Guardando Silencio.
En la última hora del día, que es cuando la Verdad se despereza, cierras los ojos y sientes la burbuja de tu propio silencio, manteniendo a raya el rugido incesante del allá afuera. El mundo nunca para, y jamás calla. Susurra, gime y vocifera en una miríada de voces humanas, mecánicas y animales. Y por fin, tú callas en su lugar.
Y es ese silencio tu don y maldición en esta última hora; y también tu pan de cada día, que nunca se acaba porque casi siempre piensas en voz alta, en esta última hora y todas aquellas en que sólo estás contigo.
¿Cómo será, escuchar otra voz, en esta última hora? ¿Qué cosas diría: hablaría de secretos insólitos disimulados por las cosas cotidianas, o haría el recuento de ideas ligeras, de cosas evanescentes girando en relojes y calendarios?
¿Sería esa voz la tortura de la costumbre, o el faro eterno de tus ires y venires? ¿Sería hurí, sería gorgona? ¿Sería olvido, condena; causa primaria y efecto doppler, alfa y omega; promesa vacua y desilusión?
Hoy que has elegido aceptar sólo un poco de silencio, quizá deseas que el metrónomo en tu pecho oscilara diferente. Mas no fue así y es como fue, y te preguntas si aun es tiempo de cambiar las leyes obstinadas de tu vida en perpetuo singular.
Y sigues gurdando silencio, es más, cubres tu boca. Porque es la última hora, y la Verdad se despereza.
Y temes cualquier respuesta.
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