Flor de Fuego. Una fotografía sin título.
Tus ojos hacen promesas, grises motas verdosas, diques de palabras. Tu pelo rojo rabioso llama sedosa, telaraña de fuego donde ideas y sueños yacen en sus capullos.
Y te cubre una piel de leche, ciñendo aquello de lo que están hechos los sueños húmedos. Llevas una sonrisa atrapada en los labios que rehúsa mostrarse, como esperando un pretexto, o exigiendo tal vez una chispa de adoración lasciva en mis ojos ordinarios y sedientos.
Un aura de encaje del color de las uvas oscuras te cubre suficientemente escasa, provocando un ansia curiosa y lúbrica; injusta, burlona provocación en forma de parábolas y elipses y esferas, colinas, valles, pasturas de vello transparente.
Y eres una luna en cuarto menguante, un arco de alabastro suave lanzando flechas untadas en curare: tu ser en femenino absoluto; tu fuerza vital de céltico, arcano abolengo; tu erotismo contenido y aprisionado en pixeles.
Existes y no; la cámara te ha transformado en ninfa y objeto; incapaz no obstante de robar tu alma. Luego entonces serás sueño, nada más. Olvidable quizás, pasajera; pero aun inasible, una llama al rojo blanco, rojo y blanco en ojos y cerebros pervertidos o dolientes, ansiosos o ilusos. Eterna y efímera, reducida a ceros y unos, pero joven para siempre; y los bytes y pixeles contarán una historia de belleza y juventud indómitas en incierto parasiempre.
Y como llama que eres, como magnesio y fuego, tal cual quemas brevemente; mientras tanto un hambre de ti detona una suave avidez de tocarte, de saberte y conocerte; de ser un felino enorme o un lobo de fábula nadando en láctea seda.
Para después guardarte en una caja que diga: "Nada, nunca".
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