Una Vida, Una Vez, No Basta.
Despertar es escapar o perder. Unas veces es angustia; las manos vacías y el calor de unos brazos o una piel o solamente un cuerpo tibio que se desvanece con la consciencia, quizá para siempre. Otras aun es el alivio de los fantasmas ocultos en los pliegues de la materia gris; de los dolores infinitos que se guardan inconfesados en el pecho.
¿Qué objeto puede tener el querer apresar un sueño? Si es sólo un cuento contado de una sinapsis a otra, o una vida mínima que sucede mientras duermes... Mucho menos que un momento, pero igualmente susceptible al olvido.
¿Qué pueden importar esos retales, o parches de fatua locura?
Esa mujer que quizá incluso ames no te abraza realmente, juntos los dos en el sofá.
Aquel cuerpo terso, aquella piel húmeda, nunca tiembla en tus manos; jamás sientes de verdad la magia de su mutua fricción.
Ni por asomo dejaste el suelo en realidad; no fuiste perseguido por una bestia invisible o bañado en el brillo de cien sonrisas amigas.
Tu Madre ausente no te respondió porque su voz ahora sólo la llevas guardada por dentro.
Entonces, ¿para qué soñar, o para qué recordar los sueños siquiera? ¿por qué no sólo dormir, estar sin ser; tibiamente perdido en la Amnesia de un cerebro en standby?
Quizá sea que sólo vivir no es suficiente.
Tal vez, abrazar un secreto amado sea inesperadamente necesario. O acariciar de nuevo un rostro que se ha ido. Entregarte desnudo al viento. Correr con tu vida como premio o casi morir en una mentira de tu mente y tu alma.
Sólo tal vez, una vida, una vez, no basta.
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