Esta Isla Perdida.
Mármol frío y una burbuja de silencio; el bosque de cipreses esparcidos y el otro de piedra alrededor de mi voz, que te susurra memorias y disculpas, y otras cosas que no puedo contar a nadie más que a ti.
Leo tu nombre una y otra vez, como lo haré mientras quieran mis ojos y el tiempo; como pasaré mis dedos para leerlo cuando no pueda.
Más que nada, me sumerjo en los recuerdos: los tuyos y los míos, y los que son de ambos.
Te cuento sobre cómo estoy a flor de piel en estos días; cómo las cosas son como micrometeoritos que me impactan. Sobre esa noche extraña en que llanto y risa se superpusieron; te cuento sobre deseos vueltos humo de nuevo. Esas cosas que no digo a nadie más.
Y es que el tiempo es tan corto, real y figurativamente, y yo tengo tanto adentro que necesita a mi Madre.
Este tiempo elástico, esta isla perdida de silencio, transforman la ausencia en consuelo y confidencia; los otros vendrán pronto y yo tengo que darte mi voz.
Acaricio la lápida y sonrío por fin tras las gafas oscuras.
La aguja regresa al surco.
La vida vuelve a fluír.
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