Voy a ignorar que soy indigno y esperar la hueca recompensa de tu deseo. A hacer de tripas, corazón y fingir que me someto a tu intuición; ese horóscopo y leyenda urbana que te ha vuelto quimera y presa.
Quiero que entiendas algún día qué es lo que deseo yo, y veas que aun a falta de destino disfrutarás el viaje.
Si así lo pides -o crees hacerlo-, cambiaré de piel y de voz hasta que veas lo que quieres creer que quieres ver. Me contrastaré y difuminaré hasta que tus pupilas enloquezcan.
Algún día verás que mis pecados son diferentes a los tuyos, pero tienen partes que embonan.
Así que anda, golpea paredes; tropieza en buroes, sofás y colchones; conoce monstruos hasta que encuentres el correcto. Es paciente y se bastará solo hasta que llegues.
Tal vez decidas extraviarte y creer que me equivoco en ambicionar tu sudor, codiciar tus gemidos. Está bien. Equivocarte es tu opción y a decir verdad, tu Grial no cura nada. Te deseo por hambre; te acecho porque estás ahí. Si no vienes tú, vendrás otra.
Pero no eres cualquiera. No tienes nada que ver con el azar; estás ahí porque quieres, y soy tan incapaz de obligarte como lo soy de amarte. Porque tu tesoro lo es tanto como el mío. Si la venda que eliges se queda en su lugar, yo no haré nada por evitarlo. Es sólo tuya y de tu posible futuro victimario.
Sin embargo, velo así; Si te gusta y lo quieres, ¿por qué no lo tienes?
Te diré por qué.
Porque eres tan indigna
del placer
como Yo.
Y aquí estamos, aun vestidos.
No sé, piénsalo...
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