Qué difícil es darte una razón para querer que seas mi trampa. ¿Cómo explicarte por qué quiero morir un poco, enredado y sujeto por tus brazos, por tus piernas y el sabor de tu alma?
Es como sed infinita, el ver tus ojos color sospecha cuando te digo que te deseo.
Es sentir que el tiempo no existe mas no acaba, argumentar que no importa quién fuiste y quién serás; sólo la breve sinfonía de tus poros.
Sabor a arsénico saber que tu permiso depende de la veleidad de tus ojos; del cronómetro que pones a mi vida; del miedo que heredaste del pecho de tu madre.
Ojalá supieras qué tan dueña y tan libre de ti realmente eres; qué tan vil puede ser el maldito amor y qué tan bueno es pecar sólo por poder hacerlo. Ojalá lo supieras conmigo.
No logras entender que si no te respetara serías menos que sombra y menos que luz; que si no te apreciara no daría gracias por los relieves que ciñen tu piel y los secretos que guardas tras velos de hilo y ese pudor tuyo, tan tonto, que no sospechas siquiera. Quieres un título nobiliario a cambio de un momento de honesta desnudez.
Y lamentablemente mi lascivia pende del hilo del orgullo. Porque no soy yo quien buscas o mereces, ni tú a quien quiero dar mi vida. Por eso te miro sólo con ojos de ángel caído; por eso no aspiro a más que a sorberte sin beberte entera.
Ojalá quisieras saber qué tan bueno puede ser lo breve.
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