viernes, 15 de junio de 2018

Hentai. Un inane enredo.

Hentai.

    Seguramente te diré alguna vez cómo el sólo poder mirarte ya es un placer por sí mismo. Caricia de fotones pintando mis retinas; mi cerebro sonriente ordenando y archivando puntos blancos, rojos, amarillos y negros hasta repetir cada matiz de tu piel, clonando la ilusión óptica de tu fantasma entre los engranes.

    Aun así, tal vez sepas -o no-, la fortuna de un espejismo para quien es tan pobre y que está tan lejos; y tan atenazado en este desierto de carne y huesos.

    Y no es tanto el que seas hermosa o que estés ahí siquiera; tristemente apenas eres, no estás más cerca de ser algo o alguien cuya especia sazone mi sudor. Eres sólo un permiso que me doy, un atisbo a una lujuria inocua. Eres tan sólo posible, y yo soy quien elige o no hacerte real. Lamento eso.

    Aun si esta distancia insensible no mediara entre nuestras bocas, no creo que fueras más que piel y aliento. Pero los breves días serían lánguidos y húmedos; las noches estarían tan llenas de secretos mutuos. Intentaría por cada medio ser un tatuaje invisible en tu bajo vientre; dejar indeleble el color de mis ojos en un surco de tu cerebro; provocarte sueños recurrentes viéndote amazona y montura.

    Lo delicioso de nuestro inane enredo es lo posible y lo probable, como enredaderas hentai, dando vueltas uno sobre otro. ¿Quién sabe? Quizá haya astros alineándose; calendarios empalmando; un cómplice fin de semana largo...

    Y así, mientras dejo al inconsciente traicionarme haciendo fallidas alegorías coitales, quizá vivo un poco más; quizá conspiro en contra de mi cordura. Permíteme ejercer este deseo a mi inofensiva manera...

    Sólo sigamos deseándonos.

    No tengo nada más.




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