viernes, 30 de diciembre de 2016

Finalprincipio. Y un suspiro.

    



   

    Bien. No hace mucho me dí cuenta que el Aniversario de este querido mamotreto se me pasó como la ingente cantidad de cosas que nunca noto, probable efecto secundario de mi antigregarismo: olvido los cumpleaños casi tanto como deseo que el mío pase inadvertido.
    Es así entonces que quiero, de manera alegremente tiránica, hacer uso de esta ventana para dar las Gracias a todos y todas los que nos han acompañado, a Su Inseguro Servidor y al Lupino Chucho Con Pulgares por igual, en esta incoherente aventurilla de tres al cuarto. Cosas de la temporada, suelo ponerme agradecido.
    Ahora, no sería tan arduo físicamente agradecer de uno por uno citando nombres y apellidos -con una notable excepción-, pero emocionalmente quedaría a deber y eso no sería justo.
    Así que, ya sean colibríes que tararean por estos mismos caminos; amigos de toda la vida con regalos infalibles de cariño; niñas de agua tan queridísimas como a mis irises; amores desincronizados pero no exentos de cariño auténtico; personas generosas que sin conocerme me han prestado sus ojos y no fallan con el "+"; aquellos que vía Unsplash me ayudan desinteresadamente a complementar mis vagas palabras con imágenes... A todos, Mil Gracias.
    Y de paso que el Nuevo Inminente Año sea para ustedes puerto y refugio, hogar y cariño, carcajada y regalo. Que lo que esperan, anhelan y aun necesitan desborde sus manos. ¡Feliz 2017! :)
    Awoo,
    Manuel.

"I, I did it all
I owned every second that this world could give
I saw so many places, the things that I did
With every broken bone, I swear I lived". OneRepublic. I Lived.







Un Suspiro.

    Y al final del día, un suspiro que es adiós y también gracias. Una breve exhalación a la vez de orgullo descarado y de arrogancia justificada, pero también de alivio al saber que mañana es posible.
    Un suspiro solamente, pero también mil sonrisas; y un real mar de lágrimas que fueron medicina o fueron vapor inerte. Que es carpeta con memorias aprisionadas en una neurona sin nombre; trescientos sesenta y cinco ayeres, hoyes y mañanas como una serie de luces que a veces hizo corto.
    Días extraños, días ecstáticos; llamaradas de dolor, o lujuria o desesperanza; o figuras de acción de platino puro; o brisas inofensivas en playas azules y doradas. Todo vale ese suspiro, todo cuesta dos gramos de aliento.
    Y al final del día el sello de la promesa, la esperanza ilusa de estar aquí, todos juntos en el cariñoso egoísmo, todos unidos en el abrazo y la desavenencia o aun en el puro recuerdo; pero aquí, pero todos.
    Un suspiro también por aquellos a quienes nuestros brazos ya no alcanzan: madres, abuelas, tías, padres, hijos, amigos.
    Por todo lo ganado, por lo que se extravió en la niebla y en el polvo; por lo que acunamos entre brazos suave y codiciosamente, lastre que al soltar nos arrancó del pecho lo que nos impedía elevarnos.
    Por todo y todos, por tí mismo: un suspiro al final del día, el último antes del primero. Nada más. Y nada menos.

"Hope that you spend your days, but they all add up
And when the sun goes down, hope you raise your cup...". OneRepublic. I Lived. (Yes, once more, I like the song).




viernes, 23 de diciembre de 2016

Pequeña Jauría. La singular esquizofrenia de releer la tinta sudada.

Píldoras de Tinta.

    Las palabras me caen encima. Levantan mi ego en hombros y luego lo azotan, lo abandonan, lo ignoran. Y entonces sé que jamás serán suficientes.
    Hoja tras hoja, desde la promesa de la cubierta hasta la sonrisa de la última solapa, nunca se lavará nada; la enfermedad es efectivamente crónica, el bello eufemismo de lo incurable.
    Tantos delirios, tantos fuegos; dolores, urgencias; tanta luz ansiada y sombras conjuradas sobre los ojos, sobre el corazón mismo. Tanta esperanza insólita también; numerosos ramalazos de ironía y risa sardónica y auténtica.
    Las palabras hacen jaurías, hordas que me emboscan; acechan detrás de rostros tan amados, o nombres invocados de la dudosa nada por una ouija interna a veces condescendiente. Habrá quien piense con generosa ingenuidad que ésto incluso indique talento, yo sé que es cincuenta y uno por ciento maldición. La mano escribe el temor del resto de mí.
    Y las palabras son también breves pero frenéticas plegarias; graciasadioses por el regalo de otras almas más bellas que la que porto; por el darse cuenta de estar vivo y de nadar contracorriente al tiempo; por el agridulce don de amar en casi completo silencio. Son píldoras de tinta; analgésicos contra la soledad crónica, antibióticos para el rencor o la envidia. Sanguijuelas minúsculas que te drenan mientras te curan, y viceversa.
    Horror y Lujuria, Agonía y Extasis: el cuaderno azul aun no va ni a la mitad...

"It's only words, and words are all I have
To take your heart away". Bee Gees. Words.








Tengan todos una muy Feliz Navidad.

Sinceramente: 

Manuel López.



viernes, 16 de diciembre de 2016

Cafeína intermitente. Aquís y Allás.

Un Mapa Diferente.

    Nadie dijo que la vida en el Limbo fuera linda, ¿o sí? Ni mencionó el tamaño del eco cuando carraspeas o murmuras, o el atronar de la tela al cambiar de posición, o la síncopa convulsa del latir con el respirar.
    Pero te engañas. Quieres pensar que ves un mapa diferente, pero este aquí es el mismo de siempre; viajaste en círculo otra vez y eliges ignorarlo. Es la consecuencia de solo mirar el horizonte y nada más.
    Así que hagamos un trato: mira alrededor, todos los rincones; cada árbol y cada piedra. Derrámate en los ríos, cuelga sobre el valle desde las alas de los pájaros. Yace en las colinas. Mira todo, siente, huele cada cosa. No pierdas detalle.
    Toma este aquí y espárcelo en cada cabello y cada poro. No lo hagas tuyo: hazlo Tú.
    Y a cambio te prometo que cuando llegue el tiempo de moverse y de viajar sabrás exactamente dónde has estado, y reconocerás a dónde vas cuando llegues porque será otro aquí, diferente, quizá mejor. Y encontrarás cosas familiares, o tan desconocidas que serán maravillas; o incluso sueños y deseos y promesas que crees olvidadas en la neblina.
    Un consejo, oh magnífico tonto de capirote: si el camino te cruza con alguien no dudes en pedirle que te acompañe. Su respuesta podría sorprenderte.

"And I always thought that it would make me smarter
But it's only made me harder
My heart thrown open wide
In this near wild heaven
Not near enough". R.E.M. Near Wild Heaven.





Como Un Espejismo. (Cariño).

    No sé si a estas alturas te sorprenda que te diga que quisiera probar tu soledad. Tomarla entre ambas manos y pegar un buen bocado. Compartirte y servirte un poco o un mucho de la mía, para saber si te gusta el sabor.
    Mas no logro entender por qué -seas solo tú o seamos ambos-, seguimos bailando en círculos a dos brazos de distancia como dos fieras tímidas. ¿Es solo mi miedo o es también tu revulsión? ¿Es que soy demasiado transparente o por el contrario soy tan nítido que sabes lo que realmente valgo?
    Quisiera contra todo pronóstico que también las canciones buenas fueran premonitorias; que en efecto tengas miedo de decir "I'm falling for you". Es solo que ya perdí la cuenta de cuántos eclipses totales llevamos entre los dos, e ignoro también si tengo que pasar al pizarrón a hacer sumas y restas. Nunca he sabido todo de mí, hoy no sé nada de tí; cariño: no sé nada. La ignorancia me gana por primera vez.
    Porque eres como un espejismo. A veces creo y temo que si intentara acariciar tu rostro, mi mano pasaría a través. Otras creo que somos una película en mi cabeza y yo soy solo utilería.
    Créeme, estoy dispuesto: vé a donde quieras y yo estaré detrás. Pero baja ese muro de vidrio, hazlo puerta para tocar en ella. Moriría esperando pero, cariño... ¿es absolutamente necesario?

"How stupid is it? For all I know you want me too
And maybe you just don´t know what to do
Or maybe you´re scared to say: 'I'm falling for you'". Weezer. El Scorcho.



viernes, 2 de diciembre de 2016

Encrucijada del Tiempo, Calcomanías de la Memoria y ¡¡¡1.21 Gigawatts!!!




Calcomanía Soluble.

    Cuántas palabras imposibles manan del bolígrafo en estos días. Cuánta sed de vivir otra vez y cuánto vidrio fundido en mis coyunturas.
    Y además está la comezón de sentirme infantil, congelado en los trece y los veintidós; qué poco he aprendido en todos estos años.
    Qué ganas de murmurar palabras demoledoras en vez de gemir como un perro apaleado; de hablar de espíritus formidables o amores que incineran planetas a su paso... Pero mi alma es blanda y cuelga raída, y el tiempo me engañó con otra calcomanía también soluble en silencio.
    Ahora que la tristeza escupe sangre por la boca me preocupa lo que bailará sobre su tumba; cuando no quede más que la envoltura de celofán, cuando no haya más testigos que los inútiles pixeles apilados en tres o treinta años, ¿contra qué o quién se volverá mi soledad?

"If only I'd thought of the right words
I could have held on to your heart...". The Cure. Pictures Of You.





Ruta Equivocada.

    De improviso tierra, tierra por todos lados excepto arriba. Dentro de mí el alma cansada de cargar un triste fardo; por fuera el cuerpo aun lleno de tiempo leve, de horas de risas y whiskey. A mi lado un ángel duerme y su ceño aun no me perdona.
    Y yo sonrío haciendo equilibrios sobre el cansancio y la desilusión, el desvelo, los meses de soledad. Pero puedo sentir cómo se me curan los ojos con cada curva, cada kilómetro equivocado y precioso.
    Seis horas eternas deseadas por diez milenios: cualquier cosa por el placer de inhalar el aire más frío y puro del mundo; por ver esas sonrisas que adoro a morir. Aun a sabiendas del enorme incordio que resulto. Así que ésto es ser Egoísta Por Las Razones Correctas. Me encanta.
    Por otras cuarenta y ocho horas de memoria resbaladiza me deslizo entre cerros y adoquines. Los ángeles se me han cuadruplicado y yo hago malabares de cariño silencioso.
    La última noche es un parpadeo cósmico y delata la pequeñez de Mi Historia.
    Los abrazos acolchan ambos fríos, el de la mañana y el de mi regreso.
    Más tarde, mientras otros kilómetros me regresan al planeta del que huí, canto y mi voz es más firme; fumo y cada cigarro me mata menos; se que mi fea sonrisa es más amplia y descarada y menos amarga; y lo se aun sin ver el retrovisor.
    Ignoro qué, pero algo renació. Lo cual habla muy bien de las Rutas Equivocadas.

"Like a river that don't know where it's flowing
I took a wrong turn and I just kept going". Bruce Springsteen. Hungry Heart.





Hay Trampas y Hay Tigres.

    Son las doce y el cajón nuevo está listo, con el tamaño justo y tapizado con un bonito fondo de cariño. Adentro van todos los recuerdos que saltaron girando en feliz delirio en los días recientes. Es tiempo ahora de hacer recuerdos nuevos como naipes que soporten el castillo, el presente.
    No hay ni sombra de intención de olvidar; ni las veces que el amor no funcionó o los vacíos que dejan aquellos cuyo tiempo terminó; mucho menos las cosas que no pesan, o los amores o cariños o lealtades. Es simplemente que el aquí y ahora no se hace de memorias, sólo se adereza con ellas.
    Es así entonces que cada día el mundo es nuevo, y -Dios me ayude- las posibilidades son incluso aterradoramente infinitas. Y acaso lo que más me asusta es no saber si la esperanza paga o sólo promete; si el puente está detrás de la curva o si es caída libre hasta pasado mañana. Y luego el deseo de llevar la mano acompañada y sólo sentir vacío, empeorado por que la mano que quieres tomar no puede hacerlo o no quiere la tuya.
    Cruzar el tiempo parece muy sencillo -quizá incluso lo sea-, pero hay trampas y hay tigres.

"Every year is getting shorter, never seem to find the time
Plans that either come to naught or half a page of scribbled lines...". Pink Floyd. Time.




El Último Día.

    Cuando la luz termina su propio principio ya ardo en la fiebre del hoy. El pasado, más feliz, tomó su barco y cruza el mundo y el tiempo, y yo lo despedí con un beso en la frente, y espero sus postales.
    El futuro sin embargo, permanece oculto como siempre detrás de excusas estúpidamente metafísicas; las tres sílabas del Cuervo de Poe tienen más sentido que su perorata imbécil sobre mi ineptitud. Luego "ahora" es todo.
    Y cada día es el más hermoso, el más horrible día; sólo mis ojos pueden verlo porque los demás están distraídos con su miedo a esta muerte lenta que inexplicablemente alguien llamo "vida". Y ésta dura tan, pero tan poco, que cada día es el último día.
    Así ardo en esta fiebre del hoy, con un hambre perenne emprotrada en el alma y la secreta esperanza que la alquimista amada transmute el aire en Mañana, y éste en Siempre.

"With every new day
Your promises fade away
It's a fine day to see
Though the last day for me
It's a beautiful day". Sarah Brightman. It's A Beautiful Day.



viernes, 25 de noviembre de 2016

Frío. A veces el viento sopla más fuerte adentro que afuera.

Vuelto a Cero (Erizo).

    Extiendo el silencio sobre mi cama, y no pido permiso. No lo necesito. Y hay tanto que no necesito. Insisto, persisto; se acabaron los caminos al fin de la locura. Me libero de mi propia cobardía abrazándola hasta estrujarla, me lleno las manos de autodestrucción y subo al mecha. Aspiro a burlarme del Dilema del Erizo. Pero no claudicaré.
    Azorado, me he dado cuenta que es imposible perder algo que nunca se tuvo; que no podrían quedar espacios vacíos en lo que estaba repleto de nada. Simplemente he vuelto a cero. ¿Qué he perdido entonces?
    Siento tentación a ceder a la tentación perversa de erguirme y pavonearme. Comprendo mi responsabilidad, devoro mi sombrero de culpa, mi capirote de idiota, pero ¿qué más puedo hacer? Persistir, insistir. Callar a pesar de la tortura, la Verdad. Tirarme a la basura con toda la evidencia.
    No tengo nada que decir. No diré nada.
    (No debo huir).
    (No debo huir).
    (No debo huir).

"No debo huir". Shinji Ikari. Evangelion.



Réquiem para un Cobarde.

    Tomó las palabras y las metió una por una en un enorme revólver azul. Luego subió al techo a contar chistes amargos. Después se puso a disparar. Incluso malgastó varias palabras en ella, aun sabiendo que era invulnerable.
    Y luego recordó cuál era el problema real, y entendió lo que estaba haciendo. Nunca tuvo sangre fría, no realmente. Nunca pudo disparar directo a la cara, como hacen los valientes. Como hacen los hombres.
    Así que después de la tristeza vino la rabia y luego la vergüenza, El Viejo Miedo. Con ojos muy abiertos miró sorprendido el círculo cerrándose y entendió que había llegado tan lejos como podía, que intentar más era inútil. Puso la boca del arma en su sien, y apretó.
    Una, dos, diez veces; una palabra tras otra. Objetos secos y duros que encontaron su camino misteriosamente dentro de él, rebotando en su cerebro encallecido y yendo a alojarse en el tórax, donde hallaron algo más blando que destrozar.
    Cuando hallaron su cuerpo vieron a su lado el enorme revólver azul, y encontraron en él sólo dos palabras de gran calibre, y supieron que si hubiera disparado esas dos primero, contra ella o contra sí, seguramente habría sobrevivido.
    Pero era un cobarde, y no sabía disparar como hacen los hombres valientes, y por eso ahora se hiela en el Infierno.
    Dios verdaderamente odia a los Cobardes.

"Someone tried to tell me something:
"Don´t let the world bring you down";
Nothing will do me in before I do myself,
So save it for your own and the ones you can help". Soundgarden. Blow Up The Outside World.



En la Colina.

    No sé hace cuanto llegué, pareciera que este lugar haya estado aquí por siempre. Saboreo esta ausencia de todo, sólo el cielo y la tierra y yo en medio. Pero me acompañan estas nubes grises tan bajas y hermosas, y un viento algo pervertido me ciñe el abrigo al revolotear.
    No sufro y no tengo miedo; ya no recuerdo lo que dejé atrás ni por qué. Sólo confío en que nadie puede alcanzarme: en algún lugar del camino hacia aquí hay una reja obstinada e impertinente. Es tan hermosa esta colina, donde sólo funciona una voz y no huele a nadie. La paz es tan grande que sientes su peso en los hombros, en el vientre; te cae encima y te permea, blanquea tus huesos y lava tus órganos.
    Y sé que algún día tendré que irme a otro lado, acaso volver a ese desierto que llamé vida; pero mientras sucede hago sartas de minutos y enramadas de horas; veo pasar años olvidados y futuros posibles, girando alrededor y bendiciendo el ahora con majestuosa sumisión. En este lugar el Mundo es mío. El tiempo pide permiso. El deseo es paria, no tengo nada ni doy a cambio.
    De súbito el viento me toma y mis pies dejan la tierra. Y yo Soy, diez metros sobre la colina, y el bosque debajo custodia mi secretos.
    Un cuervo amable se lleva mi memoria.
    Mañana, cuando éste llegue, incluso el dolor será nuevo.

"And I´m thinking about 
A brand new hope,
The one I've never known,
'Cause now I know
It's all that I wanted". Green Day. Macy's Day Parade.



Mi Tiempo de Odiar.

    ¿Cuál es la cura para esta sensación de estar muerto por dentro?
    ¿Es acaso mi mano sobre el muslo firmísimo de la chica que finge estar a gusto sentada en mi regazo?
    ¿Es intentar avanzar infructuosamente en 'Hermosos y Malditos', odiando que en 1914 la vida fuera más sencilla y notando sin falta que el amor vuelve a un hombre patético y apocado?
    ¿Es la taza llena de café tibio, el cigarro que tiene mil sabores en cada fumada, la tarde cada vez más gris en la presbicia?
    ¿La gripe aplacada por una píldora, el silencio que quiere reventarme las costillas, las mil excusas que he urdido con Doyleana precisión?
    ¿O es el ignorado entumecimiento de la cerveza siempre a destiempo?
    ¿O este insensato garrapateo, este estupro de una página imposiblemente inocente; es realmente así como el día despliega la piedad al terminar -por fin-?
   ¿Mañana es otro inicio de verdad, o sólo un loop interminable, una cinta de Moebius arrugada y sádica? ¿Quién seré al finalizar el alba, y cómo?
   ¿Será la resignación, la aceptación de esta Broma Universal fraguada con saña en la mota de polvo de Sagan?
   ¿O será rogar por la Amnesia; esperar con las manos en el regazo a que el Olvido despierte; morder el veneno de la Decepción, rindiéndome sumisamente?
   ¿Y qué hay con la Rabia, con la Indignación, con la Humillación que ríe como bruja en ese rincón oscuro?
   ¿Es mi tiempo de odiar, y eso brindará una forma de Paz, o sólo corromperá mi alma estúpida para que finalmente sea digno de este mundo ridículo?

"I am the son, I'm the heir
Of a shyness that is criminally vulgar.
I'm the son and heir
Of nothing in particular". The Smiths. How Soon Is Now.



Tráeme Invierno.

    Tráeme, Invierno, unos ojos que rían. Tráeme unas manos que curen, que no me tengan miedo. Bríndame el reposo de un beso o mil que incendien las cenizas en mi pecho. Tráeme Invierno, eso cuyo nombre me ha hecho tanto daño.
    Congela esta fiebre y su delirio, petrifica las memorias; trae las cabañuelas sobre este páramo; disuelve este sollozo inútil que se resiste a dejarme y me llena la garganta.
    A cambio te ofrezco todo el calor que no pudo salir, cada palabra como una flama que quise darle, las manos ardiendo como siempre esperando acariciar. Llévate la esperanza verde que brilló sobre mi rostro un día, y dásela a quien tenga sed. Yo no la necesito más.
    Y tráeme también una voz, una que sirva; que pueda decir aunque sea las dos palabras necesarias para salvarme. Tráeme vaho para mi boca que forme sueños estúpidos y proyectos hilarantes; tráeme gemidos agónicos de segundos eternos, o un sollozo de placer inmaculado.
    O al menos busca mi alma extraviada y amnésica, dile que estoy bien ahora y ruégale que vuelva; que quedé vacío nuevamente; que hay refugio otra vez, calor dentro de mí para ella. Júrale que fue un error y ya no pertenezco a nadie más. Que ya no sigo esa sonrisa y esa voz inalcanzables.
    Tráeme Invierno, la vida que se derritió entre mis dedos a la luz de esos ojos que no quiero ver ni que me miren más.
    Vuelve, Invierno.
    Tráeme de regreso.

"Bring to me my big old sweater
nothing more would make me better". Tears For Fears. Cold.


viernes, 11 de noviembre de 2016

The moon's too bright, the chain's too tight, the Beast won't go to sleep...

Farewell to the Man.

    Farewell to the Man that sang like the sound of your heart breaking, farewell to the Lord of Word. Angels and Demons alike sob amongst the dying light, and Music Itself has grown a little discordant.
   
    Farewell Sweet Old Man, how tenderly my voice breaks -even if I hardly knew you. For one song was enough to rattle my soul, two were enough to make me cry in delight. Three made me love you.
    
    All that is left now is to dream the dreams, howl your song to tear driven moons. There's nothing more than to remember the tears. Goodbye Sweet Old Man, He of the Black Velvet Voice, sing to Our Lord tonight and teach him how to love us.

    And to all the Lovers in their beds; to all the Poor Men that cry and the Women who give them Madness; to all those like me, who crave drowned in dryed tears: Do Not Despair. For there He is, impeccably dressed; growling the notes, purring his big cat-like Song. And if she wants a Lover, you´ll still be anything she wants you to.

    Farewell, Leonard Cohen. Tonight you sing higher and deeper than ever. And I´ll die with you a little as well.



"Ah remember me, I used to live for music
Remember me, I brought your groceries in
Well it's Father's Day and everybody's wounded
First we take Manhattan, then we take Berlin". Leonard Cohen. First We Take Manhattan.

"And clenching your fist for the ones like us
Who are opressed by the figures of beauty
You fixed yourself, you said, "Well never mind,
we are ugly but we have the music". Leonard Cohen. Chelsea Hotel #2.




Leonard Cohen
 1934 - 2016

Espiral descendente. 2. Fantasmas y Embriones. Canciones y Despedidas.

    Tararean los días el vals del olvido, la cadencia de las memorias guardadas bajo llave en las neuronas más inaccesibles.
    Murmuran las noches consignas efervescentes contra la tiranía de la resignación, y luego se cruzan de brazos.



Un Fantasma de Cartón.

    Así que me dedico a escuchar el eco dentro de mí, en ese inmenso lugar vacío. A veces distingo su voz, diciendo recuerdos, otras son deseos incoherentes, y aun otras, palabras que hoy sé nunca dirá. Otras veces es mi voz la que murmura una lista eterna de razones por las que quisiera que estuviera aquí, sonriendo como una constelación entera.
    Cuando las voces duermen simplemente me pregunto si el tiempo sabe lo que hace o no es más que un gigante ciego dando tumbos por el mundo; o si marcha a paso de ganso al compás de un metrónomo tirano, cada parada cuando debe ser, cada media vuelta hipnótica orientada por la masiva precisión de una Era Glacial.
    Me asombra y asusta pensar que todos esos pares de ojos, todas esas pretéritas sonrisas y siluetas, todas las imperfecciones adoradas como lares delirantes hayan tenido un propósito concreto al perderse en la arena del reloj, o una lección ignorada que hoy cuelga en mi ventana como un fantasma de cartón.
    Me duele imaginar las noches de salada humedad que nunca fueron, los viajes astrales jamás detonados por labios ambiciosos, incluso las palabras abyectas que lavan reproches con jabón de arrepentimiento.
    Y ahora también me derrota esa presencia en negativo, esta añoranza inútil, y el misterio insoluble de quiénes somos ahora.




Embrión de Paraíso. (Titanio).

    Extiendo mi brazo y lo pongo, obstinado e inflexible, en su hombro de humo y espejos, y empujo; porque la línea amarilla es hoy más brillante que mil soles despiadados. Y yo estoy tan cansado de arder en esa radiación.
    Se que es la única medicina para una historia sin remedio. Se que voy a dejar que el tiempo la rapte de nuevo, para bien o mal. Como se también que esta burbuja de celos y resignación en que vivo me está matando una célula a la vez. Pero esta breve e hipócrita distancia protege, blinda, lamina y enfría el alma hacia la meta: matar no sólo éste, sino todo sentimiento. Nunca más, dijo el Cuervo. Pago el precio sin reparos.
    Porque no importa -con todas las letras-, que yo tenga la tibieza, el sabor, las palabras necesarias. Ni siquiera que nadie más que ella las merezca o haya merecido. Ella no las quiere.
    Y entonces que cada página sea una capa de titanio; encerrando la emoción, entumeciendo lo que no puedo mostrar; asfixiando la sospecha infundada de un destino en el cual igualmente nunca creí, pero llegué a creer vislumbrar. Al demonio con eso.
    Que vengan los paliativos: la carne suave y firme que nunca será realmente mía, el zumo de amnesia siempre tan defectuoso; las estridentes notas fatuas que hablen de amores impuros y egoístas. Todo a fin de hacer de su voz un melifluo eco, de su rostro un fantasma adorado, de su ignorancia una broma inerte. Bajo el frío de las moléculas prensadas este amor que no morirá porque no ha muerto porque no ha nacido; embrión de paraíso que jamás verá la luz untando una noche larga.
    Y afuera ella, sola o no; con su misterio empecinado, con sus ausencias y su amor, sea dulce o amargo. Ojalá algún día su lumínica sonrisa sea total.
    La mía ya jamás lo será.

"She dreams in color, she dreams in red, can´t find a better man...". Pearl Jam. Better Man.





   Apilo mentiras sobre una capa de conclusiones inciertas, construyendo así paredes para un edificio falso que me proteja del viento corrosivo, del sol radiactivo, del aliento de dragón de la desilusión.
    Y conjuro de noche hadas hipócritas con ínfulas de brujas; compartiendo fatuas obscenidades con alegre ansiedad. Con un estúpido, desesperado abandono.



Euterpe canta.

    La conocí de niño, aunque no dudo que estuvo ahí mientras yo flotaba en desesperado y absoluto amor. Me hablaba de cosas pequeñas, rebotando como pelotas en todos los muebles, pisos y paredes, mientras esperaba el nuevo juego de las mañanas y que pasaba en el colegio. Por las tardes decía cosas que no entendía pero sonaban como el futuro, cosas que ahora conozco pero aun me esfuerzo por entender.
    Un poco más tarde, ella empezó a venir apenas me levantaba, y me enviaba al mundo creciente murmurando ensalmos de una magia que parecía brillar en ocasiones en los ojos de las niñas. Cuando regresaba ella estaba ahí, esperando, y me dormía tarareando sus arrullos.
    Y luego los misterios empezaron a florecer, y algunos fueron dulces, otros amargos y otros más eran sólo delirio. Ella jamás ha parado de hablar de ellos, y aun conversamos recordándolos entre risas y lágrimas y brincos y gritos, como en aquellas tardes de profundo azul nostalgia que me he resignado a no recuperar jamás. Por aquel entonces ella empezó a asomar de vez en cuando, no sólo en unos ojos, sino en voces; en formas inquietantes y suaves como el falsete de las flautas para encantar serpientes.
    Yo crecí aun un poco más, y en un tiempo que dicen debió ser el más feliz yo me entristecí, herido por las espinas de una rosa negra. Y ella cantó tristemente para mí, y se puso triste también porque yo no sanaba del todo. Lloramos y gritamos juntos hasta que el tiempo resanó los surcos dejados por las lágrimas, y ella miró mi cuerpo y mi cara y me dijo que estaba vivo. Porque en medio de la penumbra nos hicimos hermanos, y padre y madre, y amantes locos y retozones.
    A veces ella es sumisa y otras traviesa. Otras veces ella está enojada o solloza con suaves lágrimas de sal. Unas veces me cura y otras me lastima mucho, pero sin malicia. Porque ella es sabia y entiende que es necesario.
    Flota en el aire a mi lado y cambia de formas como en un sueño, porque de sueños está hecha. Casi siempre hermosa, o seductora, o demente. A veces insoportable. Pero la quiero, y la perdono porque vivir sin ella es tan imposible que se muy bien que cuando ya no pueda escucharla es porque estaré muerto. Como se que ella será el arrullo cuando duerma al final, y será el viento sobre mi tumba. Y cantaremos juntos para siempre.

"She tied you to a kitchen chair
She broke your throne, and she cut your hair
And from your lips she drew the Hallelujah". Leonard Cohen (+). Hallelujah.





The Incredible Shrinking Woman.

    Recuérdame de vez en cuando, entre la risa diaria, sin fijarte en lo que yace atrás. Extráñame, como si realmente el mundo girara avanzando en un tiempo que significara algo.
    Olvídame cuando llores porque nunca tuve el derecho de enjugar tus lágrimas, y en realidad nunca quise hacerlo. Lo que quería más que nada en el mundo era hacerte reír cada día hasta mi muerte. Ahora que alguien más tiene ese trabajo, olvídame para yo poder olvidarte. Olvídame aun más, por favor.
    En nuevas coincidencias dí hola con una sonrisa, yo haré lo mismo; ambos con plena conciencia que cada saludo será una despedida. No te importe quién se fue primero.
    Todo esto porque quiero ser libre con la libertad más amarga, la de no ser tuyo. Libre de la memoria de tus ojos. Libre de la ceguera de la nieve de tu sonrisa. Libre de tu voz, que ronronea insoportable en el silencio que me aplasta. Libre del amor inútil que me masticó y escupió.
    Y así como yo he elegido ignorar si alguna vez me visitaste en algún sueño, así tú ignora la acidez en mis palabras; mis retinas hechas de puro dolor; mi rencor destilado entre líneas y párrafos hacia un destino imbécil que me estafó por diversión.
    Vete y sé feliz en una casa de muñecas, grita eufórica o suspira o gime en una hoja de árbol; vete y sé feliz a lomos de un átomo disperso. Y recuérdame de vez en cuando, entre hilarantes microsegundos, sin reparar en lo que pudo ser, incluso aunque un gigantesco yo no pueda prometerte lo mismo.

"And in the darkest night
If my memory serves me right
I'll never turn back time
Forgetting you, but not the time". Green Day. Whatshername.



viernes, 4 de noviembre de 2016

Espiral descendente. 1. Despecho y Consuelo. Avería y Evasión.

Cómo reparar una Canción Descompuesta.

    Gustavo canta y las fibras musculares se contraen en el centro del hueco, eso que solía llamar pecho. La canción arruinada que busco arreglar, aferrando los cables vivos de la memoria que niego tozudo, que pretendo disolver con una indiferencia de tienda de descuento. No quiero odiar esas notas, pero arden como plata, como agua bendita.
    Tengo que recuperarla, lavar la capa de celos que la cubre. Quizá si la escucho un millón de veces vuelva un día a ser esa canción de Gustavo, esa canción que me dió y nos dió a todos, y no será más el acónito y el cilicio. Nota por nota, frase por frase, recoger los restos que lleguen a la playa. Algún día perderá un poco de ese sentido atroz y triste.
    Y ese día tal vez estaré lleno de nuevo, el corazón en su jaula y la lección aprendida, incluso apreciada. Mientras, Escuchar. Esperar. Repetir.


"¿Qué otra cosa puedo hacer?". Gustavo Cerati. Crimen.




Auto de Fé.

    Que sea más fácil entonces vivir entre las palabras ligeras de la vigilia, pero buscando de noche las que dejan el regusto. Que la musa duerma en su hogareña tierra hasta que los filamentos ardan, y luego seduzca impúdica o cruel o tan tierna a la luz de lámparas o pantallas.
    Que si la vida no tiene un propósito, se gaste entonces entre los surcos del párrafo; baile con los espectros que suben del cenicero; ría con los delirios que sugiere la ocasional cerveza.
    Que si amor y fortuna y fama me son inaccesibles, no me sean ajenas la Pasión, la Imaginación, la Paz del anonimato. Que si Dios me ha olvidado o me ignora a propósito, mi Fé sea este acto compulsivo, este ahora y aquí; mi Esperanza el próximo Capítulo; mi Caridad la escasa y ardua buena frase.

"And I say
Losing love is like a window in your heart.
Everybody sees you're blown apart.
Everybody hears the wind blowing."
Paul Simon. Graceland.




La Parte Más Fuerte.

    El mareo me permitió tocar la pantalla en generosa misericordia: Cancelar. La locura del agave plantaba cara como nunca antes, porque nunca la había necesitado tanto. No sé si fue en ese momento que te extrañé tan rabiosamente, y a tu risa como monedas de plata, y a tus ojos de ámbar.
    Con el corazón despedazado y el hígado tomado por sorpresa recordé, o quise hacerlo, el oxígeno de esos días; más fuerte, más ligero. Porque entonces tu hombro estaba junto al mío; porque a veces fuimos balsas uno del otro y a veces náufragos; porque fuimos infalibles.
    En medio de mi minúscula tempestad y subsecuente catarsis etílica, esta vez fui yo quien necesito oír que todo iba a estar bien. No envié el mensaje porque la hora, la distancia, el tiempo y al final la razón me convencieron de no hacerlo. Era sólo otra decepción, sólo otro crimen sin resolver.
    Y a fin de cuentas pensar en Tí, extrañar tu ingenio y tu ternura, recordar tu rostro mismo me dió fuerza. Quizá sea que vives en la parte más fuerte del corazón, mi Niña de Agua, mi Mejor Amiga para siempre.

"I remember you". Skid Row.




Maquinaria Descompuesta.

    Cuánto desearía poder repararme. Desarmarme de pies a cabeza, parte por parte; localizar la falla, erradicarla con saña inaudita.
    El radar no fallaría más; la boca estaría conectada también a como quiera que se llame lo que llevo en el pecho. Los ojos no serían tan ciegos.
    O cómo quisiera poder puentear los nervios, blindar cada poro. Reducir la temperatura al mínimo.
    Lo que fuera, antes que sentir este vértigo, esta opresión que mientras caigo me deforma el alma.
    El doctor dice sin embargo, que el sistema falló hace mucho tiempo; no hay remedio, tengo que aprender a vivir así. Seguramente quiso decir "aprender a morir".
    Y así la maquinaria descompuesta suelta amarras y pone proa al agujero en el polo; la espiral descendente de la comprensión, de la aceptación de los imposible y lo improbable.
    Los engranes van a saltar, los circuitos a fallar de vez en cuando. Qué más da, ya no quiero atracar. Nunca más.
    Timón, proa al Polo. Derecho hasta el anochecer.

"Why bother? It's gonna hurt me, it´s gonna kill when you desert me". Weezer. Why bother?



Endorfina y Alcohol.

    La luz vencida, los filamentos y neones comienzan la juerga. Bombos y címbalos hacen caso omiso de la gravedad. Ojos y piernas por doquier, y sonrisas descaradas, o alegres en honor del asueto; o levemente desquiciadas al borde de la franca carcajada. La noche nace y no hay mañana hasta que el sol termine de urdir su venganza.
    De repente sube la Marea, olas enormes y consecutivas; ambarinas, dulces o amargas; dan vueltas y vueltas sin reparar en Coriolis o cuál hemisferio inundan, sea el izquierdo o el derecho. Desfilan los caprichos de la lengua: la carne, la sal, la salsa, el limón. Y otra cerveza, y otro whiskey y otro shot; los cuerpos se mueven, y sudan; y los pechos se abren o se rompen; los cerebros se inundan de endorfina y alcohol, y se enamoran por minutos, por días, o tan siquiera por unos pocos años.
    La noche se agranda y se comba, se hunde por su peso en la profundidad propia, siempre más oscura cuanto más se acerca a su ejecución por luz. Algunas aves cambian de percha, emigran a donde haya más: más alcohol, más piel, más sudor; otros tambores y trompetas que justifiquen la memoria y evoquen el olvido; o den pie a la lascivia tan dulce, al pecado feliz y esas otras cosas urgentes que se susurran entre jadeos sinceros.
    Lejos, detrás de los espejos o encogidos en los cajones; colgados en el clóset como un murciélago mascota, el dolor esperará los retornos, la soledad los abrazará mientras corren los pestillos, la desilusión dará los buenos días.

"I'm gonna fly like a bird through the night, feel my tears as they dry. I´m gonna swing from the chandelier". Sia. Chandelier.







No hay nadie. Conclusión.

    Algo flotaba en el aire desde esa mañana, después de una noche muy triste y llena de remordimiento. Pudo sentirlo, y más tarde se dio cuenta plenamente de lo que pasaba: los pájaros habían vuelto. Su escandalera resonaba por lo que parecía la totalidad de la ciudad. Un par de veces entre el barullo, creyó escuchar ladridos. Pero no había sonidos humanos, todavía no.
    Ahora la luz comenzaba nuevamente a emprender la retirada, y el iba a intentar algo. O todo. Las cosas habían cambiado y él tenía todo que perder. Y no iba a irse de esta forma.
    Tomó el abrigo y se lo puso, los tenis tendrían una auténtica prueba de fuego, pero tenía que cruzar buena parte de la ciudad, y quizá fuera posible encontrar transporte, pero de alguna manera sabía que también era poco probable, al menos para él. Pensó en la Revelación de la noche anterior y el recuerdo fue un trago de hiel, pero no flaqueó. No sentía que pudiera permitírselo. Aun podía ver los ojos del anciano, y no quería volver a ver algo así por lo que le quedara de vida.

*

    Quizá fue una cacerola o una sartén -una sartén realmente grande-, una lámina de acero o tal vez un auténtico y verdadero gong salido de Dios sabía dónde, lo cierto es que el sonido fue enorme, gigantesco, cósmico. Bíblico. Gong, resonó hasta el mismo sobaco del Universo. Porque había entendido.
    El anciano yacía espatarrado exactamente como había imaginado desde el momento en que salió del bar, y llegó al callejón mugriento y siniestro y triste, y comenzó a ver.
    Primero vió al viejo, materializándose ante él; un brazo enroscado y tenso alrededor de la parte baja del carro de supermercado surrealista y oxidado. Luego el indigente lo vió a él, y su rostro sucio y desesperado se volvió una máscara lívida de miedo puro. Después ocurrió lo demás.
    El pobre hombre gimió, su plañidero gañido queriendo ser un alarido hecho y derecho, y fallando de manera por demás miserable. Gimió un nombre, y otro desharrapado algunos años más joven surgió en el aire, alarmado a su vez, pero principalmente de ver a su socio en la desgracia tan descompuesto. Infartos y embolias, infecciones devastadoras; los derrumbes e implosiones eran tan comunes entre ellos que Pancho -que así se hacía llamar el más joven-, temió que el Viejo Pollito fuera el siguiente caído.
    El viejo sin embargo no se aferraba el pecho, no torcía la cara, no languidecía enfebrecido. Solo estaba blanco como la leche y apuntaba un tieso dedo tembloroso al aire frente a él.
-¡Un aparecido, un muerto!- consiguió graznar el Pollo, y Pancho desde luego se preguntó si no sería presa del delirium tremens, aun cuando sabía que no era un borrachín ni un drogadicto.
-¡Tranquilo Pollito, cálmese! ¡Está viendo cosas nomás!- dijo, con pleno conocimiento de causa y cierta experiencia con otros compañeros. Sin embargo casi por puro reflejo miró hacia donde Pollo apuntaba y entonces sus párpados parecieron dar de sí, tan grandes se abrieron sus ojos.
    Ante él, abandonando crecientemente una transparencia imposible, se erguía un hombre de unos treinta años, frente pronunciada, anteojos. Pantalón de mezclilla, camiseta o sudadera color vino y un abrigo muy similar al que soñaba encontrar un día entre la basura. El aparecido parecía avanzar un paso, como preocupado por el hombre más viejo. Pancho de hecho vio su boca moverse, como preguntando si el Pollo estaba bien o pidiéndole que no se asustara. Congelado entre la indecisión de sentir miedo o no, Pancho notó que los ojos del fantasma se movían hacia él y a su vez parecían querer salirse de sus agujeros, como si no lo hubiera visto antes. Lo cual por supuesto, era exactamente lo que estaba pasando, pero eso Pancho no lo sabía. Lo que supuso, lo que originó el extraño final, fue el convencimiento de que el Pollo tenía razón, pero aun peor, algo que Pancho vió en el rostro del espectro o espíritu o lo que fuera, es que era uno de esos muertos que no sabía que estaba muerto. Esa idea le llenó el lomo de agua helada, y la sensación, que hizo que cada vello de su cuerpo se irguiera, le despertó no obstante la valentía y a continuación su garganta se abrió en una serie de voces estentóreas: -¡Ayuda! ¡Auxilio! ¡Ayuda, alguien!.
    Quizá fue el miedo en esa voz, la sorpresa, nunca se supo ni se sabría. Los sentidos del Fantasma Más Vivo del Mundo se afinaron hasta el máximo y poco a poco, de entre las sombras y por entre basura y cajas y mil tiliches dispersos pudo ver una, dos, cinco siluetas emerger de aquella nube invisible que cubría al mundo (pero no, no al mundo), en una gloriosa zarabanda de solidaridad y valentía inconsciente. Entonces, el gong sonó, retumbó, y se dió cuenta cabal no de La Situación, sino de Su Situación.
    Completamente sobrecogido no reparó que sonreía a medias aunque la expresión de su cara era la de alguien que recibe un manotazo inesperado, y con toda razón. Se dio la vuelta y dejó que sus pies lo llevaran a dónde fuera; su mente absorta rumiando la certeza de que la gente no había ido a ninguna Dimensión Alterna. Las criaturas no se habían extinguido, desaparecido ni emigrado. El Mundo nunca había cambiado. -¡Gong!-.
    Él sí.

*

    La oscuridad de la noche ya había ocupado su lugar para el tercer turno, ése que le confería al tiempo una elasticidad misteriosa sobre todo cuando la luz y el sonido escasean.
    Los pájaros ciertamente habían cesado la barahúnda, al menos los diurnos, y de repente fueron reemplazados por miríadas de grillos. Pudo apreciar la sinfonía estridente de minúsculas cuerdas destempladas aumentando en número y resonancia mientras avanzaba cansado por la zona residencial, lozanos jardines y árboles firmes con esa valentía tozuda que niega la victoria del asfalto y declara en silencio que lo verde volverá algún día por la Tierra, esa amenaza que los humanos nos obstinamos en ignorar.
    El cansancio de cruzar la ciudad a pie mantenía la ansiedad a raya. La culpa era otro cantar. E incluso la culpa contuvo el aliento cuando divisó la elegante pero discreta placa de hierro que nombraba, describía y definía al Hogar de Descanso.
    Las puertas aun fueron francas una vez para él. Lo bueno dentro de lo malo, el horario de visitas no se aplicaba a su persona.
    No sin cierto trabajo encontró la habitación, después de todo sólo había venido una vez. Cierto que no tenía relación sanguínea con la anciana, pero intuía el simbolismo en lo que pensaba hacer, y los meses anteriores y los eventos recientes le habían traído a la memoria a esa pobre alma de manera súbita pero brutalmente clara.
    Al entrar a la habitación de Doña Remedios sonrió levemente. La sensación de nerviosismo era muy similar a su primera cita, en una ya lejana pubertad. La cama era el breve centro del escenario, muebles de hospital sin los ominosos artilugios de soporte vital. Remedios seguía viva, para bien o mal. Pequeña y enjuta, era una cosita frágil; una muñeca diminuta posada contra las almohadas de nieve, las inmaculadas sábanas, la coqueta edrecolcha de flores minúsculas en estampado redundante. Pequeñas artimañas de alguna dedicada empleada, obstinada en maquillar la soledad y el olvido.
    Y el Olvido era la vida de Remedios, pensó con tristeza, evocando la suave sonrisa de la anciana abandonada por sus hijos y nietos, no tanto por maldad sino una probable mezcla de negación al dolor y miedo al futuro. A los humanos nos cuesta trabajo también entender que la vida es un camino recto hacia la muerte.
    En ese punto su intuición partió a tomar un café o algo así. Sobrecogido por la visión del probable futuro que ilustraba la ancianita, no supo para qué había ido o con qué propósito. Así que la ternura lo arrolló como un tren, lo empapó súbitamente como una ola intransigente. No pudo resistir el impulso de caminar hasta el costado de la cama. Una vez ahí, con un titubeo y temblando de pies a cabeza, posó una mano sobre la coronilla de la mujer, la seda del blanco pelo acariciando su palma; con la otra tomó la de la anciana. Con insospechada fluidez, al mismo tiempo que sus ojos se anegaban y las lágrimas trazaban diminutos caminos sobre sus mejillas, se inclinó sobre la viejecita y depositó un beso que pesaba más o menos lo mismo que un colibrí, pero lo suficientemente mágico para suavizar el rostro de Remedios y conjurar el fantasma de una sonrisa. Sonriendo a su vez susurró: -Buenas noches, Remeditos. Que duerma bien. Volveré pronto...-.
    Enjugándose el rostro con gesto infantil, salió al pasillo en dirección al teléfono de monedas que esperaba impaciente.
    La enfermera que cruzó de una habitación a otra se rindió al peso de las tareas que tenía por delante y eligió no preguntarle que hacía ahí a deshoras.
    Descolgó el auricular e introdujo una moneda cuyo peso parecía haber aumentado. Una pausa.
-Hola... habla Enrique. Sí, ése...jaja. Sí, hace mucho tiempo. Pero quería saber cómo estás...-.
    Afuera en el Mundo, siete mil millones de personas yacían en sus camas, durmiendo, amando o llorando; cruzaban calles y avenidas a pie o en algún vehículo; comían, hablaban, soñaban y estallaban en llantos o carcajadas.
    Y en el Mundo, lleno de vida, un hombre invisible dejó de serlo. Y no hubo nadie que no pudiera verlo.

FIN.



Posfacio Delirante.
    Este puede ser si no me equivoco, el relato más extenso que he escrito. Me tomó meses hacerlo y quizá pasó un año desde el primer esbozo. Sin ahondar en los porqués de las últimas semanas, sólo diré que extrañamente, la historia que al parecer no daba para más de dos o tres cuartillas me marcó su propio ritmo, al grado de prácticamente escribirse ella misma. Y vaya que tenía algo qué decir.
    La historia en sí parte de una idea: la naturaleza de la Soledad, motivado por circunstancias algo tristes en mi vida. Y la idea es la siguiente: Que la Soledad no es crecer un hijo único, dueño designado de casi todo lo que está a tu alcance pero sin el "chiste" de compartirlo. Que no es crecer como una larva extraña, introvertida y a menudo huraña; cualquier adolescente puede hacer eso. No es, a despecho de alguien, eso que sientes cuando tu novia te destierra de algún rincón oscuro al que resulta tan sencillo volver como robarle una canción a un idiota (yo soy el idiota, pero al fin la canción ni es mía).
    No. Es algo subjetivo por supuesto, pero mi percepción y mi sospecha es que la auténtica Soledad se te aparece un buen o mal día, quizá incluso despiertas así, sintiendo con absoluta y total certeza que "no hay nadie" en el Mundo -definitiva, contundentemente-, a quien puedas contar lo que sientes, cualquier cosa que esto sea; que nadie puede entender realmente cómo es estar en tu lugar. De hacerlo, de contarlo, de intentar desahogarte, sabrás que es inminente un aluvión de lugares comunes, frases de cajón reconfortantes y hasta regaños, e incontables enunciados estelarizados por la primera persona del singular. A ver si aprendes.
    Divago un poco, pero hay algo más que quiero decir en relación a esa idea. La mayor parte de esa Soledad viene, de hecho y según mi experiencia, de adentro; casi nunca o apenas de afuera. En lo personal, nunca me sentí más solo que cuando me rodeé otra vez de personas, pero después descubrí que esa Soledad la producía yo, gracias a mi Necesidad de Aprobación, ese ogro comeniños de mi infancia y adolescencia.
    Sin embargo, no pretendo moralizar aquí; el final es después de todo, el que la historia misma quiso tener. En realidad esta tediosa perorata egoísta es un mero pretexto, o quiero que eso sea, para agradecerles por leer ésto, todo lo anterior y si ustedes gustan, lo futuro. E igualmente por aguantar este experimento por entregas -ya sea por el suspenso, por la inconstancia o por el aburrimiento-.
    Mil gracias. =)
   

viernes, 14 de octubre de 2016

No hay nadie. Parte 6.

    Traspuso la entrada con una sensación similar a la primera vez que pisó un bar, hacía mucho en otro mundo; una mezcla fluctuante de nerviosismo y excitación, aprensión y -sí, por cierto-, euforia pura.
    Parte de esa euforia fue detonada al abrir la puerta, por el sonido algo desgastado de la campanilla -ding-, que denunciaba la entrada de otro disoluto comensal, tan parecida a la que resonaba en su conciencia cada vez que -y eso se le hizo tan claro como los ojos de su abuela-, elegía ignorar lo que el vacío mundo estaba tratando de decirle. Y aun, tenía la sensación de que incluso si lo que iba a intentar funcionaba, eso no sería todo. Que faltaba algo más.
    Caminó con calma por el local, la luz baja delineando perfectamente las mesas altas, redondas y compactas con sus tres sillas a juego, sin resultar intensa pero tampoco dejando lugar a rincones demasiado oscuros. Ni siquiera tras la barra, con el consabido espejo posterior camuflado por un caleidoscopio apropiadamente dionisiaco resultaba iluminada en su totalidad, y ello siempre le había gustado; el pequeño lugar se ofrecía siempre íntimo y cálido, hasta pícaro e incitante, como si cualquier cosa pudiera tener la oportunidad de suceder ahí: un buen negocio, una nueva amistad, un encuentro lascivo y delirante o tal vez incluso un romance eterno. Y también, quizá...
    Ahora un poco más nervioso que antes, tomó asiento en un reservado casi al centro del lugar e intentó concentrarse en la imagen que había visualizado todo el día: un hombre, solo, sentado junto a la barra de desgastada apariencia, pero barnizada con dedicación y más limpia de lo que uno podría esperar; alguien portando la soledad como una gabardina de la talla perfecta. Por un segundo, sin saber por qué, imaginó a una mujer, ciertamente una prostituta, cansada y triste. Cerró los ojos y se enfocó en la idea original; un paso a la vez, no quería arruinar el experimento, ¿o sí?
   



    Raúl Sifuentes aun no superaba la impotencia, la sensación de injusticia cósmica, la enorme soledad que sentía. Con cansancio, un cansancio infinito, sacó su cartera y de ella la fotografía en la que concentraba todo su calvario presente y quizá futuro. En ella su esposa, joven todavía y hermosa como una madona de expresión ligeramente cansada pero alegre sentaba en su regazo a su hija, tan pequeña y adorable, un querubín en vestido azul, de cabellera color tostado. Todavía quedaban en la imagen restos de la alegría y el orgullo, y aquel amor tan absoluto que por aquel tiempo lo asustaba en ocasiones, al imaginarlo perdido de cualquier descabellada manera. Ahora que había sucedido sabía que había tenido razón en temer. Miró la foto, a la madre hermosa que antaño sollozó su nombre con placer entre sábanas revueltas y que ahora pensaba en él con asesino desprecio; sintió el amor y el odio y el rencor, revoltijo psicótico corroyéndolo de adentro hacia afuera sin tener la decencia de matarlo de una vez. Miró a su hija, su niña por siempre y para siempre, que hoy era una mujercita confundida, beligerante e impertinente, vengadora taimada de su niñez muerta entre gritos e insultos, con la manipulación y el chantaje como armas punzocortantes de propia y acertada elección.
    Sintió sus ojos arrasarse y estiró la mano, asiendo el vaso donde dos hielos ardían en agonía definitiva. Sus ojos después hicieron contacto con los de la mujer en el otro extremo de la barra, iniciando un diálogo mudo que terminó un segundo después:
-Hoy no preciosa, no estoy de humor.
-Yo tampoco cariño, pero cuando gustes...
-Gracias, buenas noches. Cuídate.
-Tú también cariño. Tú también.
    Ella desvió la mirada súbitamente al fondo del bar, donde un hombre estaba sentado en el reservado del centro, con los ojos cerrados. No lo había visto entrar. Debía estar más cansada de lo normal, porque desde la posición privilegiada en la que estaba dominaba todo excepto los baños. Y desde luego, la gente no se materializaba del aire, eso sería magia, y ella sabía que no existían ni magia ni milagro alguno. Raúl Sifuentes siguió su mirada, y pensó fugazmente en que no había reparado antes en la presencia del fulano. En ese instante, justo cuando Jennifer -Graciela de día-, regresó a su último trago antes de salir a buscar un tercer cliente esa noche, el hombre abrió los ojos, y luego éstos se abrieron aun más, con alarma o sorpresa, cosa que realmente a Sifuentes no le importaba. Dirigiéndole una leve inclinación de cabeza a manera de saludo, volvió al tormento de su fotografía y al nepente del whisky de regular calidad.
    Y luego desapareció en el aire, saco arrugado, fotografía y vaso medio vacío incluídos, ante los atónitos ojos del (Ya No Tan) Último Hombre en el Mundo.
    Este, sabedor de que no tenía caso perseguir o insistir en otro encuentro, en otra aparición, sustracción o lo que fuera, su teoría ya comprobada, desolado por la brevedad del contacto pero extasiado ante el parco saludo de aquel hombre cuya tristeza brillaba en la tenue luz del bar, se levantó y fue al siguiente lugar anhelando la inminente confirmación de la idea que ejercía esta vez el incesante revoloteo de mariposa en su cabeza:
    Los perros perdieron de vista a sus amos, y por un segundo dejaron de Ser en ese otro mundo o dimensión aparte, hasta que llegó el silbido, la llamada del amo. Los gatos son esencialmente individualistas, excepto cuando se aparean. Y la rata... bueno, ésa estaba lejos del nido, aparentemente. Pero todas las criaturas estaban solas cuando las trajo de vuelta, y por eso sólo podía traer a una a la vez. Y ahora ese hombre, evidentemente solitario, ese hombre había regresado de donde quiera que hubiera ido todo el mundo. Todo ser vivo, excepto él.
    Estaba completamente, indiscutiblemente ecstático. Imaginen si hubiera abierto los ojos a tiempo y visto también a Jennifer, antes de que ésta volviera a su trago, a su incompleta cuota de la noche y lo mirara contrariada salir con prisa del bar, un cliente potencial perdido al que no tenía ganas de perseguir, y que se dirigía directamente al lugar donde dormían los indigentes...

Concluirá...


viernes, 30 de septiembre de 2016

No hay nadie. Parte 5.





    Lo confortó un poco saberse enfocado, contenido. Se dió cuenta que no contemplaba el fracaso, que la resignación de los meses pasados cedía ante el deseo auténtico y apremiante de regresar al mundo, imperfecto como fuese, a su estado original. O normal, o lo que fuera. Porque lo que se dice "originalmente"... pues originalmente no había nadie.
    Así que en lugar de desesperarse o deprimirse buscó distanciarse un poco del problema, tomando tragos menudos de una botella de cerveza y escuchando por primera vez en días el inmenso silencio primigenio de la ciudad vacía.
    Se dió cuenta asimismo que sobre todas las cosas en su cabeza estaba una intensa curiosidad por entender cuál era esa pieza que faltaba, que podía sentir rebotando en el cráneo y haciendo tamborilear sus meninges. 
    Sólo un gato.
    Nada más que un gato, o un perro, o una rata. No un par ni un grupo. A veces, recordaba, en el callejón se reunían hasta veinte gatos, una demente sinfonía de gaitas afónicas, a menudo terminando en maullidos aterradoramente largos, heraldos de ruidosas peleas multitudinarias o de apasionados encuentros -a juzgar por tono y volumen- delirantemente sexuales.
    Perros. Hasta ese momento reparó en el hecho de cuántos perros podían coincidir en el Parque en un domingo. ¿Veintenas? ¿Treintenas? ¿Un ciento? La última estimación no parecía descabellada.
    Y las ratas. Bueno, las ratas se contarían seguramente por decenas de miles, acaso centenas.
    Pero los seres humanos eran -fueron- miles de millones. Más de siete mil, creía recordar. Siete mil... siete... Santo Dios.
    Con sorpresa vió, al intentar tomar otro trago de cerveza, que la botella estaba vacía. Fue por otra al refrigerador, procurando no darle tanta importancia al siete y los nueve ceros que flotaban en su mente.
    Siete mil millones de seres humanos se habían esfumado del mundo en una sola noche, y sólo uno de ellos lo sabía. El último que quedaba. Él.




 
    Y entonces fue necesario preguntarse ya no cómo, ni por qué. No, la pregunta que comenzó a revolotear detrás de su frente fue 'a dónde'. ¿A dónde fueron siete mil millones de personas y miles de millones de criaturas vivas -sin contar por supuesto, a los insectos-? Debían estar forzosamente en algún lugar, desde que podía traerlos, aunque fuera de uno en uno. Cada vez le parecía menos probable el que él en su insignificancia tuviera el don de volverlos a la vida o recrearlos. Tenía que estarlos recuperando de algún lugar.
    Nunca, jamás en su vida disfuncional y casi ascética creyó o imaginó siquiera que alguien pudiera estar y sentirse tan solo. De improviso se encontró a sí mismo riendo histéricamente ante una idea que saltó como un payaso de una caja de cuerda: ahora entendía perfectamente qué había poseído a Adán al pedirle a Dios una compañera. Cuando se calmó, imaginó al Todopoderoso en plena cirugía, murmurando atronador: "Sabía que para algo había puesto esa costilla extra". Y volvió a desternillarse.
    Tal vez, pensó mucho tiempo después, fue eso lo que salvó la situación. Pasado el lapsus, se encontró acunando la segunda cerveza en el regazo, arrellanado en relativa y frágil paz en el sofá, los pies cruzados y estirados; el brebaje había perdido la baja temperatura, pero sabía mucho mejor que muchas otras bebidas hacía una vida en algún bar.
    De buen humor, regresó con facilidad a la cuestión, y a hacer múltiples balances entre el número uno y la infinidad de combinaciones de los otros nueve. De improviso recordó la letra de una -realmente antigua- canción de Three Dog Night: "One is the loneliest number". Por alguna razón, mientras tarareaba el único fragmento del coro que recordaba, imaginó que cuando escribieron la canción no había manera de que supieran que tan cierta podía ser.
   


 
    Él mismo, a pesar de saberse un solitario y en ocasiones hasta considerarse misántropo, jamás hubiera imaginado que existiera la posibilidad de sentir una soledad tan apabullante. Comenzó a pensar serenamente en la cuestión, sin perderse en autoconmiseraciones ni pensamientos amargos. Imaginó los clichés sobre el humano solitario, algo así como el retrato en el diccionario: el hombre inclinado sobre el vaso casi consumido en el bar; la mujer ya madura que nunca se casó; un adolescente fugitivo con el pulgar alzado caminando hacia atrás por la carretera, emanando una débil y pulsante esperanza; una anciana olvidada en un asilo, consumida, casi hundido el esbelto y reseco cuerpecito entre sábanas ásperas bajo la vieja colcha de retales más adorable; un mendigo agazapado entre los pliegues de un abrigo imposible y zarrapastroso, bajo la sombra de un carrito de supermercado rebosando de las pruebas de la inconsciencia y el egoísmo.
    El sueño tomó su cuerpo y su mente apenas sin advertencia. Cuatro cuadras más allá de la luz olvidada de su apartamento, un tal Raúl Sifuentes contemplaba el ámbar restante en el vaso y pensaba con amargo amor inútil en su exesposa. Once cuadras más lejos aun, Amelia intentaba contener un jadeo mientras deslizaba una mano entre sus muslos y se odiaba por ello. En las afueras, donde el buen nombre de la ciudad oscilaba entre el orgullo de las residencias enormes y los patios de ferrocarriles lúgubres, una lágrima hacía su mejor esfuerzo por remontar el rostro suave y lleno de arrugas de Remedios, que pensaba en los hijos que ya nunca vendrían a visitarla, mientras un hombre sólo conocido como Pepito pero más frecuentemente apodado el Pollo, roncaba suavemente entre la mugre y la basura con medio cerebro alerta, cuidando sus cochambrosas y escasas pertenencias, o pendiente de esos malditos chacales que habían golpeado por pura diversión a otros habitantes del Olvido. Dos kilómetros más allá Felipe corría para alcanzar las luces intermitentes de un Civic, atento ya a los signos y señales que quizá le reportarían un par de billetes y pensando: "Ojalá este tipo sí quiera usar un condón".
    En el Apartamento de la Luz Olvidada, el Último Hombre roncó, medio ahogándose, y despertó. Su cerebro aun dormido lo hizo murmurar: "solitario". Y él entendió quiénes y por qué serían más susceptibles de reaparecer en el mundo. Apagó la luz y se fue a acostar.
    La noche siguiente, más o menos a la misma hora, tomó su abrigo y se dispuso a recorrer las cuatro cuadras que mediaban hasta el bar.