viernes, 26 de febrero de 2016

Directo del Cuaderno.

Condenado.

Te abrazo porque no estás aquí.
Me lleno el alma con tu olor inventado,
alimentando la demencia
con los sollozos en la trampa del pecho.

Hoy no aguanto más. Y vuelvo a ser
el fantasma abandonado en el bosque,
un cadáver sin novela negra
que cuente su muerte.

Hoy estoy más solo, más desconocido,
más mudo que el viento
en donde no hay nadie.
Hoy no me salvas con la promesa de tu piel.

Rezaría tu nombre aun desconocido
si mi voz no fuera un maleficio,
si mis brazos no trituraran tus alas,
si mi amor no fuera un veneno de tristeza.





Por una Noche.

Ayer te odié por todo el tiempo
que no me permití hacerlo.
Tomé el recuerdo de tus ojos tristes
y tus labios prohibidos
y maldije cada hora de amor
que sentí por ti.
Rompí mi promesa de no culparte
y te reclamé el romper mi alma,
y por esta maldición de miedo;
por tantos años de amar en tierras yermas.
Por una noche dejé de perdonarte.




Si tan solo no fueras tú,
y si mi vida no dependiera
de tus ojos cerrados y tu boca entreabierta.




El Vaivén de tus Párpados.

Estoy pensando en ti tan intensamente
que puedo sentir el eco de tus sueños.
Estás tan intercalada en mi tiempo
que lo puedo medir con el vaivén de tus párpados.
El largo de mis brazos es exactamente
el ancho de tus hombros, la forma de tu cuerpo,
y el aire en mis pulmones es oxígeno, nitrógeno y tu aliento.

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