Qué peligroso es intentar mirarte a ti mismo, aun si la mirada es diferente, porque lo hacen los mismos ojos de siempre. El peligro está, por supuesto, en las cosas que descubres y el grado de voluntad que tengas de hacerlo.
Cómo la cabeza se te convierte en un laberinto flexible, que cambia de forma y tamaño e invierte sus polos sin enviarte un sólo memorándum o mínimo un whattsapp. Y existen palabras que modifican o cuajan universos de bolsillo, y silencios que iluminan o interrumpen el destino de tus ojos.
Imposible tomar decisiones, sean sensatas o valientemente necias, cuando sientes tus células reemplazándose; cuando un 'pero' cae silbando del cielo; cuando despiertas sabiéndote diferente cada mañana. Sereno o desesperado, invariablemente ruegas por un hecho y una textura, una palabra que sirva de mapa, por alguien que alquile o done o venda verdades infalibles.
La Verdad Guardada (Sirena).
Me dices la 'verdad' que guardas, un dolor ajeno y extraño que viene del espacio; es un monstruo renegón de ojos bizcos y piel de consistencia viscosa. Luce cual espejismo, cual holograma; como un efecto especial que lucho por y fracaso en creer.
Y entiendo que lo haces porque el tiempo ha juntado nuestros hombros. Y porque nuestros caminos corren paralelos por mucho o poco que sean iguales. Porque hay sitios en el tiempo que nos son comunes. Indudablemente también porque una parte de ti y de tu mundo contiene cosas y fotografías y memorias del mío.
Te agradezco. Pero no puedo ni quiero creerte.
No puedo, porque esa 'verdad' viene de otro lugar y otro tiempo y otro mundo que no son míos y no quiero conocer; porque está hecha de un aliento rancio, de desilusión, de tiempo incompleto y sabrá Dios qué más.
No puedo, porque tu propia verdad te hirió y quizá eso ha puesto fantasmas en tus córneas. Porque tu pecho está vacío y desesperado, y tu brújula y tu mapa dudan uno del otro.
Y no quiero creer, porque sé que me miras bajo tu hombro y me crees cubierto por tu sombra. Porque tú además de mí y los demás me crees insuficiente y magro, y crees que mis engranes son blandos. Porque me exiges que apueste la piel y el cerebro y el corazón y todo lo demás, y luego siembras la duda, y después me deseas provecho. No quiero, porque guardaste la 'verdad' y me la diste tarde. Debiste callar.
No quiero, porque no puedo permitir que la 'verdad' me emborrone la sonrisa más hermosa, la promesa en sus ojos, el único futuro que puedo creer posible.
No quiero, porque al final del día no tuve sonrisa, ni brazos suaves ni grave ronroneo, y tú en cambio fuiste al lugar donde sanas a propósito y lastimas sin querer.
Sé que soy injusto y sé que quizá después te pida perdón por esto, llegue a ti o no. Pero las reglas no escritas de nuestra Coincidencia quizá demanden el hacernos bien aun de esta manera.
Y si acaso tienes más 'verdades' guardadas, pues guárdalas bien.
Entiende que yo ya sólo puedo escuchar su voz, que estoy sólo y a la deriva y no quiero ver los arrecifes. Y, Palas me ampare, quiero ir con mi sirena.
Johari Sakura.
Vagando por las cuatro habitaciones, contemplo las ventanas con fascinación casi morbosa. Es difícil ser testigo de uno mismo, y más aun imaginar con un escalofrío lo que duerme en los ojos de los demás.
Hay también una habitación donde se guarda lo innombrable y lo ignoto, las sombras fugaces del reojo. Pero es inútil temer esa estancia que muy probablemente está compulsivamente ordenada; las cosas que ahí habitan sólo saldrán si alguien intenta encender la luz.
Es mejor mirar por la ventana; ver con los ojos limpios el paisaje desértico; las seis paredes lisas y transparentes del pequeño cubo; la escalera: el caballo; la tormenta; las flores. Es mejor darte cuenta de tu hermosa imperfección y entender el azar maravilloso de Tiempo y Espacio. El potencial de lo que canta en tus venas. Probar la dicha verde en las hojas de hierba, rezar con fé y alegría el Invictus.
No llores por lo que no pasará.
No ignores las horas de plata prístina.
Y deja, por lo que más quieras, derramarse la sangre que deba correr, sobre lo que más quieras; la recompensa por ello, si la hay, será un planeta entero de tu propiedad, un mar cuyas orillas giman sonrientes. Y si la recompensa no llega, no será tu sangre la que haya fallado.
No puedes cambiar lo que otros ojos guardan de ti. Cariño. Lástima. Lujuria. Simpatía. Codicia. Piedad. Envidia. Puede ser cualquier cosa, o más de una o mil, y acaso todo al mismo tiempo. Y no puede importar menos.
Sólo importa la luz distendiendo el iris, permeando el cristalino, bendiciendo la retina, chisporroteando en el nervio óptico, besando tu cerebro, llenando tu corazón, esculpiendo en la arcilla de tu alma.
"And as you're looking at me
It's a deep ecstasy
And no word is enough.
Just shine the light in my eyes
And hypnotize me, Love". Wang Chung. Hypnotize.
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