viernes, 26 de enero de 2018

En Primera Persona. Un desafío descarado.

En Primera Persona.

    En resumidas cuentas, en estos días estoy averiguando las propiedades de mi espalda. Por ejemplo, si es tan fuerte como para cargar el peso de mí mismo, de mis defectos y todo lo que llevo a cuestas desde hace tanto tiempo. Si debo tirar lastre.

    O si su relativa fragilidad, ahora que me sé tan débil y comienzo a envejecer, me permitirá cambiar el mundo a tiempo de mantener a raya el caos.

    ¿Será su flexibilidad suficiente para permitirme llenar más hojas como esta, sin inclinarse tanto que me hunda y ahogue en las palabras?

    Todo esto porque (ahora lo entiendo), es menester conjugar todo el mundo, y a mí mismo, en primera persona. Todavía por más tiempo.

    Y no tengo días para más historias que no sean las ficticias. El melodrama ya me da dolor de espalda. No más ojos entornados o sonrisas seductoras, al menos no de las reales.

    Tengo que averiguar qué más es la vida, qué más tiene el mundo que ofrecer; y si esto es todo lo que hay, entonces empezar las hogueras del descontento y la testarudez. Buscar en los supermercados la lujuria. Velear en mares etílicos a bordo de la embriaguez. Tañer los maullidos, aullar las fábulas. Y resistir la tentación de sellar este hueco en el pecho; insisto en dejarlo tal como está, simplemente por no olvidar.

    Todo en singular, día y noche; como un desafío descarado al orden de las cosas: prueba que me equivoco o mátame de una maldita vez.

    Pero en silencio y sonriente.

    Tal vez aun haya tiempo.



Photo by Sam Burriss on Unsplash

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