viernes, 27 de abril de 2018

Gotas de Aire Implotando. Hipo cósmico.

Gotas de Aire Implotando.

    Escuchas atento y contando los segundos hasta que tu voz regresa. Ya te cansa un poco esta conversación contigo pero, ¿quién más va a escuchar, si no? Si sabes que nadie más podrá reconocer el hosco viento de tu voz.

    Te obstinas sin embargo en caminar por el páramo del morbo, buscando un rostro que se parezca a los que has soñado. Nada más hay, sólo sonrisas de piedra y una palabra que has aprendido a no creer. Detrás del mármol, un miedo atroz a ser como tú ya eres.

    Y dejas de caminar. Has perdido el impulso. Comprendes hasta qué medida esta noche es exclusivamente tuya, y cómo serán las demás. Dejas caer el ramo inútil.

    Te das cuenta exactamente cómo has sido medido; cómo el oro de tu peso no inclina balanza alguna. Y te vas en silencio, sin hacer daño; inocuo como un fantasma ignorado o un monstruo fabuloso en un bosque zen. Las cosas comienzan a ver su importancia deslavada.

    Fragmentado, oscilas entre el dolor silencioso y la indiferencia causal, entre el reclamo amargo y la autoconmiseración; pero te aferras a la inquisición lasciva del Universo contenido entre el encaje (o likra, o seda, o algodón), y la epidermis. Te hollas, te usas y te recreas en tí, y tras tu sonrisa aturdida al final hay más hambre.

    Y te exaspera y asombra cómo todo lo demás en el tiempo es susceptible de desintegrarse; pero tú y tu circunstancia, tu caricatura sabatina de todos los días, son irrompibles.

    Escuchas gemidos como luciérnagas, como gotas de aire implotando; pero no hay nada en el frasco porque ignoras dónde demonios están; ni radares, ni GPS, ni radiestesia alguna los ubica. Aun venteas y sigues cazando tercamente.

    La noche transcurre, casi acaba. El cuerpo reclama la huída a ese apagón inútil, ese hipo cósmico que es el sueño sin Sueños Húmedos.

    Y todo esto por un mísero reloj que aun bombeando, se ha jodido sin posibilidades de resurrección. Habría que reemplazarlo con otra cosa.

    ¿Pero qué?




Photo by James Graham on Unsplash

viernes, 20 de abril de 2018

Las Llaves Que Me Abren. Pieza faltante.

Las Llaves Que Me Abren.

    Llega fría, como una chispa azul, como aire furtivo sobre piel húmeda. Es idea, luego certeza; un presagio que esperé y me atreví a negar a los ojos.

    Eres nuevamente un recuerdo a pesar de la presencia, y acaso por ella misma. Has cambiado y aun siendo tú -porque siempre lo has sido-, ya no eres igual. Y como contigo, cambio sin tí.

    No voy a decir que ya no eres la pieza faltante; después de todo eres tú, con voz y sonrisa, con ojos y manos y caderas. Pero si algo no te debo es el alivio de saber que me he resignado, o el de creer que te he olvidado. No puedo saber lo que nunca he aprendido.

    Todo lo que tenía para darte lo guardo, lo celo; lo reservo para mí y nadie más. Nunca más, nunca otra vez. Por supuesto habrán cuerpos, y voces y mentes en las que perderme, intentando descifrar sus silencios; porque en cambio respeté los tuyos, hipnotizado y cohibido por mi adoración de tí.

    Pero he fundido las llaves que me abren para hacer una coraza nueva.

    Sólo queda una, y hoy entiendo que durará tal vez hasta el fin así, sin usar.

    Llámame egoísta, pero es que eres mi paradoja favorita: la primera y la última que quise -que quiero-, amar.

    Y si así debe ser, que la espina del Hubiera sea las cenizas de ello.

viernes, 13 de abril de 2018

Firma Aquí. Un sueño carmesí.


Firma Aquí.


    Por favor no me pidas lo que otro daría sin pensar ni dudar. No quiero rasgar tu piel, ni volverte fiera herida. Ojalá puedas comprender que arrojé todo a la marea de una vez, la última acaso, al alba de un día muy triste.

    Puedo darte el tacto en mis dedos, o una caricia imaginaria con los ojos. No puedo sostenerte sin fuerza en los brazos; no voy a bajar los párpados y darte primicia alguna.

    Tal vez pueda poner dos o tres horas en una canasta y guardarlas por y para ti; mis días sin embargo, son míos nada más.

    Y tengo mil palabras en bandolera, mas hay una que no usaré ni te llamaré por ella, aun -lo lamento-, si lo merecieras. Puedo ser un zigzag en tu costado o uno más de tus carmesíes sueños; pero jamás tuyo por más de un momento a la vez.

    Piensa bien lo que harás conmigo, o no lo pienses en absoluto. Entra en mi caverna o entrégate al sol. Tus deseos, tu voluntad; tu frío, tu tiempo, tu placer. No me duele tanto ser un objeto mientras entiendas quién es su dueño.

    Si así lo deseas entonces, firma aquí con saliva, aquí con sudor, y aquí con savia de tí. Guarda tu sangre para quien la necesite.




Photo by Mike Dorner on Unsplash

viernes, 6 de abril de 2018

Costras de Hedonismo. Manos para otras cosas.

Costras de Hedonismo.

    Ondas de tiempo y música me llevan atrás y adelante; floto merced a estar o tan vacío, o tan a medio llenar.

    Quisiera juntar mis manos y rogar por algo para rellenar el hueco en el centro, pero igualmente me río de cada rostro cuyos ojos me preguntan de qué está hecho lo que uso como corazón. Ojalá pudiera saberlo.

    Ahora mis manos son para otras cosas, y mi voz no puede ni quiere murmurar más; no hay oídos que sirvan para guardar las palabras. He olvidado cómo hacer promesas.

    Me veo un dragón, posado sobre lo que alguna vez quise dar. Todo esto es mío, y yo también.

    Me veo rodeado por el mundo, único habitante; hipnotizado por el eco de mis pensamientos rebotando en cada ángulo de la brújula.

    Y me conforto en la tibia ceguera de un mañana. Dejé otra vez de mirar a un horizonte improbable. Miro al suelo, mientras no haya nada más que ver o esperar.

    Acaso suceda que envuelto en este capullo de obstinado mutismo, las grietas se rellenen con los recuerdos buenos, y dejen afuera las cosas oídas y las supuestas, y las inferidas, y las deducidas. Si no, entonces sólo se hagan cicatrices, o costras de hedonismo que me hagan impermeable.

    Tal vez el reloj esté un poco más sincopado de lo normal.

    Quizá algún día, las noches volverán a ser más largas otra vez.

    Mientras tanto, todas las promesas quedan suspendidas.