viernes, 6 de abril de 2018

Costras de Hedonismo. Manos para otras cosas.

Costras de Hedonismo.

    Ondas de tiempo y música me llevan atrás y adelante; floto merced a estar o tan vacío, o tan a medio llenar.

    Quisiera juntar mis manos y rogar por algo para rellenar el hueco en el centro, pero igualmente me río de cada rostro cuyos ojos me preguntan de qué está hecho lo que uso como corazón. Ojalá pudiera saberlo.

    Ahora mis manos son para otras cosas, y mi voz no puede ni quiere murmurar más; no hay oídos que sirvan para guardar las palabras. He olvidado cómo hacer promesas.

    Me veo un dragón, posado sobre lo que alguna vez quise dar. Todo esto es mío, y yo también.

    Me veo rodeado por el mundo, único habitante; hipnotizado por el eco de mis pensamientos rebotando en cada ángulo de la brújula.

    Y me conforto en la tibia ceguera de un mañana. Dejé otra vez de mirar a un horizonte improbable. Miro al suelo, mientras no haya nada más que ver o esperar.

    Acaso suceda que envuelto en este capullo de obstinado mutismo, las grietas se rellenen con los recuerdos buenos, y dejen afuera las cosas oídas y las supuestas, y las inferidas, y las deducidas. Si no, entonces sólo se hagan cicatrices, o costras de hedonismo que me hagan impermeable.

    Tal vez el reloj esté un poco más sincopado de lo normal.

    Quizá algún día, las noches volverán a ser más largas otra vez.

    Mientras tanto, todas las promesas quedan suspendidas.



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