martes, 26 de noviembre de 2019

Palabras Correctas. Tesoros silenciosos.

"If only I'd thought of the right words
I could've held on to your heart...".
Robert, at al, breaking pictures apart.



Palabras Correctas.

Diría que se me terminaron las palabras, pero ni yo soy tan ingenuo. Es sólo que todas las que tengo describen sus ojos y el recuerdo de su beso. ¿Para qué usarlas ahora, otra vez, entonces?

No me gusta cuando las palabras se visten de pretextos, aunque sean razones. No las doy, ni las cargo conmigo. No me asumo culpable cuando el juez de mí no soy yo. No te culpo cuando los crímenes son comunes a ambos.

He visto tesoros silenciosos, y los guardo en un cofre de carne y huesos. Nunca romperé un silencio si no sirve un propósito, si no es para decir 'te quiero'; si no es para reclamar justicia o matar un monstruo inoportuno. Si me pides que guarde silencio lo haré sumiso; si me exiges callar gritaré más fuerte que tú.

No, lo que me falta es un tema, una razón que no sea un sollozo estúpido, una queja ridícula. Otro que no sea mi pecho drenado de sangre. Otro, que no gimotee sobre sueños muertos.

Necesito palabras con olor a sábana; epítetos de ebrio feliz, carcajadas horribles en lugares que la luz tema. Quiero palabras como 'pecado' y 'amnesia'; refinadas obscenidades; palabras que quemen y que mojen.

Quiero lanzar risas de mis manos, como ases y cuatros y reinas de espadas, de bordes afilados pero dibujos asombrosos.

Y quiero tomar también esta tristeza, obstinada en volver, y escribirla coraza; y no dejar que nadie más visite mi celda, ni el mismo día en que me cuelguen por pura lástima.

Balbucear sobre héroes formidables. Vomitar el ácido de mil monstruos horribles. Nada que ver con miradas lánguidas y rosas de fuego prendiendo en sabe qué partes corporales. No más saborear nombres inverosímiles, ni ojos que derriten los barrotes de la jaula. No más, nunca más, labios suculentos ni lenguas intrépidas.

No quiero sentir nada si no soy sentido a mi vez.



Photo by Catherine Heath on Unsplash

viernes, 25 de octubre de 2019

Plegaria. Que vuelva.

"... I see the doorway of a thousand churches...".
Peter Gabriel.


Plegaria.


Que vuelva el silencio de los días sencillos, y los murmullos de héroes diminutos en mis manos inocentes.

Que vuelva también tu cuerpo, real y verdadero entre mis brazos otra vez vacíos.

Y que regrese el mundo a cubetazos tibios, y todas las cosas nuevas creciendo como hongos tras las lluvias.

Que regrese el alcohol, y las palabras alegres de la intoxicación y los días de vida sorbidos desesperadamente.

Y que retornen los nombres de niñas y mujeres, y vivan en el agridulce del recuerdo y el hubiera, el quizá y el nunca.

Que tu beso, que lavó los años de sed y prendió mi alma de tu aliento retorne también.

Que la agonía del placer regrese asimismo, en la mente y en el cuerpo descubriéndose, esta vez a salvo del miedo y cobijado por el secreto, mas no por la vergüenza.

Que siempre vuelva el volumen, y el acorde todopoderoso; y el ritmo como un corazón cantando vida mientras enfila sus pasos diarios hacia el fin decretado.

Que regrese el amor, a cuentagotas y a presión; lleno de palabras susurradas en celdas de silencio. Que regrese aunque duela, porque también en dolor se está vivo y se ama.

Y que vuelvan el sol y la luna; y la luz insolente y las noches eternas; la humedad y la tibieza del abrigo en el hechizo del viento y la nieve. Que vuelvan tantas veces como sea posible.

Que haya todavía aliento para murmurar tu nombre en la oscuridad; y que la memoria de suspiros y sollozos permanezca engarzada y firme en su lugar.

Y al final, que no muera yo sin llevarme el color de tus ojos impreso en los míos.

Así sea.




Photo by Kristoffer Jensen on Unsplash

viernes, 11 de octubre de 2019

Flotar entre las Horas. Un día.

"These are days you'll remember
Never before and never since
I promise".
Natalie and the Maniacs.


Flotar entre las Horas.

Entonces quizá este es uno de esos días en que te levantas con las fracturas menos rotas. Uno de esos en que pierdes la conciencia del tiempo desgranándose como terrones de mundo que caen al espacio.

Onceavo día, décimo mes; lo mismo da decir, "todo igual". Aun así, todos los músculos trabajan, todas las chispas viajan por su raíz. Es el día más especial de los días ordinarios, y viceversa.

Un día para buscar tréboles, un día para extrañar unos ojos. Luz y sombra para nadar en ellos, como una piscina a desnivel. A veces conviene sólo deslizarse y otras no hay más que saltar desde lo más alto y ser bomba humana y estallar sin nombrar nombres ni lugares.

Un día para trabajar sin prisa, o simular que te importa el trámite absurdo de ser productivo. Para cantar sin testigos, para morder las manzanas acariciando serpientes. Un día para ignorar adagios, cifras, acrónimos.

Sólo Dios sabe qué es el quinto día, o si es el sexto en realidad. ¿Qué pueden importar las reglas o las buenas costumbres? ¿Quién me va a dictar las instrucciones? No serás tú, ¿o sí? No, con tantos ladrillos de silencio trazando los días, ciertamente.

Y es también un día para callar, y para susurrar, y para decir en voz alta lo que jamás diremos al otro. Ninguna palabra pesa tanto como su vacía gravedad. A veces basta con el vuelo de una mirada. Otras sólo se anclan con una caricia, deliberada o accidental.

Lo que importa entonces es el día, tanto como ayer y mucho más que mañana. Es un día mío, es tuyo también, y es de quien quiera tomarlo. Sólo hay que dejarse flotar entre las horas, porque ese es el propósito de un día cualquiera: venir, estar e irse.






Photo by Tienda Bandera on Unsplash

jueves, 26 de septiembre de 2019

Que El Silencio Sea Todo. Un código secreto.

"And the sign said, 'The words of the prophets
Are written in the subway walls
And tenement halls'.
And whispered in the sounds of silence".
Simon, with Garfunkel.


Que El Silencio Sea Todo.


No sé medir el valor del Silencio.

Una pequeña implosión derrotando la tensión del agua, y eso es el Silencio: ondas concéntricas rizándose sobre sí mismas del centro a la orilla.

Sin embargo los silencios tienen su propia manera de decir cosas, ¿no es cierto? Será porque tengo oídos que no noto su lenguaje; o mejor, o peor: ignoro cómo no escuchar.

Hoy, ahora, no puedo evitar preguntarme. Si las ondas sonoras se convierten en chispas cerebrales, ¿existe un órgano para entender su ausencia?

¿Amas exactamente igual a alguien aun si no escuchas su voz?

¿Vale más no decir nada si sabes que es igual callar que increpar?

Hay tantas cosas en el vacío del Silencio, como planetas y objetos de hierro, piedra y gas y luz, nómadas en lo negro, que no podemos ver. Pero sabemos que están ahí, ¿no es verdad?

Acaso el secreto para saber lo que dice el Silencio sea callar, prestando atención. O escuchar, sin decir; el roce de la piel, el aliento en sus mareas; los latidos intentando sincronizarse en tímida charla; y separarse, vivir también y al mismo tiempo en la esquizoide nada de las pausas entre una cosa y otra y otra. Decir lo que se siente, y luego sentir lo que no se dice; volverlo un código secreto que habla no hablando; que es universo implotando; gigante roja a enana blanca: menos luminoso, más denso; más sí mismo.

En realidad, espero el día en que el silencio nazca del haberlo dicho todo. Deseo poder decirlo de una vez y para siempre, y que esté lleno de tiempo, y de noche; de saber que este rompecabezas está resuelto y que las piezas faltantes no necesitarán llenarse con palabras, o que estas se dirán por el amor a hacerlo.

Que el Silencio sea, al fin, Todo lo que No Es Nada.



Photo by Brett Jordan on Unsplash

viernes, 6 de septiembre de 2019

Silencios Atentos. El Deseo es Hermoso.

"Oh, but a man never got a woman back,
not by begging on his knees...".
Uncle Leonard.


Silencios Atentos.

Doy a mis párpados la pausa del silencio, porque mis ojos están hambrientos. La grieta, el último barrote en la jaula de mi pecho -en reconstrucción-, amenaza con ceder. Una aguja entró e inyectó calor al nuevo hielo, y se derrite.

Las manos se me ignoran entre ellas: una aferra, la otra se alza con miedo protector. 

Ninguno de mis sentidos es confiable.

Un millón de significados se ahogan en mi garganta, aunque la palabra sea sólo una.

El día entero es de malabares con las horas; de silencios atentos para intentar escuchar con la memoria.

Todos mis dones detectivescos fallan otra vez; todo mi instinto se ha oxidado con el rocío de las noches, de nuevo vacías.

No conozco arte marcial que me ayude a resbalar por esta pendiente con elegancia. Sólo puedo concentrarme en no caer, o esperar una razón para hacerlo.

Así que cierro los ojos y entrelazo las manos; canto las canciones más suaves posibles. Espero.

La manzana caerá, sol y luna se perseguirán como siempre. Y la lluvia, mi amante, vendrá vampiresa y se irá redentora.

Las palabras vendrán o no.

Deseo, y el deseo es hermoso.

Espero, y la espera es vida.

Como sea que la chispa prenda la mecha, sabré al menos que estuve vivo en la belleza de desear; la ternura, llena de gravedad, de recordar la voz, el sabor, el calor.

Sin duda, moriré con una sonrisa.




Photo by Ava Sol on Unsplash

lunes, 2 de septiembre de 2019

En el mar de gris. Desmenuzado.

Fall to pieces, I'm falling.
Fell to pieces and I'm still falling.
Everytime I'm falling down.
All alone I fall to pieces.
Velvet Revolver.


En el mar de gris.


El gris veteado corrió entre sus dedos, luego dos de estos fueron a mezclarse con los del pie, que recogió de entre los granos. No le sorprendió tanto, los sintió romperse al continuar caminando mientras el viento suave soplaba impasible, haciendo bailar las grises nubes.
Se sorprendió al notar que su piel no era gris también. Se sentía gris.
Y así comenzó, con la caída debida a la falta de sus apéndices más insignificantes. Sólo dio un paso y el equilibrio ya no estaba ahí.
Se dio cuenta entonces que no tenía ningún propósito conservarlos. Los arrojó indolente a un lado, y continuó caminando. En el horizonte, creía ver otra vez insinuarse un grupo de montañas o colinas, no podía juzgar el tamaño bien, dada la naturaleza fatua del espejismo. Así que sólo siguió en línea recta.
El viento arreció un poco y él no se dio cuenta de las hebras leves como telarañas que se desprendieron de su nuca, sienes y coronilla. Si hubiera sido posible tener una idea del tiempo, habría notado antes la hora, o algo así, en que todo su cabello desapareció en el viento y en el mar de gris en el cual ahora vivía, nómada.
Desnudo como estaba, no le importó no sentir frío en la brisa constante, ni calor alguno del sol velado por las nubes. La arena sin embargo era suave bajo sus pies, tal vez la única cualidad sensible. Seda moldeable bajo las plantas cada vez más suaves y tiernas.
El cosquilleo en su mano izquierda comenzó a continuación; sin dejar de caminar, apretó el puño y vio como sus dedos se separaban por cada falange, y caían sobre la arena sin posibilidad de acción excepto mirar y resignarse. Uno a uno, golpearon la suave superficie y quedaron ahí. Por supuesto que no se quedaría a mirar qué sucedía con ellos; sabía que no había fauna que los consumiera; quizá simplemente se desmenuzaran, célula a célula, molécula, átomo, o algo más pequeño si lo había.
Mucho tiempo después, tal vez una hora, tal vez un siglo, perdió un pie, luego el otro, y volvió a caer. No podía saber si el proceso se aceleraba, y aunque las colinas no parecían estar más cerca (ni más lejos, por cierto), no pensó siquiera en detenerse. En su mente que ya también perdía cohesión no había más que la necesidad de seguir, de llegar; si no a las colinas entonces a donde fuera que su destino se hallara.
Y así continuó, siempre hacia adelante, aunque cuando primero un antebrazo y luego el otro quedaron atrás, se dio cuenta que su avance sería cada vez más lento, o mejor dicho, más corto. Una decena, o tal vez centena, de “pasos” más –porque ahora avanzaba sobre los muñones del bíceps y acababa de perder una pantorrilla-, y comprendió que su vida ahora era no parar jamás, llegase a donde llegase. No había nada más en el universo que él y la arena gris interminable, y el viento acariciante pero siempre presente, deslizándose sin oposición sobre su piel ahora absolutamente lampiña.
No se detuvo por nada ahora, ni a voltear a ver sus muslos abandonados que ya parecían fundirse con la arena, disolverse con ella en la misma naturaleza, granos diminutos, eternos e incontables que algún día volarían por todo el cosmos o arderían en el abrazo de una supernova.
Mil años y quince minutos después, era un torso contorsionándose, como un gusano o una morsa sin miembros…

*

El viento acariciaba las colinas, y las nubes seguían corriendo sobre aquel desierto gris, calmo y apacible. Sin embargo el sol ya no brillaba, sólo una luna opaca como una catarata en el ojo negro de la noche dispensaba la luz suficiente para notar, entre un matojo y una piedra que bien podría proceder de esa luna lechosa, el pequeño bulto el tamaño de un puño.
Pulsaba, regular como un pequeño reloj olvidado en un cajón, en una llanura, en un tiempo pasado que nadie recordaba. A veces pausaba, como si se hubiera detenido para siempre, pero luego volvía a moverse, expandiéndose y contrayéndose una y otra vez. 
A un metro, la colina parecía aguardarlo. Milímetro a milímetro, o acaso aun menos, el bultito se aproximaba...




Photo by Kunj Parekh on Unsplash

lunes, 5 de agosto de 2019

La Canción del Despecho. Cuatro minutos más.


"...the beast won't go to sleep...".
Uncle Leonard.



La Canción del Despecho


Y mírate perdido en el groove de cualquier rola que surja. ¿Es escapismo? ¿Y qué si lo fuera? No hay nada que realmente requiera tu presencia, nada que tu mano pueda hacer.


La felicidad es un bajo más funky o más disco que cualquiera de estas palabras. La letra más simple es la Historia detrás de tu historia. Un rapeo puede ser molecularmente más denso que cualquiera de los días transcurridos, llenos de arrepentimiento y un riff puede ser un Universo entero. La felicidad dura cuatro minutos, y lo sabes. Pero cápsulas de olvido consecutivas hacen un gran perdón.


Mañana vendrán más preocupaciones, más caos con qué hacer malabares. Hoy no hay más que una sonrisa estúpida en tu cara, pero más sincera que todas las palabras que esperaste escuchar. Claro que el dolor seguirá ahí cuando vuelvas de Oblivión, ¿y qué? Esa es su función, estar ahí para recordarte que nada es para siempre, sin importar cuánto tu voluntad y tu esperanza se empeñen en engañarte.


Es amor furtivo, la clase más pura. ¿Quién es portadora de unos ojos de hoyo negro, que pueda superar ese instantáneo revolcón…? ¿Qué pueden significar todas sus promesas, todas sus demandas absurdas de precisión alquímica, todas sus obsesiones elektricas, su manipulación inconsciente disfrazada de ingenuidad?


Tal vez por eso no estés dispuesto a pagar el precio de un amor que dure. Ya tienes un amor; y puede ser tan dulce y tan perverso como el de ellas. Y puede doler y lastimar tanto, pero durante menos tiempo. La siguiente vez puede ser éxtasis, o también puede ser peor que la anterior. Al final sobrevivirás, sabiendo que has vivido.


Y si en algún momento te das cuenta que estás siendo egoísta, piensa en las veces en que olvidaste todo por una mirada, abandonaste cosas por un imposible beso; las veces en que te culpaste por no ser suficiente; piensa en las promesas que no quisieron cumplir, en lugar de las que tu no pudiste siquiera hacer.


Las palabras que quieres decir y no puedes, están ahí. Tantos “te amo”, tantos “te olvidé” como quieras; y repetidas tantas veces que revelan su verdadero significado: sólo por cuatro minutos. La Música es amor: real pero efímero, pero eterno, pero imaginario. Posible y probable, más incluso que las palabras y las caricias, y ese inalcanzable parasiempre que miente desde el instinto. Ella sí te cura, y sabe cómo hacerlo. Y por qué.


Y cuando sientas el vacío quitándote el aire, y cuando la memoria te tire de las perneras; cuando la culpa y el arrepentimiento te inyecten el odio a ti mismo -otra vez-; cuando los labios te pidan dar tu alma en sacrificio, vuelve a ella; ella sabrá abrazarte y lamer tu sonrisa.

Ella es el único Amor que tendrás.





Photo by Shawn Tung on Unsplash

viernes, 5 de julio de 2019

Chin Up. Vivo e impermeable.

"Read between the lines
What's fucked up and everything's alright
Check my vital signs to know I'm still alive
And I walk alone".
Billie Joe walks.


Chin Up.

Entonces, bum. Génesis 1, 1, versión dos punto cero. Las pupilas se dilatan y los grises y azules me dicen lo que la sospecha no pudo: No queda nadie más que yo.

De pie en este montículo, entre cuesta arriba y cuesta abajo y "me-cuesta-tanto-olvidarte". Soy el único.

Mi voz oscilando entre lo súper y lo sub, sólo sónica si digo , ratónica si digo no; subatómica si osara decir s.o.s.

Pero, ¿quién tiene manos que le sobren, u orejas de emergencia? Sólo yo, el que siempre flota con la sonrisa de madera balsa; sólo él que tiene la palma hacia arriba.

Sólo yo, con problemas como enanas blancas y un hoyo negro recién nacido en el centro del pecho. Apenas despierto de un sueño húmedo y cálido a la pesadilla de lo cotidiano, de lo que mejor conozco, del Yo como única referencia.

Pero más duro. Más amargo.

Riendo aun en las caras, de las bromas, las obscenidades y picardías; por las cosas pequeñas que más valen. Con la voz serena siempre en el mundo y la vigilia;  el rugido y el suspiro entrecortado en el silencio de mi guarida.

Como un muerto adelantado esperando paciente. El pulgar jala el gatillo, y otro tiro de muerte llega hasta los pulmones. Otro amanecer, otro día más cerca del final y del descanso, y la enmienda del error de nacer y seguir vivo.

El pecho de acero; el eco rebotando como átomos dementes por dentro, murmurando un nombre inverosímil; rogando un perdón imposible; reprochando un amor de papel de aluminio dentro de una lata de pastillas de canela.

Vivo por inercia.

Sonriendo la máscara.

Caminando con la barbilla en alto, por ninguna otra razón más que porque no hay nada más que hacer ahora.

Pero vivo e impermeable.

El corazón en la basura, aun late.




Photo by Wolfgang Rottmann on Unsplash

sábado, 29 de junio de 2019

Este Último Aullido. Un regalo.

"No alarms and no surprises
Silent, silent".
Thom.


Este Último Aullido.

Tal vez sea entonces momento de regalarte el Silencio; uno verdadero, y no la máscara de hierro que me puse por orgullo.

Si te da la impresión de que todas mis palabras pretéritas fueron para nada, quizá tienes razón. Acaso fuera sólo la necesidad de sacar el vacío de adentro; dejar pasar la lanza de lado a lado. Ya no lo sé.

O tal vez sólo quería decir una y otra vez que te quiero, todavía más veces, ya rota la represa. No es que esperara que me oyeras.

Así que propongo este último aullido, que sella mi aullar sin cambiar nada. Este eco rebota y lo hará para siempre, en la caverna que llevo por dentro. Tan grande es el embrujo que no pienso invitar a nadie más a vivir en ella.

Perdona si no me disculpo por seguir sintiéndote, por verte en todas las cosas que me gustan, por oírte aun en las canciones. A fin de cuentas, lo que sienta -o no-, es sólo cosa mía, ahora al menos. Despreocúpate, si acaso. Tú sabes que la vida sigue para ti; yo regreso a lo que era antes de ti. Por supuesto, Gracias; por cambiarme para ti, mientras duró el momento que fue nuestro.

Ahora viene la parte que quizá no te guste:

No te digo adiós. Desde un principio te pedí que tú lo dijeras, y te fuiste, pero en silencio. Yo no me despido, ni lo haré; yo sigo aquí; lo quieras o no.

Sólo encierro los recuerdos dentro de Mi cofre; en Mi memoria y Mi tacto, y todo lo que es mío, y dejo de ahuyentar a mis amables lectores. Y te quiero, hasta que me muera de ello. De Ti.

El Resto, dijo el hombre,

es Silencio.




Photo by Daniel Burka on Unsplash

sábado, 22 de junio de 2019

Del Otro Lado. Te imagino.

"...This may come as some surprise
but I miss you...".
Sade.


Del Otro Lado.


Quizá te sorprenda, pero cuando las horas pierden velocidad, pienso en ti. Me disuelvo con la luz menguante, y te imagino.

Y te imagino atareada por las mañanas, sujeto el pelo y tu rostro enmarcado por un color de cuento de hadas. Imagino tus pasos breves por toda la casa y la ciudad y el mundo.

Te imagino, aunque ya sin apoyarme en muebles y muros cada vez, y me maravillo del poder de mis neuronas adoloridas y su obstinación sin cura. Cómo traen de regreso al hoy la textura de tus labios, o el olor de tu pelo. Cómo vuelven a esa labor a pesar de todas las cosas que hago para distraerlas. Cómo me han acostumbrado a vivir de los recuerdos.

E imagino tu voz llenando toda una habitación; tú de pie bajo una luz ardiente, u otra congelándote en azul. Bañada en fotones como si tu propio fuego no fuera suficiente para iluminar todo, para quemarlo todo.

Te imagino allá tan lejos, del otro lado de este océano de silencio. Me aferro a esto para tratar de evitar imaginar el por qué no pudimos vernos como queríamos, y por qué no logramos vernos y querernos como somos. Cualquier explicación se quema en el calor que sobrevivió dentro, que siento cuando te imagino.

Debo confesar, sin embargo, que también imagino tus palabras, tus respuestas.

A mis disculpas.

A lo que siento que me toca de remordimiento.

A mi extrañarte sin remedio.

A mi ruego mudo de que vuelvas.

Y entonces mi orgullo viene y se lleva todo.

Y te imagino allá, indeleble y sólida; mi posible recuerdo sólo una molestia que dejaste atrás.

Sonrío, imáginandote feliz y ajena, mientras a mí la sangre se me vuelve más clara cada vez que anochece.




Photo by Niklas Hamann on Unsplash

viernes, 14 de junio de 2019

Ablución. Deja que llueva.

"Come take a walk on the wild side
Let me kiss you hard in the pouring rain...".
Lana, revisitada.


Ablución.

    Vuelve la lluvia, y es diferente a lo esperado: Es igual a la última.

    El primer aliento a tierra mojada es idéntico al de siempre, y la sombra sobre el mundo cubre como dulce mortaja tal como antes. Similar es también el alma elevándose mientras la presión baja, preparándose para la ablución.

    Yo esperaba sin embargo, un olor más dulce, y un arrebujarme buscando tibieza mucho tiempo antes imaginada. Esperaba el zaguán y la marquesina; vidrios empañados; mañanas cantando en las persianas.

    Pero todo sigue igual.

    La salamandra sonríe.

    El mundo se lava.

    Los ríos se forman en la ribera de las banquetas, y arrastran los miedos hasta el Kenduskeag.

    Y yo sigo igual también, afuera del mundo; la mente una espiral hipnotizada por la voz, por la piel y las pequeñas cosas. Fibras diminutas de corazón esparcidas por todos lados; migajas de pan que nadie usa para volver, hilo de Ariadna abandonado.

    Llueve de nuevo, al igual que aquellas noches; aunque ahora llueva más por dentro. La humedad corriendo por la ventana disimula la del rostro.

    Deja que llueva; la tormenta se llevará lo que es menester. Detrás de cada recuerdo una tormenta en un vaso, después de la tempestad la memoria de ésta.

    Sonreír, con los sentidos extraviados en las sinapsis. Llorar después, lluvia surcando los pómulos, concluida la tormenta eléctrica.

    Afuera, un rumor de lágrimas cayendo entre las hojas de los árboles.




Photo by Anh Nguyen on Unsplash

viernes, 7 de junio de 2019

Estocolmo. Degustando la mordaza.

"I wish I could".
Muse. Stockholm Syndrome.


Estocolmo.

    Tengo café por la mañanas, para hacer que el sol salga y los días sean cortos.

    Hago cosas por hacerlas simplemente; por electrocutar neuronas simplemente, y hacerlas olvidar las tardes y las noches pasadas y futuras; con las manos y los brazos y la boca hormigueantes de memorias y ausencia.

    Tengo tabaco y nicotina que acortan segundos, que podan los minutos en la cuenta atrás al restante de los días sin ti.

    Evito cualquier cosa, y flor y animal; gente, lugares, actos, que lleven tu inicial; que lleven tu apellido. Huelo cualquier cosa que no huela como tú.

    He tapiado con cinta gris el Volumen mismo; canto más fuerte; toco más duro y rápido; todo con tal de silenciar tu voz. Ya sólo la oigo en sueños que procuro olvidar con más café y más nicotina.

    Mi voz tiene restringido el uso de tu nombre. Mi ceño baja cada vez que alguien lo usa: Si no quisieron hablar conmigo entonces, cuando te fuiste, no tienen derecho a hacerlo ahora.

    Soy de nuevo, un nuevo Viejo Yo; distante arcilla endurecida; más duro que la plastilina que quiso tomar la forma que quisieran tus manos. Vacío otra vez. Libre del grillete suave de tu voz, de tu tacto y solidez. Y me muero de esta maldita libertad de ti, un poco más cada amanecer.

    Te quiero tanto que respirar duele. No puedo esperar a dejar de hacerlo.

    Los días sin ti son un cobertizo remoto, oculto en un bosque o un pantano.

    Ahí vivo muriéndome, desde que el Orgullo me secuestró.

    Y estoy degustando la mordaza.

    En un armario en tu amnesia.




Photo by Denny Müller on Unsplash

viernes, 24 de mayo de 2019

Donde Está Oscuro. Un treinta de febrero.


Donde Está Oscuro.

    Si quieres ser recuerdo, está bien. Antes de irte, ya eras la más querida de las memorias. Sé entonces la lección más importante, la fotografía eterna. Sé ese nombre que a la vez duele y a la vez endulza el silencio al volverse a pronunciar.

    Si es tu deseo ser un castigo, adelante. Yo asumiré que si no rompiste nuestro silencio es porque no tuviste más qué decir; ya antes perdiste las palabras, tal como yo no supe hacer que las mías valieran algo. Quizá por eso cuando dije que te quería -las veinte veces-, el eco no supo hallar su camino. Lamento que creas que ya no es así.

    Castígame entonces con tu amnesia, si esa es la forma restante de sentirte adentro, donde está oscuro y tú eres luz.

    Si es tu intención que yo olvide sin embargo, eso es algo más que no puedo darte. Bajar el puente para ti se llevó casi toda mi fuerza, el remanente mantiene el castillo erguido en ruinas. Aquí hablaré con mi propio fantasma sobre cuánto ambos te queremos aun.

    Y si algún día vuelves, digamos un treinta de febrero, sabe que aquí estaré, con el cadáver de mi orgullo a mis pies y la caja de chocolates en la mano.




Photo by Trym Nilsen on Unsplash

miércoles, 15 de mayo de 2019

El Hombre que Cambió su Corazón por una Pieza de Maquinaria.

El Hombre que Cambió su Corazón por una Pieza de Maquinaria.

    Los párpados al cabo dieron paso a la luz, y al principio casi nada fue diferente. Luego vió el mundo como deseó verlo desde hacía tiempo. Por un momento casi creyó que sentiría alegría, pero inmediatamente reconoció la Satisfacción por lo que era. Lo cual indicaba que su inversión se había justificado; la operación había funcionado.
    Con curiosidad, observó que las sensaciones eran relativamente normales; supo que más tarde sentiría dolor, pero físico; en lugar de esa presencia, como una protuberancia en el pecho, más que la realidad de la herida y la costura. Con casi idéntica satisfacción -pero no-, reconoció la acción eficaz de los analgésicos. Ahora todo era esperar. La vida, el futuro serían mejores, lógicamente. Nada se interpondría a la Paz absoluta que deseó, y que ya no deseaba. "Qué zen", pensó. "He eliminado el Deseo, y por tanto la Insatisfacción".
    Satisfacción, sí. En otro tiempo, esto le habría hecho gracia. Pero ahora, apropiadamente, no podía sentir nada.

*

    La convalescencia fue sorprendentemente rápida. Fue como si no tuviera nada más que hacer que volver a su vida, y así era, pero sería mejor. Lo intuía con una certeza fría, incólume. Claro que paladear las nuevas sensaciones fue parte de ello. Sabía que era imposible que deseara regresar al mundo; lo que sentía era más curiosidad intelectual que otra cosa. El médico que había accedido a operarlo estaba fascinado con el caso, y le ofreció hacer un seguimiento sin recibir honorarios. Accedió, pero quedó claro que eso no podía importarle menos. El rostro inmutable del paciente incomodó al cirujano inesperadamente.
    Las enfermeras que lo atendieron sabían de eso, y tras su atenta sonrisa al despedirse de él, se veía algo similar al miedo o la repulsión. Algo estaba ausente en aquellos ojos comunes y corrientes. Sólo una de ellas sabía bien en qué consistía su caso, pero eso no le impedía sentir escalofríos al dejar la habitación. Estar ahí no era muy diferente de la morgue.

*

    Siempre existió el riesgo de un rechazo, alguna reacción al cuerpo extraño, alguna complicación inesperada. No hubo nada, ni miedo siquiera. Sabía muy bien, y lo aceptaba así; que no habría marcha atrás, aun si fuera eso posible. Nunca volvería a ello: a la soledad, a la certeza de su aislamiento. Descubrió que ni siquiera las recordaba bien, a ninguna de ellas; ahora todo lo que era, era un ser de razón, y la razón dictaba que la memoria sólo servía para las cosas importantes. Complacido, o mejor dicho, Congruente; observó que en su resolución de vivir así o no seguir viviendo en absoluto no había miedo ni rencor. Todo era Causa y Consecuencia, una opción o la otra; un excelso código binario sin indecisiones, sin múltiples opciones ni posibilidades reales de fallo concebibles.
    Así pasó los meses, complacido pero en realidad sólo conforme; nada más ni nada menos que lo esperado. Incluso la idea clarísima e inadulterada de esa conformidad no le producía más que una aun mayor conformidad; antaño habría imaginado un dragón formidable persiguiendo su propia cola; hoy pensó únicamente en una banda sin fin dando vueltas sobre sí misma; precisión mecánica, interminable y cíclica; una retroalimentación perfecta.

*

    Había cambiado su corazón por una máquina, para lo cual había ahorrado cada centavo posible por veinte años. Convirtió su vida muelle en la más espartana de las sobrevivencias; a sabiendas de que la tristeza que pudiera sentir por tal existencia desaparecería al concretar la sustitución. Y había funcionado.
    No más dolor, no más recuerdos de los rostros delicados, de las promesas rotas. Ahora, su cerebro recordaba mas no sentía. No sentía nada. Y eso era perfecto.
    Tan perfecto así, que aun siendo capaz de soñar no volvió a recordar los sueños al despertar. Nunca supo cómo su rostro intentaba contraer los músculos ni cómo su boca intentaba curvarse mientras en el sueño todo zumbaba, giraba y se movía...

*

    A poco, por razones meramente prácticas, los pequeños lujos volvieron a aparecer: una licuadora por ejemplo, para complementar su nutrición con jugo fresco era algo bastante lógico. De igual manera fue justificando cada gadget y electrodoméstico; pasos congruentes donde nada podía ser más sensato. Insensibilizado como estaba, no se dió cuenta cuán bonitos le parecían. Todo era tan lógico.
    Mucho más logico, sin embargo, que comprar la pantalla de treinta y dos pulgadas que le permitió mirar documentales sobre máquinas colosales. Realmente no reparó jamás en cuánto le complacía el poder conectarla al internet. Ni le hubiera gustado la casi indetectable curvatura en sus comisuras mientras veía esas grúas y excavadoras moverse con precisión y gracia mastodónticas.

    Pero al fin se preocupó cuando la mecánica de su propio cuerpo reveló misteriosos efectos. Lo desestimó como un mero reflejo natural, se desahogó y procuró olvidarse de ello.
    Y aun, al volverse inequívocamente recurrente, la máquina del tamaño de un puño alojada en su pecho saltó. Como con aprensión. Si fuera eso posible.


*

    Un par de meses después, las lágrimas trazaban surcos en su cara manchada de polvo y grasa, mientras su cuerpo desnudo se ceñía desesperado a la fría lámina y los sensuales ángulos de la lavadora nueva, a medio ciclo de exprimido, y con el dolor de saber que jamás correspondería su pasión...




Photo by Paul Zoetemeijer on Unsplash

sábado, 4 de mayo de 2019

El Mapa. Porque eres tú.

El Mapa.

    No me disculparé por recordarte. Aunque cambies las historias nuestras por cuentos nuevos, a pesar de que ocultes todos tus faros de mi llovizna. Lo que me diste es mío para siempre; aun tanto más guardes lo tuyo en una caja de amnesia y la tapes con orgullo.

    Que yo te piense inolvidable, Cariño, es sólo mitad obra tuya. Me apena decirte, no puedes obligarme a extraviar tu recuerdo; porfía cuanto quieras. Hazme marca de agua; redúceme al tamaño de un suspiro, a la consistencia de un sueño. Haz de mi nombre un adjetivo, un desgastado sustantivo, un epíteto para 'decepción'. La verdad es que no puedes contra los surcos de mi cerebro.

    Si ser el fantasma en mi máquina te enorgullece, adelante; aparece entre diales y botones; susurra mi nombre en clicks y zumbidos; tritura mi corazón entre los engranes. Ahora pensarte es todo lo que anima mi carcasa.

     Conozco el calibre de mi falta: fui avaro con las palabras. Pero callé para no reprochar el hielo seco en las tuyas. Tú disolviste mi torpe cariño en corrientes de río; te hiciste transparente; guardaste mi voz en una caja y la extraviaste. Yo me clavé las garras de mi propio orgullo y las lamí; tú montaste a lomos del tuyo y te fuiste de noche.

    Así que no me voy a disculpar por hacer un altar con cada pixel que pude guardar; porque eres tú quien sonríe, eres tú quien desplaza el aire con tu cuerpo; porque es tu nombre el que me pincha las venas y me droga; porque es tu voz la que precede al sueño y tu beso el que me despierta.

    Conozco el mapa de Amar En Vano, cada rincón y relieve.

    Puedo vivir ahí, para siempre si es preciso.




Photo by John Baker on Unsplash

sábado, 20 de abril de 2019

Ojos de Madera. El monstruo alegre que era.

"...pero hoy ya no soy yo...".
Gustavo y Daniel.

Ojos de Madera.

    Miro atento, en caso de que el espejo me muestre de nuevo el que fui. Me he perdido tanto y en tantos lugares; me espero en el reflejo de todos los días, ansioso de volverme a ver.

    ¿Cuándo me volví este otro? ¿Hace cuánto se decoloraron realmente mis iris; cuándo se instaló este cansancio en mi cara? Perdí el momento en que mi ceño cayó; perdidos los días entre todo lo demás perdido.Y entonces espero mi regreso.

    Y vigilo atento, por el retorno de la sonrisa torcida pero más honesta; por la luz atenuada en los vitrales de mis ojos y las marcas de los amores idos que me enseñaron a llorar por amor.

    Los rasgos son los mismos, y la asimetría sigue siendo la misma, pero no soy yo el que veo, no completo; no todo el que fui. Algo falta. Como si una especie de luz hubiera conseguido escapar al hoyo negro de la pupila.

    Falta una chispa o una esperanza; falta algo que tenía; o di, u olvidé, o se llevaron de mí. Quizá los posibles ecos futuros de algo que casi fue.

    Como sea, tarda en llegar, ya demasiado.

    Y es tal vez otra lección que aprendí, o un recuerdo sobre los labios; o palabras que no fueron suficientes, o que no volvieron a mí.

    Como sea, no lo encuentro ahí. No soy yo quien me mira; no soy nadie que reconozca.

    Así que miro atento mi reflejo, esperando saludarme de nuevo y verme con la misma poca gracia; con la ternura siempre oculta; con el cinismo pendiente de las comisuras; con la tristeza cristalizada colgando de las pestañas.

    Ser los ojos fríos de madera, deflectores, indemnes. La nariz roja de tanto apuntar al suelo. Los labios insensibles, vedados al beso. El monstruo alegre que era, antes de esta bestia triste y malherida.

    ¿En dónde estoy, como era antes?







Photo by Nick Coleman on Unsplash

domingo, 14 de abril de 2019

Hebras de Luz. Soñé contigo.

"Say nighty-night and kiss me,
Just hold me tight and tell me you'll miss me,
While I'm alone and blue as can be;
Dream a little dream of me".
Ella.

Hebras de Luz.

Tuve una vez un sueño, y en ese sueño vivía dos veces. Dos vidas, dos sueños.

Una vida era el groove; el thumb, el twang, el doom del corazón bombeando, y el crash-boom-bang; vivía el sueño con los dedos sensibles y el pecho lleno de sonidos. Un viaje constante por los minutos de la magia: los encantamientos del Ritmo y la Melodía. Vivía el sueño listo para vivirlo más y soñar sin parar, salvo para otra cerveza y y otro cigarro y por qué no, quizá incluso conseguir un aplauso de verdad.

Entonces tuve otro sueño; uno que nunca osé soñar, salvo en la ausencia de luz; en las manchas negras de mis ojos.

Soñé contigo y tu nombre de sueño; y el sueño de tu boca; y el sueño de tu cuerpo. Y de ese sueño como hilos de tela de araña hice más; fantasías de plata, hebras de luz minúscula.

Soñé que bebería de tu aliento mientras pudiera respirar.

Soñé tu piel fosforescente a la luz de la Luna.

Soñé tu canción en mi oído y tu mano sanando el dolor de no haber soñado contigo antes por el mundo en vigilia.

Un día, en la manera en que todos los sueños acaban, el sueño no fue más.

Desperté y fue como un despertar exactamente: dejé de vivir en la ensoñación, y los sueños fueron sólo recuerdos.

Hoy leo sobre los sueños, buscando al Rey de los Cuentos para pedirle un sueño más. Y sé que quiero soñar contigo.

Pero El Señor Sueño es caprichoso y extraño; llamas bailan en su manto y sus ojos brillan como estrellas. No sé qué sueños darán sus arenas. Mas cualquiera bastará, y si estás aun en algún sueño que sueñe, entonces...

Tal vez pueda sonreír en sueños, por haberte encontrado otra vez.






Photo by Jaime Handley on Unsplash