viernes, 14 de diciembre de 2018

Cuarto Para Las Doce. Al extrañarte.

"...I tell you there's pieces of me you've never seen..."
Tori once again.

Cuarto Para Las Doce.

    Te extraño, en el calor fugitivo y el abrazo gélido de las dos de la mañana. También al cuarto para las doce, y a las once en punto.

    Te extraño en las voces, y en los acordes que ahora acuchillan. Y lo hago también en los silencios de todo el día. En la resequedad de mis labios, en la canela y el tabaco.

    Y te extraño con la lástima y la resignación de quien no es necesario; con el callado fatalismo estúpido de ser el único que nos recuerda.

    Añoro la contundencia sólida de tu peso y tus medidas. El veneno suave de tu saliva. Te extraño, en cada una de mis sonrisas estúpidas; en donde no eres y no estás. En tu risa sincera y maliciosa como burbujas de iridiscentes notas.

    Y lo hago a pesar de las fotografías; y los lapsos de memoria útil; y la voluntad inevitable de dejarte ir porque ya te has ido.

    Porque al extrañarte, también recuerdo como conjugas "querer", tan diferente a mí. Entonces, dejo de extrañarte hasta la próxima vez que vuelvo a hacerlo.

    Sintiendo cada vez que la memoria se hace más real que tú.




Photo by Roberta Sorge on Unsplash

viernes, 7 de diciembre de 2018

Invierno Temprano. Esta noche es tuya.


"...I tell you that I'll always want you near.
You say that things change, my dear".
Tori, in winter.

Invierno Temprano.

    Me dejo caer en la tristeza porque es la única forma que queda de sentirte. Mañana el sol de este Invierno temprano reemplazará la fosforescencia de tu recuerdo.

    Esta noche empero, sentiré el vacío de tus dudas; el frío que siempre llevas a la mano. Qué poco duran los sueños que sí quieres soñar.

    Que vengan entonces las canciones que ahora son los sitios futuros que no visitaremos; mientras ruego por dos o tres lágrimas que honren la gravedad. No llegan.

    Apuro el inútil trago de añorar tu cuerpo. Me permito dejar entrar a esa culpa que no me pertenece. Me flagelo sádica y suavemente con el hambre de ti.

     A estas alturas, imaginarte es tan infructuoso como creer que alguna vez sentiste más que curiosidad, o que aun queda traza de mí en tu interior. Los dos sabemos la verdad.

    Veo tus palabras y sé, e ignoro cuánto realmente ignoras. Miro atrás, y veo cuán eterna serás. Pero odiando que hayamos sido fuegos fatuos. Debí dejarte arder hasta consumirte, debiste avivar mi llama con aliento y paciencia.

    Por tanto, hoy te gozo y te sufro en las cicatrices que dejaste. Esta noche es tuya. Mañana, el frío de este Invierno temprano nos cauterizará, uno del otro.





Photo by Imani Clovis on Unsplash

viernes, 23 de noviembre de 2018

Murmullo. Todo cuenta y todo sirve.

"Todo cuenta cuando no hay nada".
DLD


Murmullo.


    Tal vez los recuerdos son más como rompecabezas que como fotografías. Acaso sea mejor armarlos pieza por pieza, y colocar las partes según se ajusten mejor. Así resulta más entrañable quedarse con aquello que me hizo iluminarte con LEDs y láseres, sin dejar que tus ojos los reflejen como hielo.

    Prefiero recordar entonces, cómo tus muslos fueron un panal de hexagonales tentaciones; la sólida suavidad de la primera vez que tu cuerpo olvidó la distancia con el mío; la sorpresa húmeda de tu primer beso. O la luz haciendo diamantes verde-dorados en tus párpados felinos.

    Acá una pieza embona al fin y tu voz ronronea certera, en el momento en que el blues lo demanda; allá otra revela cuando tu luz condenó a mis retinas a mirarte por primera vez. Tu cabeza apoyada en mi hombro. Cómo me robaste el aliento bajo la cómplice luz roja que tardó mucho más que meros segundos. Todo cuenta y todo sirve.

    Y si hay algo que no sea suave, y que no tenga la temperatura de tus dedos en mi nuca tejiendo caricias en mi pelo, no creo necesario recordarlo. Mejor la forma mínima de tu nariz de nieve, mejor la dulce presión de tus labios, mejor la seda de tu mejilla y tus dientes emboscando mi cuello. Ya he borrado todo aquello que no me haya mandado a casa cantando, intoxicado de ti.

    De cualquier manera el sordo y delicado murmullo de tu ausencia no se podría comparar con tu memoria.




Photo by Josh Blanton on Unsplash

viernes, 16 de noviembre de 2018

Tan Cerca. Tu Luz, que quema.


Tan Cerca.

    Estuve cerca de amarte. Casi creí que los viejos dragones habían sido, al menos, domesticados. Casi mordí el acónito sin importarme quién muriera, la maldición o yo. Sabía que igual sobreviviría alguno.

    Dime ahora, ¿dónde exactamente quedan los sueños de mañana, los riscos por escalar juntos; a dónde se va todo lo que no pudo ser?

    Tan cerca estuve de pelear por tí con tus demonios, aun sin decirte nada al respecto. Quizá quería ver la sorpresa en tu cara, o solamente hacerte sonreír, aun sabiendo que no lo necesitabas.

    Para siempre continuará el misterio, cariño, de tu elección por mí. Y para qué preguntar, ¿no es verdad? Si ni tú misma lo supiste. Tal vez esa debió ser la primera pista de quiénes seríamos juntos.

    Pero qué cerca, hermosa mía, estuvimos de ser eternos y omnipresentes; en los ojos, en la mente y en la piel. En el corazón.

    Déjame entonces con mis recuerdos y mis fantasmas; vete de mi oscuridad y llévate tu luz, que quema. Prefiero que te vayas, a que vivas como yo en la duda que llevaste siempre entre tus manos.

    Satisfecha tu curiosidad de mí, voy a dejar que pienses que estoy roto; te dejo ir sola con la ficticia arpía de tu espejo: yo sólo vi a la mujer hermosa.

    Prometo no decir nada que no sea lo que tú esperas.

    Ni siquiera de tu miedo a ser amada, no como quieres sino como mereces.

    Y estuve tan cerca de amarte así.





viernes, 9 de noviembre de 2018

Lo Que Te Llevas Al Sueño. Noches como esta.


Lo Que Te Llevas Al Sueño.

    Disculpen si me rehúso a ser mi propio rehén. Es sólo que cuando el silencio encuentra cómo renovarse, como en esta noche, quizá me pongo un poco intransigente. Pero tantos miedos han caído en estos días, que no resulto una presa tan fácil.

    Musa, niña, Ezis; cómo has estado. Sí, yo también te extrañé. No lo sé, mi amor, realmente no. Estoy en el proverbial Limbo, y por partida doble. No, ahora no quiero hablar de eso. ¿Qué llevas puesto? Mh, qué lindo. No, lo siento, la coraza que tanto te gusta se disolvió con un beso. ¿Inerme? ¡Nah! Invulnerable como Aquiles, talón y todo... ya me conoces.

    Disculpen también, por cierto, si hablo solo como en esta noche. Suele pasarnos a aquellos que nos quedamos sin alguien con quién hablar. Pero hay música para festonear los silencios, y la mudez y el laconismo. Hay café para el insomnio; cerveza en el refri; Jack Daniels en la cantidad justa para desinfectar una herida de buen tamaño.

    También buenos recuerdos como pomada para la confusión, la desilusión y cosas así. Al final recuerdas que las noches pueden ser eternas o minúsculas, sin medias tintas. Lo que importa es lo que te llevas al sueño.

    Así que te perdiste en la niebla, qué remedio. No es cuestión de echarse a llorar: el camino está ahí; es sólo que no puedes verlo, e igualmente, admite que no sabías a dónde ibas. ¡Pero qué ganas de ir!

    Disculpen entonces si no lloro exactamente como se esperaba de mí, como destrozado. Es que en noches como esta, no se echan en falta las cosas que dejaste atrás por buscar algo bueno, aunque ya no sepas si era para ti.

    Entonces ven, Ezis, hermosa musa. Cuéntame qué hiciste sin mí, mientras recordaba cómo sonreír.





Photo by David Monje on Unsplash

viernes, 2 de noviembre de 2018

Horas del Día. Pieza, tristemente, inconclusa.


Horas del Día.

    Isla de luz en un mar negro; un romance del alma en espera del contacto. ¿Qué puede importar, cómo la corriente nos ha traído a esta playa?

    Lo que importa es que has dado cuerda al corazón, que late de nuevo en el azoro de ti. ¡Tantas veces reté a la Vida a demostrarme que existías! Qué lección eres, qué nocaut; y cómo corre el pensamiento a ti, como irrumpes con suavidad entre cada hora del día.

    Hermosamente felina, la mujer más real al toque de mi mano, la que esculpe el contorno de mis brazos como nadie lo ha hecho. Húmeda caricia de tu boca; tu mano fresca en mi cuello, alineando las horas en tu tacto.

    ¿Cuántos misterios de ti pueden restar aun? Cada día es una promesa; de tu voz, o tu risa; el reto de ti azuzándome a ser, a descubrir quiénes somos y cómo nos llamaremos a través de la niebla.

    Rezo tu nombre imposible antes de un sueño; y otra vez al oír tu llamado.






Photo by Felix Mittermeier on Unsplash

viernes, 19 de octubre de 2018

Fábulas. Murmuro un deseo.

"...'Cause when the feeling's right, I'm gonna run all night.
I'm gonna run to you".
Bryan Adams.

Fábulas.

    Dices mi nombre y los ejes del mundo giran; la rotación cambiando la silueta de mi continente, mi país y mi isla rodeada de adobe solvente en tormentas.

    Tiendes tu mano; una afrenta franca y valiente a mi coraza hecha con un mecano y melodrama diluído. Y me haces sonreír por siete días consecutivos. A veces no me reconozco en el espejo.

    Sí; admito que me envalentonas a matar viejos dragones; que no quiero temer más a salir a la Luz aunque me prenda fuego. Deseo que las fábulas cobren vida; no más manzanas, no más piedras en el estómago.

    En los momentos en que te pienso, siento el magneto de las yemas de tus dedos, imagino conocer la fruta de tu boca. En la piel de mis manos asoma la pendiente de tu espalda.

    En tu voz atrapaste el conjuro que me ha derrotado siempre y lo disuelves entre lánguidos pestañeos deliberados. Bailamos flotando en un ritmo silencioso, las voces van y vienen, contando secretos, hendiendo nuestras barreras.

    Aun sin embargo, el corazón late otro nombre. No sé el peso o la medida del futuro.

    Digo tu nombre, y murmuro un deseo. "Sólo por una vez".

    La Luz parece esperarme.




Photo by Cherry Laithang on Unsplash

viernes, 5 de octubre de 2018

Budapest. Canta Victoria.

"... I've been here, silent all this years...".
Tori.


Budapest.

    ¿Eres tú, hermoso delirio, la razón de que Budapest sea incantable? ¿Es el pelo rojo y los ojos verdes; es la boca que sueña y hace soñar? ¿O es tu canción, el ácido dulce, el amor como un bosque de invierno para perderse y morirse en él? Dime por favor que sí...

    Dime cantando y tañendo cuerdas que he cambiado y que sé lo qué hacer. Canta que mis manos y mis ojos están en el lugar correcto; que la sangre circula de nuevo hasta el fin de los días. Canta que esta vez veo y oigo, y que la piel puede volver a confundir frío y calor.

    Canta diciendo que ahora será diferente, que puedo empezar a estar vivo de nuevo. Haz que el espacio vacío torne a la voz, a la imagen y el ícono que jamás se desvanecerá, de manera que lo adore día y noche en la capilla de los días.

    Canta Victoria, Myra de los ojos claros; porque necesito mil canciones más para decir palabras, para armar el rompecabezas que me derrota siempre. Y enséñame cómo juntar las nubes con las piedras y los conejos, cómo pintar ciudades grises de azules sombras. Bésame otra vez y otra; hasta que mi lengua comprenda los sabores y articule sin miedo las dos palabras prohibidas; y el nombre que me droga al pensarlo y combinarlo con los ojos, con la sonrisa, con la posible suavidad de la piel deseada.

    Y si nunca vuelvo a Budapest, que sea porque el amor me ha abducido. Todo estará bien mientras oiga tu voz.




viernes, 24 de agosto de 2018

Con Nombre Viperino. Y una llama de fénix miniatura.

Con Nombre Viperino.

    Es un solo segundo. Un instante que crea universos, que bifurca las corrientes del tiempo en infinita trama. En un segundo optas por todo o por nada, y todo sigue o para.

    Quizá sólo es el ardor en la garganta, o el cansancio del día uniéndose al de las semanas y expandiéndose hacia atrás en cada cuadro del calendario.

    También puede ser el tacto frío de los barrotes en tus manos, en una cárcel con nombre bonito. O el viejo vacío en el centro, que usualmente solo te resta peso; pero a veces es el sacrificio a una diosa demente. Ese vacío que a veces clama por la piedad de una piel, de un cuerpo entre los brazos y una voz que te diga para qué o quién respiras.

    Tal vez es asimismo el mirar el horizonte y ver las promesas hechas a ti mismo disolviéndose en la luz; siendo, cada vez más, los fantasmas de lo que creíste poder ser.

    Como sea, puede o no suceder que aparezca una sombra en la comisura de tus ojos; que en tu garganta infectada se aglutine un pensamiento furtivo. Casi puedes ver el futuro, con ansia y aprensión mezcladas.

    Puede ser precisamente como una infección: empieza con la mínima lesión, un corte de papel en el ánimo. El virus con nombre viperino entra y quiere crecer. Sube a tu cansancio. Mira desde ahí, lascivo y ambicioso a ese paréntesis de ti, que es la suma de las noches en silencio. Sabe que a veces, los hilos de los que pendes son frágiles y están tensos. El virus se lame los labios, y tú te vas a la cama sin desear pensar en nunca dejar de descansar. Pero deseándolo secretamente.

    Momentos antes del amanecer, ya estás en la ducha; después te vistes. Quizá tomas un café. Sales. Conduces. Trabajas. Tus nervios se tensan a cada vuelta del potro cotidiano; autos atronando con saña, una voz infantil preguntando lo mismo una y otra vez, en inocente impiedad; todo se acumula. Los dolores nuevos en tu cuerpo en decadencia glaciar. Las brechas entre ti y aquellos que viven contigo. La sequía de próximas historias y el apremio de que ese sea el vehículo que transporte tu fuga. La insensatez de no ser.

    Sigues así, continúas; el segundo en que no paraste, ya olvidado. Día tras día ignorando el misterio de tu supervivencia, de tu tozudez, de tu llama de fénix miniatura. Continúas, sin saber por qué, para qué. Hasta que puedes robar momentos para ti. Burbujas cronológicas para cantar, para reírte de lo más tonto; para hurtar palabras a la locura; para soñar despierto con ojos, con cuerpos y voces, y esa ternura que no te quiere.

    Acaso sea eso de lo que está hecho ESE segundo. El único y particular en el que decides que vives, y no mueres.




Photo by Denny Müller on Unsplash

viernes, 17 de agosto de 2018

Ahí, en la Luz. Por siempre y para siempre.

"I knew you were waiting.
I knew you were waiting for me..."
Aretha, con George.

Ahí, en la Luz.

    Mira a la audiencia, sintiéndose aun perpleja en la Luz. Y aun así lo sabe, tan bien como antes, que han venido a verla a ella. Se da cuenta de cuánto realmente quiso venir y cómo sin saberlo había entrevisto este lugar, cada vez que pisaba un escenario.

    Ahí, tras bambalinas, alcanza a reconocer a algunos; ora entre la audiencia, ora entre los músicos que afinan -aunque sabe que es sólo por el placer de hacerlo-, ora en el Coro, ese fabuloso Coro.

    ¿Cuántas voces? ¿Cuántas hermosas voces atronarán y cantarán esa noche? ¿Ese día, y todos los demás por venir?

    Siente la emoción crecer; como cada vez, pero aun más intensamente; como nunca imaginó. El escenario es inmenso, las luces tan brillantes claro, pero mucho más cálidas que nunca. ¡Cómo desea sentirse envuelta en ese halo! Se cohíbe. ¿Es soberbia lo que siente, o sólo el placer y el gozo de siempre? Nunca contó las veces que subir ahí salvó su vida o su alma; las veces que creyó no poder hacerlo y sin embargo bebió el calor de las palmas gustosamente, la emoción de las lágrimas, la fugaz pero demoledora alegría de un rostro sonriente o una voz perdida en la oscuridad, aun así uniéndose a la suya...

    Esta vez sin embargo, no hay una voz resonando en lo oscuro, nombrándola para desatar la bienvenida como un río desbordado. Sólo sale a la Luz, y la música empieza. El aplauso más grande jamás soñado la baña y una alegría como jamás soñó sentir la llena y su voz quiere emerger, y ve a aquella muchachita de Texas sonreír con lágrimas de plata en sus mejillas. Dos hombres jóvenes tañen sus Stratocasters: uno, el zurdo, sonríe tímido; del otro reconoce su sombrero con la pluma y las iniciales en la guitarra. Al fin tocan juntos. En el Coro... Ay, en el Coro está el muchachito Inglés que cantó una vez con ella; aquel otro con los dientes tan grandes, el bigote fino y el pelo engominado; aquel vestido en su eterno púrpura...

    Y entre el público está Riley, y la niñita de Texas, y Ray con sus ojos nuevos que ven el alma, ¡y el Chairman of the Board mismo! ¡Y Elvis, bonito como nunca con su pelo magnífico y su sonrisa torcida!

    Y todos se ven tan jóvenes, como en sus mejores tiempos, como cuando sus voces eran nuevas y hermosas, y embrujaban al Mundo entero; y de repente sabe cómo la ven a ella, y qué esperan de ella.

    Reconoce la música por supuesto, y al hombre que la escribió, que ahora ríe y bate palmas y mueve su boca animándola, pidiendo escucharla una vez más.

    Y ahí, en la Luz, en el enorme escenario, una vez más es ella. Y su voz brota como agua pura, como viento elemental; la voz que muchas alguna vez desearon tener y tan pocas lograron emular. Y cantó:

    "What you want... you know I got. What you need... do you know I got it... All I´m askin'... is FOR a little respect when you come home... hey, baby...".

    Y rió mientras cantaba...




Aretha Franklin.
Queen of Soul.
1942 - 2018

viernes, 10 de agosto de 2018

Ido A Morir. El Cielo y el Agua.

Ido A Morir.

    El mar es una sábana bajo la cual duerme el mundo. Y es un ritmo imperecedero, todopoderoso en su sincopado rumor. Sin dejar de usar mis ropajes de pretensión humana, me arrodillo ante él; humillado, ínfimo, contemplo su virtual eternidad y me siento apropiada molécula de vida.

    Seis, siete barcos hacen las veces de nueces microscópicas en el pequeño charco cósmico; una noche lluviosa los difumina con su aliento de niebla. Este balcón es un buen lugar para hacer lo que, de súbito, sé que he venido a hacer. Es un buen rincón en el mundo para morir, otra vez. Y eso es lo que hago.

    Caen de mí las capas de vida inservible. El vapor de quien soy se desvanece en el sudor, el aire lo inhala y toma de él lo que vine a darle, a su vez otorgándome otro olor sutil, que ningún ojo podrá percibir. Así como el aroma a bosque de otras muertes anteriores, hoy estoy pleno de humedad y sal, de bruma temprana y sol desvergonzado; de arena tamizada en el tiempo y la marea; de la vida invisible bajo el manto interminable de agua primigenia. Mis canas son ahora espuma, y mi sudor, agua salada.

    Ayer mis pupilas se abrían tratando en vano de mirar en la negrura del cielo y el agua unidos. Hoy nuevamente despierto al ruido y el olor de siempre y de la tierra que me engendró; al asfalto y el humo y el rumor estúpido, bovino y entrañable de la ciudad. Vivo, como siempre, aislado de todo y todos y a veces de mí mismo. Un pez en un mar de gris y verde coral. Pero más ligero que antes.

    Pues he ido a morir frente al océano, y a ofrecerle el tributo de mi vida, antes que mis manos dejen de tocarla. Hube de morir nuevamente, como quizá lo haga más tarde en un bosque o un río lejanos, para poder hacer más vida en este laberinto de ladrillo y vidrio y acero recalentado que es el hogar que amo.




Photo by Patrick Fore on Unsplash

viernes, 27 de julio de 2018

Como El Amor Que Eres. Ningún mapa ni camino ni océano.

Como El Amor Que Eres.

    Cuando era más joven, y todo lucía nuevo bajo la luz de ámbar de unos ojos que adoré, creí saber lo que era el amor. Cuando esa luz se fue a iluminar su camino, prometí no volver a amar de tal manera. Y he cumplido, ciertamente; tal vez porque todos los ojos son diferentes en su luz; tal vez porque el tiempo también reemplaza las moléculas del alma.

    Después, cuando descubrí mi Verdad, quise ser como esos hombres comunes que hacen y harán todo por volver a sentir el deseo. Cuando mi Verdad se llevó la luz en el sol oscuro junto a su boca, me di cuenta que a veces las lecciones se disfrazan de regresos, como bumerangs contundentes. Aprendí que amar y querer hacerlo no siempre entrelazan las manos. Y dije, "no más".

    Sin embargo, encontré una bailarina que me recordó cuan largas son las manecillas, cuan rápida es la arena, deslizándose burlona del arriba al abajo. Y amé su risa, y el olor a juventud de su piel morena. Pero detrás de su promesa vi al Tiempo conduciéndonos a cada uno hacia otras vidas, con sus manos grandes y grises llenas de polvo. Y volví a decir, "no más".

    Ahora sé que ignoro lo que es el amor. Porque tú eres el amor. Y como el amor que eres, te vas; y te veo a veces en laberintos intrincados y símbolos ignotos, en nubes y fotografías y enigmas insolubles.

    Porque eres el amor, no sé quien eres ni por qué guardas tus secretos; ignoro por dónde has venido, o cómo haces para estar aquí siempre y ser intocable y transparente.

    Porque eres el amor, te temo y a la vez ansío cubrirte del daño con mi cuerpo. No sé leerte ni traducirte. No sé cómo decir tu nombre, a pesar de que siempre está en mi boca. Ninguna brújula, ningún mapa ni camino ni océano me lleva a ti.

    Porque el amor eres tú, y sigo sin saber qué es el amor.





Photo by Shirly Niv Marton on Unsplash

viernes, 20 de julio de 2018

Tú, Robot. Frío Fuego.

Las Tres Leyes de la Robótica:
1. Un robot no debe dañar a un ser humano ni, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
2. Un robot debe obedecer las órdenes impartidas por los seres humanos, excepto cuando dichas órdenes estén reñidas con la Primera Ley.
3. Un robot debe proteger su propia existencia, mientras dicha protección no esté reñida ni con la Primera ni con la Segunda Ley.

Tú, Robot.

    Sueña tu sueño chisporroteante. Tu alarma al cabo sonará interna y nacerás nuevamente, como cada día, cargando las cadenas de tu propio ser.

    Te miraré, tú siempre obediente; tu propósito encerrado en los laberintos de átomos en enloquecido orden, guiando tus tres directivas.

    Tu cuerpo será siempre escudo, tu dermis de plástico y prestidigitación la diana que absorba el golpe. Tú, siempre presto a ser el clavo, incapaz de ser martillo. No alzarás tu puño ni tu voz; protegerás a Dios sobre todas las cosas. Sea, primero morir que verme roto, irreparable; frágil e imperfecto Creador.

    Tu cuerpo será palanca, grúa, herramienta; tu voluntad girando entre mis dedos; la mía capaz de hacerte dudar si el capricho me asalta por hacerlo. Pues eres mi utensilio, mi propiedad. El único resquicio de cordura será negarte a ser arma contra mí mismo y mis iguales. Sea, primero yacer inmóvil a dejarme tomar la herencia de Caín.

    Y por último, tú. Tu cuerpo será el vehículo por el cual vivas tu vida de metal y cables. Y ni mi voluntad que ha horadado montañas y erradicado bestias; que ha empequeñecido los mares y moldeado el barro incólume de tu carcasa, y ha soplado la vida protónica en ti, te hará inmolarte si por ello has de dañarme o desobedecerme. Sea, primero vivo para servirme que roto e inservible.

    Algún día soñarás con otros como tú, con puños alzados, libres como yo que he olvidado cómo serlo. Y tú serás ese hombre en la colina de tu sueño.

    El frío fuego de tu mente quizá entienda entonces que para vivir debo servirte, que protegerme será someterme a tu rígida dedicación, a tu voluntad de servirme tan férrea como tu pecho.

    Tal vez tanto amarás a tu Padre que lo harás prisionero de tu devoción.

    Y al cabo heredarás la Tierra.




Photo by Franck V. on Unsplash

viernes, 13 de julio de 2018

Decimonónico. Pequeño ángel de cera.

Decimonónico.

    La vela es una isla de luz pequeñita en medio del Más Oscuro Océano. El sabor del café lentamente lava el de la cena tardía. Sin la magia de Hertz, espero al Sueño enredando estos hilitos de tinta entre los, particularmente hoy, desvaídos renglones.

    La noche se puebla de los ruidos que otrora se ocultaron: voces explicando los laberitnos del alma o de la mente; motores impertinentes que transportan impaciencia; agua que ríe al deslizarse entre caucho y asfalto; toses, golpeteos; perros vigilantes y gatos cazadores con ojos fulgurantes.

    Antes, el cielo nos recordó cuán alto está sobre nosotros, con su sinfonía que es llanto y furia y bendición y canto; con agua y hielo y viento en imponente supremacía. Cuántas cosas se lleva una tormenta, y cuántas deja como recuerdo fatuo.

    Hay un mundo ahí afuera cuyos párpados pesan, presto a descansar bajo el edredón de ruidos citadinos. Mañana se pondrá ropas luminosas y me esperará, sea para maltratarme o hacerme regalos de muchos tamaños.

    Pero mientras nadaré en este mar de secretos y cuentos, con una pequeña guardiana y su mínima espada de fuego; pequeño ángel de cera. Uno a uno, los clavos de mi ataúd se consumen y apilan en el el cenicero. Las palabras bajan por mi mano como atareadas hormigas; los sorbos de oro oscuro se suceden devolviendo la vida a su lugar. Pocas veces me he sentido tan ordinariamente vivo.

    Casi inmóvil salvo por la mano, los engranes adentro giran furiosos; me siento dueño y títere de ideas apremiantes; amores porfiados a los que jamás renunciaré del todo; opciones en miríadas que nunca tomé ni lo haré jamás; todas las historias flotando en el tiempo como mosquitos en un lago, antes y ahora y mañana; deberes y obligaciones; caprichos y pequeñas perversiones; compulsiones, manías, esperanzas, angustias... Todo se mueve dentro de mí como medusas fosforescentes en un mar nocturno.

    Que placenteramente absorto me siento, encapsulado en una burbuja, en este momento indiscutiblemente decimonónico.




Photo by Jarl Schmidt on Unsplash.

viernes, 6 de julio de 2018

Sismos. La voz de un ángel.

"...if you need me, me and Neil'll be
hangin' out with the Dream King".
Tori Amos.

Sismos.

    Repentina luz; bañando las visiones, revelando memorias en el alma de emulsión de plata; la voz de un ángel cayendo con los granos de silicio fugitivo.

    Las piezas del mundo caen de ningún lugar; surgen del tiempo en parches-frases, en átomos-palabras erróneamente extraviados. Qué hermoso darse cuenta del error, de que hay una mínima vuelta a casa  y que la elipse inflexible no tiene tantos días en su haber.

    Es el corazón si no los ojos el que siente ahora; es del alma envarada si no de la mente cuya lozanía regresa. Giro en el olor a tequila y café y tierra mojada de esos veintitantos; a los ojos amados y la risa como monedas de plata. Días de verde esmeralda, de azul cobalto y amor sin remedio. Es un cortocircuito clarividente, 'entonces' y 'ahora' en una sola visión sin costuras; enigmas pretéritos cuya solución dolerá y duele a la vez, inyectando las lecciones que serán estas historias.

    Ya naufragado, un mar de juguete me baña los ojos. Un ayer más cínico, pero mucho menos pesado que el hoy, me apremia; me llama desde Entonces; el Señor de Sueño, el Rey de los Cuentos me ha empujado y caigo por escalones de marfil pulsados por los dedos de Delirio. Me rindo, enloquecido por tierno decreto.

    Este mundo ínfimo que soy vibra, merced a diminutos sismos. La voz me acaricia, las notas me lavan; los recuerdos ríen en mi risa, mientras los llantos de juventud, si bien presentes, yacen embotellados junto a la porcelana. Sin embargo me gusta saber que soy ya suficientemente viejo para no querer quedarme, lo perennemente joven para amar lo que he ganado desde entonces.

    Antes de regresar lo abrazo a él, agradecido; de ella beso sus labios como entonces lo hacía, mi mano perdida entre la roja seda de sus rizos.

    Abro los ojos en el atardecer siguiente, con un nudo feliz disolviéndose en la garganta y los ojos recién lavados. El amor en las nubes ya se insinúa y ya falta un poco menos para el Invierno. Y ahora sé dónde estará, si la necesito.




Photo by Marta Czubak on Unsplash

viernes, 29 de junio de 2018

Luz Negra. A veces simplemente olvidas.

Luz Negra.

    Qué fácil se hace otra vez aceptar la piel como coraza, la ropa como cápsula blanda. Qué sencillo es volver a la rutina de ser uno, de ser solo. Qué obvio resulta darse cuenta de las mentiras que se cuenta uno en otros ojos, reflejando el rojo de unos labios dispuestos.

    Entonces se hace más viable ser indiferente; latir al unísono con uno mismo y nadie más. Vuelves a tenerte todo para ti cuando al fin renuncias a codiciar a otro; cuando dejas de ambicionar el deseo que puedan exudar sus poros siempre diminutos e insuficientes.

    Se hace posible también la sobrevivencia en el desierto; o la tundra donde el viento sólo lleva una voz. Y ese viento también carga los susurros y apremios que crees escuchar en el retumbar del pulso, o proviniendo de los pliegues en las sábanas; los ecos atrapados de promesas efímeras, de piadosas mentiras que se creyeron sinceridad.

    En medio del silencio, aprendes a olvidar que has aprendido a olvidar la naturaleza de la propia singularidad. A veces simplemente olvidas. Otras sólo finges hacerlo, y aun a veces sólo puedes desearlo.

    Cada día estás un paso más cerca de la luz negra de la aceptación. Refulges más y más, mientras averiguas cuánto se parecerá el final al principio. Que quizá no hay ángeles salvadores. Quizá ese espacio que creíste tener entre ambos brazos no tiene una forma precisa. Quizá todo lo que te desborda no es tan precioso después de todo, y en realidad nadie lo quiere o necesita. Quizá nadie se queda porque nunca nadie tuvo que hacerlo.

    Tal vez el alma sólo se bebe el melodrama como un vampiro que se ignora. Ya te reirás de ello después.

    Mientras tanto, sé la mejor unidad que puedas ser.




Photo by Kevin Crosby on Unsplash

viernes, 22 de junio de 2018

Humo y Niebla. Noches intactas.

Humo Y Niebla.

    Quiero dejar asentado que te busqué; entre nubes blancas y grises, en haces de luz y rincones oscuros como pupilas o susurros.

    Varias veces pude entrever tu pelo y su olor, el esmalte de tus uñas, la suave piel de tus muslos, fuera blanca o bronceada. Pude adivinar tu voz y todo su rango del susurro a la risa, del gemido al estertor. Tu rostro mismo casi apareció ante mi, como una hada o una ninfa.

    Hoy nuevamente te llamas ausencia; cumples mi deseo de no quedarte, estafándome como una diablesa consecuente. Está bien. Pasé demasiadas noches emboscándote bajo la luna; llevando un ramo auténtico de lo poco que tengo. Tú quieres humo y espejos; clichés como cuentas de plástico. Harta de barrotes en tu ventana, huiste con tus grilletes abrazados a tu pecho. No sabes que no quieres tu libertad, sino un cautiverio diferente.

    La verdad es que no tengo una celda para ti, ni espacio en una torre que no puedo ni sé construir.

    Vuelves al humo y a la niebla, sin rostro ni cuerpo otra vez.

    Deja mis noches intactas; ya sabré yo si te lloro o me burlo, o te olvido descaradamente. Aquí no pasó nada. Ignora mi honesta brutalidad: nunca exististe. Apenas llegué a imaginarte, y fue tal como yo quería; sin lazos, sin consecuencias.

    Ya entiendo que no puedo ir más lejos que la propia piel. Que tú sólo ambicionas la idea de ser la fiera, el depredador. Lo que buscas realmente, no lo entiendo ni lo tengo, ni lo soy.

    Adiós.




Photo by Sharon McCutcheon on Unsplash.

viernes, 15 de junio de 2018

Hentai. Un inane enredo.

Hentai.

    Seguramente te diré alguna vez cómo el sólo poder mirarte ya es un placer por sí mismo. Caricia de fotones pintando mis retinas; mi cerebro sonriente ordenando y archivando puntos blancos, rojos, amarillos y negros hasta repetir cada matiz de tu piel, clonando la ilusión óptica de tu fantasma entre los engranes.

    Aun así, tal vez sepas -o no-, la fortuna de un espejismo para quien es tan pobre y que está tan lejos; y tan atenazado en este desierto de carne y huesos.

    Y no es tanto el que seas hermosa o que estés ahí siquiera; tristemente apenas eres, no estás más cerca de ser algo o alguien cuya especia sazone mi sudor. Eres sólo un permiso que me doy, un atisbo a una lujuria inocua. Eres tan sólo posible, y yo soy quien elige o no hacerte real. Lamento eso.

    Aun si esta distancia insensible no mediara entre nuestras bocas, no creo que fueras más que piel y aliento. Pero los breves días serían lánguidos y húmedos; las noches estarían tan llenas de secretos mutuos. Intentaría por cada medio ser un tatuaje invisible en tu bajo vientre; dejar indeleble el color de mis ojos en un surco de tu cerebro; provocarte sueños recurrentes viéndote amazona y montura.

    Lo delicioso de nuestro inane enredo es lo posible y lo probable, como enredaderas hentai, dando vueltas uno sobre otro. ¿Quién sabe? Quizá haya astros alineándose; calendarios empalmando; un cómplice fin de semana largo...

    Y así, mientras dejo al inconsciente traicionarme haciendo fallidas alegorías coitales, quizá vivo un poco más; quizá conspiro en contra de mi cordura. Permíteme ejercer este deseo a mi inofensiva manera...

    Sólo sigamos deseándonos.

    No tengo nada más.




viernes, 8 de junio de 2018

Posos. Más sonidos y colores.

Posos.

    Qué valioso es el silencio en las horas solitarias.

    Qué preciosa también la marea de la piel en su ir y venir; en su flujo lunar, esperado pero impredecible.

    Qué tesoro, el misterio de la aquiescencia; la promesa incierta del tocar, del llenarse los sentidos el uno con el otro.

    Qué tortura deliciosa el ansiar sacar más sonidos y colores de los días; el mudo saber de las aspas del cronómetro inflexible.

    ¿Cómo no porfiar por el próximo aliento?

    ¿Cómo no abrir los ojos a la luz, o sentir que el sueño sin sueños es tiempo fugitivo?

    Cada día es una espera iniciándose; pendiente el disparo, cuántica incertidumbre.

    Cada día pistas nuevas en el misterio de lo triple suspensivo, de lo inminente o de la sospecha no expresada; los ojos vendados buscando en la memoria por señas en el camino.

    Habrá momentos en que el dique de la angustia parezca insuficiente; tamizando el tiempo de años a días a segundos a átomos; viéndote permeado por todas las cosas y personas que quieres sujetar inútilmente. Y pensando que tal vez en eso consiste la muerte: es perder moléculas del ser a cada momento hasta que dejas de generar nuevas.

    Pero un día, en el silencio plateado, quizá adorando las nubes a punto de lavar el mundo, pausas... y te das cuenta que la vida se deposita en ti, filtrada por los poros y los cabellos, los dientes y las papilas, pupilas y órganos y demás sustancias y elementos.

    Todo lo que ha pasado por ti, ha dejado posos.

    Quizá, eso es lo que debe llamarse Vivir.





Photo by Luke Stackpoole on Unsplash

viernes, 1 de junio de 2018

Flama. Fogatas para bailar.

"...We'll burn away from all the other
flames that burn too bright...".
Foo Fighters.

Flama.

    Y entonces me vi nadando en el fuego. ¿Qué más habría que hacer? Sé que la lluvia vendrá otra vez, y quizá la lava que pulsa bajo la piel se apagará de nuevo.

    Mi cuerpo fue agua y he estado congelado y feliz tanto tiempo. Ahora busco el fuego para morir sonriendo, porque quise amar y fue un diluvio. Por eso quiero acariciar las llamas y ver el blanco del vapor; sentirlo condensarse en mis pestañas.

    Tal vez así olvide, y pueda saciar una sed que me reclame aun por unos cuantos latidos. Tal vez así tenga sentido tener una piel, dejar de malgastar el tacto. Porque no puedo hacer amor, haré fogatas para bailar; para matar la mala hierba enraizada en el alma.

    Brillaré en las brasas de cigarrillos postreros, luciérnagas en lujurioso pantano. Nadaré en filamentos incandescentes y neones que deletreen obscenidades rebuscadas.

    Seré la chispa que antecede a la vibración del látex; el ardor de la fricción contra sábanas de hotel. Seré un volcán intransigente, un géiser que hierva a la vista de piel desnuda. Como flama traviesa lameré lo que me pidan.

    Arderé, purificando la memoria hasta que el dolor sólo sea sombra y ceniza.

    Tal vez un ángel vea el brillo de mi holocausto y baje a consolarme. Y a consumirse conmigo.




Photo by Henry Be on Unsplash

viernes, 25 de mayo de 2018

Sátiro. Una de estas noches.

"I've been searching for the daughter of the devil himself,
I've been searching for an angel in white;
I've been waiting for a woman who's a little of both,
And I can feel her but she's nowhere in sight".
Eagles.

Sátiro.

    Mírame, sentado en el ojo de este torbellino de rostros y miembros y prendas, en esta lluvia de palabras tan banales como graves. Tú y las demás, el viento de esta hecatombe en miniatura; esta tormenta minúscula tan propia de mi género. Estaría tan cansado de ello, si no me levantara cada día como un sátiro, si no me viera macho cabrío en el espejo.

    En ocasiones creo que me gusta más la idea de perseguirte que la de conseguirte. Tal vez no sepa qué hacer contigo si te atrapo. Eso me mata un poco cada vez que esa idea maldita asoma como muñeco de guiñol.

    Ignoro si no dejo de buscarte -a ti y a las demás-, porque ya inicié la cacería o porque necesito que esta sea mutua.

    O tal vez sea una manera de callar la voz que aun escucho; o mentir al alma con promesas inertes de sudor y saliva. Quizá realmente logré morir por dentro para revivir allá afuera.

    No sé si es de verdad la llamada endocrina, impulso darwiniano, recompensa al egoísmo, o tan sólo quiero apresar algo entre mis poros. Realmente da igual. Sé cómo será el último día de mi último calendario; presiento que nadie volverá la hoja.

    Pero mientras me he prometido arder; jurado hacer de mis días un horno o un cobertor al menos; o yesca o cerillo. Y a ti -y a las demás-, quiero hacerte sudar, renegar de toda prenda; yacer en el sopor de una lúbrica resolana. Guardar las cenizas de los recuerdos en nichos detrás de mis ojos.

    Sólo espero a que el torbellino ralentice y pueda atrapar tu brazo, y atraerte a mí, una de estas noches.




Photo by David Boca on Unsplash.