domingo, 31 de diciembre de 2017

¡Feliz Año Nuevo!

    Antes que el tiempo siga su curso predeterminado, y se desate lo que deba: 

    Que esta noche lave todo aquello que manchó, o que oscureció.

    Que las luces que ya encontramos brillen aun más fuerte, y nos ayuden a encontrar otras.

    Que la soledad sea una amiga más, y que nos enseñe quienes somos, como sólo ella sabe hacerlo.

    Que kilómetros y días sean milímetros y segundos.

    Que las almas de aquellos que amamos sientan aun el calor.

    Que "amor" deje de ser una palabra y tenga un significado, un cuerpo y un rostro.

    Que mantengamos la guardia inflexible ante lo Malo, y una mano abierta y tibia lista para lo Bueno. Que sepamos verlos como tales.

    Que el dinero abunde, y sirva su propósito, pero que no se convierta en propósito por sí mismo.

    Que los sueños y los ideales se alimenten del día, que maduren en Vida y crezcan para contener más sueños y más ideales.

    Que la enfermedad nos tenga más miedo del que tenemos nosotros.

    Que el dos mil dieciocho no sea el Mejor Año de Nuestras Vidas, sino sólo uno más de los Mejores.

    Gracias a todos los que donan un breve momento a este espacio, a este Cánido Insípido Despelucado y a los delirios de un Servidor.

    Tengan un muy Feliz Año 2018.


Con afecto y agradecimiento:

Juan Manuel López.




Photo by NordWood Themes on Unsplash

viernes, 22 de diciembre de 2017

¡Feliz Navidad!


¡Hola!

    Por supuesto que tenía otro par de ideas para esta entrada. Pero no.

    Y no es que desee arruinar las Fiestas, todo lo contrario; sin embargo hay en el viento un olor a días aciagos, o solamente difíciles.

    En lo personal, las cosas se me ponen complicadas, incluyendo hallar el tiempo para sentarme ante esta "página" y dejarme llevar. Pero como una excepción, no estoy para contar ni ustedes para saber.

    En un plano general, nacional, mundial, puede costar trabajo seguir haciéndose a la idea de que todo, o algo siquiera, está bien. Las apariencias engañan, y lo hacen con habilidad y singular, malévola alegría.

    Pero debo insistir en recordarnos lo que más importa: que la Vida tiene un curso, y este no siempre es lineal. Sigo, como siempre, viéndola como un camino. Y hay muchas, muchas cosas buenas y malas a lo largo de él. Lo más importante es tener alguien, quien sea, a nuestro lado incluso si no es todo el trayecto. Eso que cuenta, eso que más importa, es lo que dejan en nosotros, bueno y malo.

    Es mi deseo y del Chucho, que todos sepamos encontrar ese o esos alguienes, y que junto a ellos veamos el lado bueno incluso de los momentos difíciles, de los lapsos de soledad, de obstáculos y tragedias mayores y menores.

    Que esos viajeros: familia, amigos, compañeros de una u otra naturaleza, nos brinden la oportunidad en esta temporada particularmente, pero también mientras estemos caminando y en cada etapa, de sentir la calidez y el Amor, la compañía, la complicidad, el apoyo, el Cariño, la fuerza.

    Que el breve tiempo que nos queda de este año esté lleno de Paz y de Alegría.

    Pasen por favor unas Felices Fiestas, es mi (nuestro) deseo.

    Awoo.

¡FELIZ NAVIDAD!



Photo by Davidson Luna on Unsplash

viernes, 15 de diciembre de 2017

Amargo. Caer, peleando.

Amargo.


    A veces sólo es un cansancio involuntario; si bien gradual, casi siempre sorpresivo en su llegada. En ocasiones también es la resaca del insomnio, esa especie de herencia de sangre y de carácter.

    En otros casos, sospecho que también es la gravedad tirando de los años, o la densidad del silencio que acecha en los rincones de mi propiedad.

    Admito sí, que quizá también sea la ausencia de otras manos en las mías, o de un abrazo más elocuente que un millón de canciones, más tibio que un resol de invierno. El vacío siempre presente de un cuerpo de densidad indiscutible ceñido al mío.

    Ya no me detengo a leer facturas por pagar de la vida: sé que la deuda es mutua, que nos hemos despojado ambos de mucho, que nos hemos regalado también sin dudar un segundo.

    El "pero" siempre está ahí, la objeción siempre disponible. La consigna siempre, siempre y para siempre, será caer peleando.

    Sé, sin duda alguna, que la resignación no equivale a la conformidad. Renegaré y rezongaré, y rezumaré veneno veladamente porque la Resignación es ciertamente una vieja amiga, pero el Conformismo y yo tenemos una inmortal rencilla. Y todo esto lo voy a hacer con una sonrisa torcida, y a veces repelente.

    Tú me ves amargo, me escuchas renegar girando los ojos. Quizá nos riamos juntos al principio, pero eventualmente te cansarás. Ahora lo entiendo. Y me divierte, porque ignoras que callo más de lo que reniego. No sospechas siquiera lo profundo que es el pozo de mi paciencia, o lo fresco de su agua.

    No me disculpo, porque pasé años disculpándome de obra y palabra.

    No cejo, porque una vez me rendí y no recibí garantía alguna.

    Descubrí que la risa es el escudo más ligero y resiliente, el arma más afilada.

    Así, comienza con el cansancio, continúa con la desilusión. Las dudas quizá me paralicen un tiempo, porque son el curare de mi alma. Soy nada más que humano, y un poco más defectuoso que el común.

    Pero siempre busco la risa, siempre minimizo el daño. Me guardo mucho, para que se disuelva en el agua regia del humor.

    Y entonces me mandas callar.

    Y en seguida, estás más lejos de mí, al menos un milímetro.




Photo by Lauren Mancke on Unsplash

viernes, 8 de diciembre de 2017

Una Vida, Una Vez, No Basta. Cuentos de una sinapsis a otra.


Una Vida, Una Vez, No Basta.

    Despertar es escapar o perder. Unas veces es angustia; las manos vacías y el calor de unos brazos o una piel o solamente un cuerpo tibio que se desvanece con la consciencia, quizá para siempre. Otras aun es el alivio de los fantasmas ocultos en los pliegues de la materia gris; de los dolores infinitos que se guardan inconfesados en el pecho.

    ¿Qué objeto puede tener el querer apresar un sueño? Si es sólo un cuento contado de una sinapsis a otra, o una vida mínima que sucede mientras duermes... Mucho menos que un momento, pero igualmente susceptible al olvido.

    ¿Qué pueden importar esos retales, o parches de fatua locura?

    Esa mujer que quizá incluso ames no te abraza realmente, juntos los dos en el sofá.

    Aquel cuerpo terso, aquella piel húmeda, nunca tiembla en tus manos; jamás sientes de verdad la magia de su mutua fricción.

    Ni por asomo dejaste el suelo en realidad; no fuiste perseguido por una bestia invisible o bañado en el brillo de cien sonrisas amigas.

    Tu Madre ausente no te respondió porque su voz ahora sólo la llevas guardada por dentro.

    Entonces, ¿para qué soñar, o para qué recordar los sueños siquiera? ¿por qué no sólo dormir, estar sin ser; tibiamente perdido en la Amnesia de un cerebro en standby?

    Quizá sea que sólo vivir no es suficiente.

    Tal vez, abrazar un secreto amado sea inesperadamente necesario. O acariciar de nuevo un rostro que se ha ido. Entregarte desnudo al viento. Correr con tu vida como premio o casi morir en una mentira de tu mente y tu alma.

    Sólo tal vez, una vida, una vez, no basta.




Photo by Andrew Neel on Unsplash

viernes, 1 de diciembre de 2017

Propio. Todo lo que tengo.


Propio.

    Ahora que me sé de mi propiedad, quizá sea más claro el qué hacer conmigo. Aun a pesar de tanto querer llevar la marca de alguien más.

    Mil y una frases cursis vienen a la mente; promesas de absurdo tinte eterno; hipnóticas sesiones de exploración de irises.

    Qué lejos están mis fronteras, y qué solo está el camino a ellas.

    Y en serio, de verdad quisiera -a veces-, ser ése otro que mi dueña de facto esperaría, pero es que soy tan necio acerca de ser yo mismo...

    Ojalá conociera las pociones, y las fórmulas lingüísticas del encantamiento, o el susuro idóneo en el preciso instante que el segundero golpea. Los pasos del pavorreal. El rugido indiscutible del león en celo. No es así. Nunca ha sido. No sé si acaso hay un día para ello en algún calendario perdido.

    Todo lo que tengo es estas manos apenas útiles; estos ojos insomnes que esperan con paciencia indomable a verla algún día. Y un corazón con fugas, agrietado, casi reseco dentro de un pecho golpeado, a veces por mí mismo, y a veces por alguien más. Todo lo que tengo soy yo.

    Y soy mío, amo y señor renuente. Me guardo y conservo en el frío. Me doy mantenimiento en el verano nublado, en la húmeda canción del xilófono de la lluvia. Me cuido, frágil como una planta hambrienta; maleable como una joya con partes rotas.

    Estoy ecstático y enfermo; ebrio de una libertad sin propósito ni motivo visible.

    Preso dentro de mi piel, maniatado por la carne debajo, atado a los huesos; perdido en mí, nada deseo más que ser hallado y llevado.

    Y solamente morir siendo de alguien más que yo.





Photo by Matthew Kwong on Unsplash

viernes, 24 de noviembre de 2017

Al Fin. Una hoja cada vez menos blanca.



Al Fin.


    Las horas ondulan y oscilan; los días caminan en una frecuencia ajena, modulada por las pausas inútiles. Y yo sigo esperando a las palabras.

    Al cabo llega este momento, este resuello que quizá contenga más sueños que el Sueño mismo; o mejor dicho, la parodia de él que me desmaya en la nonata madrugada.

    Es una calma robada, la expropiación de mi voz; una brazada exhausta regada con té verde y pacificada con sorbos obstinados de nicotina. Remanso. Promesa incoherente. Tantos días sin palabras...

    Es dejar de vivir en presente imperfecto y soñar, continuando la ignición de la muerte deseada.

    Qué bueno es este momento para el alma, y qué miedo dio el temor a que no ocurriera otra vez, que las historias dejaran de suceder.

    Pero mira: más palabras garabateadas con leve lascivia; fluyendo hacia uno, o seis, incluso diez momentos únicos en otros ojos.

    La Media Noche llama al fin de otro estertor, otra convulsión de exhasperante inutilidad. Sin embargo, éste muere sonriendo, tatuado con pequeñas grecas de placer sardónico y necio; una rebelión al cansancio, al presente inane y al futuro timorato y titubeante.

    No hay nada más que este puñado de minutos; su importancia se diluye en la tinta y se fragua en esta hoja cada vez menos blanca. Su relevancia es por supuesto irrelevante.

    Pero las palabras al fin han llegado. Ahora puedo dormir.




Photo by Alexa Mazzarello on Unsplash

viernes, 3 de noviembre de 2017

Página #200. Gotas por miríadas.


Página #200.

    Hace doscientas páginas mis manos se aferraron a esta pequeña tabla azul, en pleno naufragio. Quizá es verdad, por cierto, que existen cosas que no desaparecen, sólo se transforman. Lo que antes fue árbol y madera ahora son cien hojas más o menos llenas de otra clase de vida, de una especie de muerte. En ellas, de una manera extraña o quizá solamente distinta, yo conservé un poco de vida.

    También me ayudó a hallar cordura después de uno de esos accidentes, de ésos en que apenas escapas con las entrañas intactas y que ocurren mayormente de adentro hacia afuera.

    Me guarda, de momento, el único sueño que me he permitido conservar. Contiene uno o dos enojos, tres o cuatro miedos. Perdida entre varios miles, la palabra que más me cuesta decir, quizá porque nunca la he escuchado, quizá porque nadie me la ha dicho.

    En estas páginas, entre mil y un renglones, hay gotas por miríadas: de tinta, de sudor, de sangre. De mí.

    Hay aforismos pedantes; hay historias de ingenua malicia; de triste lascivia; de tímida esperanza; de amor desesperado; de dulce desesperación.

    Los renglones ya escasean.

    Me preocupa saber por cuánto tiempo más la tinta será legible; por cuánto tiempo podré ser capaz de leerlas. No ha dado tantas vueltas el mundo desde la primera página manchada. Ignoro si he crecido en alguna manera. Sé, siento, que he envejecido un poco. Y aun así, me estoy despidiendo de un cuaderno, agradecido como el más tonto sentimental, casi hasta el punto de la nacionalidad Escocesa.

    Ni hablar: esta enfermedad es incurable. Ojalá me muera de escribir, o escribiendo.




Photo by Aaron Burden on Unsplash

viernes, 27 de octubre de 2017

Pendiendo de las hebras grises. Días de desconcierto.



Esos días de desconcierto han vuelto

con un aguijón semiautomático;

la armadura falló y de repente ignoro

la vía fácil para huír de las feromonas.

Me duele saber que las razones

están en tus ojos, y no tener

tu boca

para anular la gravedad.

Pienso tu nombre para exorcizarla.

Vuelve con tus ojitos tristes,

vuelve con el lunar,

regresa un poquito cada día y dame

el salvavidas de tu distante beso.

No permitas que ella me deje

pendiendo de las hebras grises,

roto con las grietas de mis ojos,

muerto de verdad en mis cuarenta años.

Sabes que no tienes que quererme,

sólo apretar lo que te dí a guardar;

ser el espejismo que me atraiga;

ser mi afónica, mi dulce Polly.

Prefiero aullarle a tu luna fría,

prefiero rascar en tu puerta

que jugar a ser mi padre

o aprender a respirar compasión.




Foto por NASA en Unsplash.

viernes, 13 de octubre de 2017

Mirada Oculta. Historias en la luz menguante.


Mirada Oculta.


1

    Alma está inquieta, pero intenta conservar la tranquilidad; permanecer racional. No quiere dejarse llevar por el instinto, pero siempre ha tenido tanto miedo a ser violada.

    No puede negar sin embargo, la presencia ominosa sospechada en la luz menguante del departamento. Esa sensación de ser observada, vigilada; envuelta en una mirada oculta que no se aparta de ella. El escalofrío la asalta, sorpresivo.

    Al otro lado de la habitación, el Ángel Guardián sonríe confundido.


2

    Alma está inquieta, pero intenta conservar la tranquilidad; permanecer racional. No quiere dejarse llevar por la fé, pero siempre ha creído en su Ángel de la Guarda.

    No puede negar sin embargo, la presencia luminosa sospechada en la luz menguante del departamento. Esa sensación de ser observada, vigilada; envuelta en una mirada oculta que no se aparta de ella. La risa la asalta, sorpresiva.

    Al otro lado de la ventana, su acosador sonríe lascivo.





viernes, 6 de octubre de 2017

Un Átomo de Tiempo. Historia o Tragedia.


Un Átomo de Tiempo.

    Hay mundos donde un beso puede ser todo, y otros donde no significa nada.

    Mundos donde un beso concentrará los años perdidos. O marcará principio y fin. Quizá sólo bendiga una coincidencia, o defina un momento en dos vidas.

    Y aun otros orbes donde ese beso único sea el acto más sincero y al tiempo más triste. Mundos, donde ese beso no baste para cambiar el eje de ningún planeta, por mucho que sea hito o parteaguas; una súplica condenada a marchitarse antes de que amanezca.

    También hay tierras pequeñas que esperan durar para siempre, en las que un beso puede nunca ser más que un tatuaje traslúcido, perenne en la comisura de unos labios aun jóvenes.

    Realidades que surgen y se esfuman con un beso casual; beso, suspiro, sonrisa, nada... Un regalo mínimo y húmedo; vano pero alegre; lascivo pero dulce; que será guardado entre chispas microscópicas y reinará minúsculo en su rincón asignado, en su ángulo diminuto.

    Lo que no conozco aun, y deseo, y espero, es un mundo donde resida un beso perfecto; uno que sea big-bang y termine junto con los días. Ése que despierta lo que sea que duerma. Que sana y que salva. Que promete y cumple y después promete más.

    Es ese beso de leyenda que has querido dar y tener toda la vida, desde que la pubertad te metió zancadilla. Historia o Tragedia: arruinará todos los posteriores o será la punta de iceberg de una vida corta en aliento.

    Un beso, nada más. Un átomo de tiempo en el reloj cósmico. Un grano de arena que obstruya el paso del segundero, eternamente.




By Gustav Klimt - Google Art Project, Public Domain, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=38827275

viernes, 29 de septiembre de 2017

Te miré. Egoísmo terapéutico, singularidad ineludible, whatever.


Te miré.


    Tomé tu fotografía en mis manos y te miré; te ví buscando el hogar o acaso un lugar más perfecto. Ví que si iba a buscarte, no te encontraría.

    Usé mi telescopio y te miré: Sonreías hermosa, y anotabas tu vida en el calendario. Y ví que si iba a visitarte, no habría días para mí.

    Me paré frente a la ventana y te miré: Estabas feliz y orondo, y querías visitar mi casa. Y ví que tus manos se abrían y cerraban con codicia, y te llevarías algo de lo mío. Y cerré la ventana.

    Cerré un ojo y atisbé por la lupa, y te miré: Bebías y comías sin parar. Y ví cómo intentabas llenar ese vacío en tí, y temí ser engullido también.

    Y cerré todas las puertas, todas las ventanas; bajé persianas y cortinas. Porque supe que por algún tiempo tenía que estar con una sola persona, y él se siente sólo, y me necesita mucho más que tú.




viernes, 22 de septiembre de 2017

Insomne. Seis, cinco, cuatro...


Insomne. (Demasiado lejos).


    ¿Qúe es lo que cambia en realidad, o qué primero? ¿Es el mundo o es el ojo? ¿Son los colores los que dejan de brillar, o yo quien se queda sin conos para percibirlos?

    Como sea, así las razones se esfuman, y hasta el aire mismo es hueco. El pajarillo esmeralda no se ve por ningún lado, no está; ignoro si ha vuelto a la caja o si anda buscando malestares qué paliar por otro lado. Desearía encontrarlo aquí.

    O tal vez sólo es cansancio, o falta de sueño; cafeína o nicotina insuficientes. Y no importa, porque la importancia está ausente. Las interrupciones del mundo real o la vida diaria, o lo que sea este charco de lodo a doble turno me fastidian.

    Lo que quiero es suspender el tiempo, el mío propio; dejar que los demás se ahoguen, -o no-, en sus propios días, en su exculsivo transcurrir, y me dejen en paz por cinco o seis cuartillas.

    Una cosa que es en parte gruñido y parte sollozo quiere vibrar en el vacío donde debería estar mi voz. Y no puede, ni quiere hacerlo. Quizá más tarde.

    Porque ahora es tiempo de ésto, de Mí; he quitado el seguro a una granada de egoísmo y cuento hasta seis.

    Mi cuello quiere torcerse una última vez, y mis ojos alumbrarse las dioptrías con el rostro en mis sueños diurnos. Pero hasta ellos saben que yo jamás miro hacia atrás, para así ser capaz de regresar algún día.

    Hace un par de horas eché a andar, y ya estoy demasiado lejos.

    Después de todo, ¿quén me echaría de menos?




Foto: magnezis-magnestic en Unsplash.

viernes, 15 de septiembre de 2017

El Mejor Día. Un sueño de verano.


El Mejor Día.


    Rosy corre la cortina, traslúcida y delicada, e inevitablemente entorna los ojos aun soñolientos ante el brillante sol de junio. Sonríe, porque siente los cambios en ella y el mundo, y todo es perfecto; y algo en ella intuye que éste será el mejor día de su vida.

    La bata se ciñe a su cuerpo ya de mujer; la juventud en la que le es imposible reparar la cubre como un nimbo invisible y chisporrotea entre un suave vello y otro; diecisiete años, diecisiete mil watts de potencia en frecuencia modulada estimulando las células que trabajan enfebrecidamente en el desarrollo de la lozanía. Se siente bien, se siente bonita, y un poco pícara mientras se encamina a la ducha intentando no pensar en esa noche y sus posibilidades, y fallando...

    Pero primero tiene que sentirse envuelta y tibia en el amor materno aun algo tenso después de años de contrapuntos; en el cariño y orgullo de su padre, que tiembla emocionado con su hija en brazos y carraspea para matizar las emociones con hombría, declarando que se le hace tarde; en las puyas inclementes de su hermano menor, y el beso pegajoso y torpe con el que intenta enmendarlas mientras su voz oscila de niño a adolescente en su quedo y sincero: "Feliz Cumpleaños, Rosy". Y así transcurre la mañana de verano, entrecortada por llamadas telefónicas de tíos y amigos; unas breves, otras algo más largas; todas llenándola de calidez y risa. Hasta que llega la más esperada, y con ella la voz que la llena de emociones deliciosas y atemorizantes; y le promete las unas e insinúa las otras.

    Llega la tarde y trae consigo un momento de bulla y locuacidad en la forma de Blanca, su mejor amiga, que viene por ella para ayudarla con el complicado ritual de convertirse en la más hermosa y feliz cumpleañera del año mil novecientos ochenta y seis; la asiste con el maquillaje y la apoya a través del extenso kilometraje de blusas, faldas, pantalones, vestidos y accesorios que conforman el rito intrincado de la femineidad aun incipiente, pero ya revolucionada como un motor imparable que ronronea quedamente.

    La noche ya es plena pero tan joven como las tres docenas de adolescentes que a voz en cuello cantan con ella y para ella. Tras apagar las velas, Felipe la abraza y los demás se entregan a la celebración; por ella, sí; pero también por ellos mismos y ese momento que se les escapa de entre las manos y hay que disfrutar mientras dure, y durará tan poco.

    Rosy, sin embargo, está inmersa en otra celebración; cobijada en los brazos que la colman y la drenan a la vez; en la boca que acaricia la suya con firmeza y ternura y otras cualidades que aun no puede definir cabalmente.

    Lo ignora, pero ese amor avasallante se disolverá en diez días de llanto poco menos de un año después; sin embargo esta noche todo es perfecto, especialmente la despedida en la puerta de su casa, con su padre carraspeando entre desesperado y alarmado en la sala; pero la luz en la entrada creando un claroscuro ambarino que para siempre asociará con el amor mismo.

    Después, en la penumbra azulada de su habitación todavía de niña, Rosy sonreirá justo antes de que el sueño la tome y la acune nuevamente. El pensamiento que cruza su cabeza y su corazón en ese preciso instante, es el que ya intuía al despertar: fue el mejor día de todos.

*

    El rechinido de suelas de goma intenta contraponerse al suave pitido de los instrumentos y el murmullo triste y ominoso del respirador.

    La enfermera duda, y decide correr las cortinas hasta más tarde, pero antes de que la hija de la mujer que se consume mientras duerme llegue a visitarla.

    La mira breve, pero expertamente. Bajo la fragilidad, el pelo gris y la piel reseca que cubre los músculos y tendones en plena atrofia reconoce la belleza que debió cubrirla veinte años antes como un halo resplandeciente. Quizá aun era hermosa cuando su cerebro cortocircuitó y la sumió en el sueño del coma.

    "Rosa Aurora Deschamps", se lee en el frío letrero al pie de su tumba viva. El entrenamiento filtra la tristeza y la lástima, y destila la piedad justa y exacta que motiva su vocación.

    Apaga el fulgor verdoso y tenue del tungsteno y sale, dejando a la mujer dormida envuelta en la luz grisácea del amanecer. Procura no pensar en si soñará.

    En efecto, Aurora sueña. Y en su sueño corre una cortina y entorna los ojos a una luz de sol de verano. Y todo es perfecto, una noche tras otra; un día tras otro.





Photo by David Cohen on Unsplash

viernes, 8 de septiembre de 2017

Si alguna vez vas al Bosque. Una neurona rebelde.


Si Alguna Vez Vas Al Bosque.


    En el frío, en la noche, me atreví a murmurarte un sueño que tuve de ti; la más demente de mis ambiciones a la fecha, en aquel fuego etílico de mis dos décadas. La piedad en tus ojos me confirmó la inminente -y sospechada- muerte de mis ansias, y mucho más.

    Te dije algo más, besé tu frente. Aunque te quedaste conmigo un momento más, intentando diluír la vergüenza, yo ya medía los perennes kilómetros entre nosotros; los años luz que aun hoy miden tu recuerdo.

    Tal vez mi voz se quedó en el bosque. Quizá por eso quiero tánto regresar, para buscarla. La necesito de vuelta.

    Acaso esas dos palabras que te di quedaron allá, y por eso no puedo decirlas otra vez.

    Sé que tú no te las quedaste.

    Hoy quiero usarlas nuevamente, tal vez un poco más ahora de lo que una vez lo quise contigo, y no las encuentro aquí adentro. Por tanto, deben estar perdidas en algún lugar.

    Así que te pido un favor: si alguna vez vas al bosque nuevamente y las ves flotando por ahí, o ahogadas en un arrollo; o tendidas sobre una piedra húmeda, envíamelas.

    Hay alguien a quien quiero decirlas, y -¿quién sabe?-, acaso a ella le guste escucharlas.





Photo by Steve Halama on Unsplash

viernes, 1 de septiembre de 2017

Tornasol. Universo de bolsillo.



Tornasol.


    Es la magia impermeable de nuestra coincidencia, el vudú de puntos que se unen con líneas indelebles cuyos colores se repintan a diario. Es la santería de canciones compartidas, de diplomacia compasiva; ilusionismo y prestidigitación con sonrisas en bruto, manos abiertas, brazos extendidos como puentes incólumes, un hombro mojado acolchado por la piedad.

    Es un espejo con un rostro diferente. Caminos adosados: ora paralelos, ora circulares; no siempre inmunes a la divergencia.

    Es un diccionario de palabras no expresadas, intuídas, acaso tal vez inmencionables; sinónimos, antónimos, anagramas, y una profusa tribu de adjetivos.

    Es pacto y es contrato. Listón y cadena y serpentina.

    Es casi lo único posiblemente salomónico y aun así redituable. Flujo, transferencia y retroalimentación simultáneas.

    Es un parentesco de opción múltiple.

    Y puede ser alguna vez una pared que oculte una llama de amor sin voz; también una ventana por donde el mundo crezca infinitamente.

    Al final simplemente es, y fue y será, un universo de bolsillo donde las almas pueden hacer lo suyo, y teñirse con los colores de otras.

    Un amigo es la vida como un cromo tornasolado.




viernes, 25 de agosto de 2017

Barómetro. Húmedo amor.

Barómetro.


    Ni rastro del Sol en la  mañana aun de brazos, y mis ojos quizá brillan fosforescentes en esta noche de juguete. El viento leve y gélido coquetea, rozando el vello ralo de mi mano ociosa, y mi corazón late cálido con una paz casi estupefacta.

    La humedad me endulza el café más que una canción -aunque menos que una voz que extraño-; la depresión del barómetro eleva volutas de muda risa.

    Y entonces llueve. Y me temo que otra vez estoy enamorado.




Photo by Geetanjal Khanna on Unsplash

viernes, 18 de agosto de 2017

Going Nowhere Slow. Crónica Pedante de un Embotellamiento.

Going Nowhere Slow.

    Todo comienza con una estupidez, de quienquiera que sea y cualquiera que sea su nombre. Urbanista, Ingeniero, qué más da.

    Un túnel inundado, la única vía de salida para cientos, quizá miles de autómatas automovilistas cuya intransigencia se activa ante el cielo gris y el pavimento húmedo. Hoy tomará una hora lo que se hace en quince minutos, y la pasmosa cantidad de metal y plástico acumuladas en el camino y casi inmóviles en éste presagian 'una mañana de ésas'; y de ésas donde todo cambia y toda posibilidad tiene el interruptor en on.

    En efecto todas las reglas se anulan. Razón, Lógica; hasta la simple cotidianeidad de la cortesía en mala gana. La precaución cede el paso al pragmatismo. La consideración se pone camiseta de proscrita. Y de esa sopa acabas convertido en un fideo más. Sin embargo... cosas pasan.

    De pronto la música te pide escojas una carta, cualquier carta; apagas el segundo cigarro y vas por el tercero. Comienzas A Ver. El tipo de adelante, el del Pointer, gafas oscuras y cabeza olmeca en negativo, mira pasar a Caperucita con arrobo ferozmente lupino. A tu derecha, una treintona con expresión más desconcertada de lo deseado y menos determinada de lo planeado intenta adelantar a una titanoboa de colores como retales; parece envuelta en un vaho de casi-histeria y total intransigencia, bajo su coleta rabiosamente tirante.

    Detrás, una pareja mayor en una vapuleada, minúscula pick-up. Mirándolos por el retrovisor, envidias la seriedad tranquila de sus rostros, aunque en realidad lo que ambicionas secretamente es su 'juntedad', su "estar aquí, contigo". Porque para entonces tu cerebro ya comienza a girar en sentidos contrarios. Cerati predica y bendice y tú urges a plena voz a alguien cuyo rostro y nombre se han difuminado en las nubes grises sobre tu cabeza, o mejor dicho, sobre tu toldo; la urges digo, a cruzar el amor, usar el amor como un puente.

    Y a tu izquierda hay otro tren a escala, otros carros como cuentas del collar más feo del mundo; dentro de cada una al menos un rostro diferente a todos y al tuyo. La mitad de ellos es indiferente a tu boca abierta y tu ceño relajado mientras porfías cantando a media voz, y a las bocanadas de humo infernal, pestilente, cancerígeno y delicioso que exhalas entre estrofas y coro. Las otras caras o fingen ignorarte, o repiten el tradicional mantra: "putamadre, putamadre, putamadre", tan pertinente, apropiado y hasta razonable en estos casos.

    Así, como el tiempo mismo ha cambiado de forma con el mundo, al cabo de tres canciones y media más llegas a un semáforo, donde la condición humana y el orgullo nacional se ponen de punta en blanco. La luz es roja, pero sabes lo que pasará: como hongos, varios autos prueban fehacientes la posibilidad de generación espontánea y lo que era un crucero de pronto es una prueba de carácter y valor. En más de un sentido.

    Es bien sabido que los hombres malos gastan mostacho de manubrio y ropas negras. Bueno, pues las villanas portan una minivan o SUV blancas y expresión gélida o altanera. Algunas pretenden inspirar tu desesperanza enviando mensajes de texto, incluso. Sonríes, porque no saben que estás bajo la influencia de Kylie Minogue y cuatro dosis de nicotina y alquitrán, y que posiblemente hoy has dejado de ser tú por una de las quince horas que le quedan al día. Ante tu bobalicona entereza ceden los espinos y el camino aparece... aunque solo por cien metros. Otro cruce, otra via crucis. Y ahora también, otro tú.

    Porque como cantó Kylie: "there's nowhere else but right here, right now". Algo zen como un fantasma sintoísta ha pasado a través de tí y se llevó todo lo que había. Te has dado cuenta que no importa la hora a la que llegues ni quién eras ayer -¡qué demonios, hace una hora!-, porque después de todo no vas a ningún lado.

    Y te llenas de una certeza por la cual todos los demás aquí atrapados contigo te lincharían en masa. Ves a algunos intentar darse vuelta, retroceder de este error porque quizá sea posible, y sientes auténtica lástima por ellos porque tú sí has aceptado que el cauce y el sentido son uno y al cabo te llevarán a algún lado. Y vas cantando y fumando, y hasta has olvidado 'eso' que luchas por no aceptar, y que tu vida es un inmenso cráter amueblado con cosas viejas. Y una paz extraña y alienígena te empapa la ropa y la piel. Antes te hubieras odiado por sentirte así, pero hoy no. Porque cada vez que no usaste el cláxon, que cediste el paso y no seguiste de largo con alevosía; cada vez fuiste superior, y no a tí mismo sino a ellos, a todos los demás.

    Y sin embargo, untado de esa franca amoralidad, lo que pudo parecer un desastre o un engorro fue casi una epifanía.

    O has perdido la razón, porque ahora piensas: ¿Y si TODO pudiese ser  así, siempre? ¿Y si YO también?




Photo by Gene Pensiero on Unsplash

viernes, 4 de agosto de 2017

Lista de Sucedáneos. Remedios caseros para una Soledad sana.

Lista de Sucedáneos para llenar un Vacío:


1.- La voz de Ella Fitzgerald. O Beth Gibbons. O Lana Del Rey. O todas.

2.- Deglutir galletas con pasión compulsiva, sin el mínimo asomo de método o sistema.

3.- Retar al Universo en una ruleta rusa de inhalaciones profundas, golpes contundentes y cascadas de boca a nariz, a ver quién tose primero.

4.- Sumergirse en el trabajo con ademán melodramático, pero sin hacer mucho realmente.

5.- Decir que sí a toda proposición de juerga, aunque la posibilidad de noche profunda inspire incertidumbre. Respirar con alivio en cuanto se llegue a casa.

6.- Tocar canciones de tres acordes en el arma de elección, asumiendo que no hay tales cosas como "sinfonías barrocas", "rock progresivo" o "jazz".

7.- Seguir respirando aunque no se tenga pulso; seguir latiendo a pesar de cierta sensación de asfixia.

8.- Yacer en un sillón, mirando al vacío; inmóvil excepto por lo más necesario e imparable: cerebro, corazón e intestinos.

9.- Ver caricaturas, recitando los diálogos si es posible, hasta que toda evidencia de adultez sea efectivamente negada.

10.- Considerar la posibilidad de que realmente, esta vez sí, uno mismo ya no es suficiente para uno mismo.

11.- Desear, sin desesperar.

12.- Desear desesperadamente.

13.- Dejar de lado el miedo al propio placer. Al menos un par de veces. Al día.

14.- Desinfectar el alma con alcohol regularmente. Aplicar generosamente, cuantas veces sea necesario.

15.- Si todo lo demás falla, escribir lo que se siente; con desprecio franco a lo que se piensa.






Photo by Stéphan Valentin on Unsplash

viernes, 28 de julio de 2017

Alma de Salamandra. Mínimo juego antes de la lluvia.

Alma de Salamandra.

    
    El bolígrafo se clava en el adobe del vacío que ansía llenarse; su obstinación perfora, escarba en la inconveniencia con sardónico rasgueo. Mientras grabo palabras para retar a la amnesia de los otros o tan siquiera susurrar provocaciones, diminutos dardos revolotean. Son pequeños triunfos evolutivos, maquinitas de infalible ingeniería que zumban burlas e insultos con voces de caricaturas. Los ahuyento con pequeñas llamas azules, letales arcos eléctricos, y encaro el siguiente reto.

   
     La mujer viene en busca de su pulpo, o un automóvil; o quizá un gato o sabe Dios si una imagen cualquiera que vive sólo en una nube de su mente. Le hago pases mágicos, la deslumbro con luces y cuentas y se va tarareando complacida; quizá de haber interrumpido la sangría salvadora de mi exhasperación.


    Y luego es el demonio compacto que usualmente viaja en mi cadera el que chirría, tal vez enojado porque lo he desterrado a la mesa. El trasgo coreano imita voces y elige ahora una de las que me han llamado en diminutivos y epítetos por igual; me habla de la inminente tormenta. In mente, yo también comienzo una borrasca de frustración narrativa.


    ¡Y las palabras que hoy se arrastran, que no llegan! Yo aquí, queriendo hablar de femmes fatales; de ojos claros u obscuros; de cosas que rebotan en los confines del pecho; de iras como llamas de fósforo o fuegos eléctricos; de criaturas imposibles que reptan, o vuelan, o miran por las ventanas. pero las voces en mi cabeza no sugieren nada remotamente impío siquiera.


    Sin embargo llueve. Y ese olor que narcotiza es como siempre mi drosera favorita, mi venus atrapamoscas mascota. Quizá cuando el breve milagro del hidrógeno y el oxígeno salpica, despierta en mí un alma de salamandra feliz.


    Es cuando llueve que : el mundo sigue aquí, y sigue igual; y me es fácil creer que estoy bien.




viernes, 21 de julio de 2017

Flor de Fuego. La ociosa descripción de una mujer de luz.


Flor de Fuego. Una fotografía sin título.


    Tus ojos hacen promesas, grises motas verdosas, diques de palabras. Tu pelo rojo rabioso llama sedosa, telaraña de fuego donde ideas y sueños yacen en sus capullos.

    Y te cubre una piel de leche, ciñendo aquello de lo que están hechos los sueños húmedos. Llevas una sonrisa atrapada en los labios que rehúsa mostrarse, como esperando un pretexto, o exigiendo tal vez una chispa de adoración lasciva en mis ojos ordinarios y sedientos.

    Un aura de encaje del color de las uvas oscuras te cubre suficientemente escasa, provocando un ansia curiosa y lúbrica; injusta, burlona provocación en forma de parábolas y elipses y esferas, colinas, valles, pasturas de vello transparente.

    Y eres una luna en cuarto menguante, un arco de alabastro suave lanzando flechas untadas en curare: tu ser en femenino absoluto; tu fuerza vital de céltico, arcano abolengo; tu erotismo contenido y aprisionado en pixeles.

    Existes y no; la cámara te ha transformado en ninfa y objeto; incapaz no obstante de robar tu alma. Luego entonces serás sueño, nada más. Olvidable quizás, pasajera; pero aun inasible, una llama al rojo blanco, rojo y blanco en ojos y cerebros pervertidos o dolientes, ansiosos o ilusos. Eterna y efímera, reducida a ceros y unos, pero joven para siempre; y los bytes y pixeles contarán una historia de belleza y juventud indómitas en incierto parasiempre.

    Y como llama que eres, como magnesio y fuego, tal cual quemas brevemente; mientras tanto un hambre de ti detona una suave avidez de tocarte, de saberte y conocerte; de ser un felino enorme o un lobo de fábula nadando en láctea seda. 

    Para después guardarte en una caja que diga: "Nada, nunca".




Photo by Yaoqi LAI on Unsplash

viernes, 14 de julio de 2017

Licántropo con escamas. En vivo y en directo.

    Siento que de vez en cuando la vida puede consistir únicamente en recordarse algunas cosas. Pequeños y efímeros trucos para hacer el Mundo diferente y precioso por un momento.
    Aunque no dejes de sentir el apremio de tus cosas, de tu vida verdadera, de tu rutina asesina; conviene entregarse a la alucinacion de que los días podrían ser así como hoy. Para siempre, por qué no.
    ¿Por qué no? Porque sabes que tu día a día es un vicio. Porque la resignación puede ser el catalizador de la inconformidad. Porque hay mucho que no has cosechado en tu planeta de origen, y aun más que falta por sembrar. Porque no tiene ningún sentido recompensarte a cambio de nada.
    El egoísmo entonces se convierte en una puerta que se abre en dos sentidos.
    Mañana volveras a la llovizna inoportuna de la realidad. Pero antes, te quemas los hombros con alegre irresponsabilidad, con abandono infantil casi olvidado.
    Y al fin consigues una sonrisa más limpia y honesta, para llevarla contigo hasta que se desvanezca de tanto usarla...

viernes, 7 de julio de 2017

Una Musa dedicada. Hermosa sombra.

Una Musa Dedicada. (Ezis, hija de Nix).


    Ya no recuerdo desde cuando llegaste. Un día así, como si tal cosa, ahí estabas. No sé cómo fue que me encontraste, o por qué a mí. Solamente sé que aquí estás, tiñendo momentos y matizando el brillo de algunos, de muchos recuerdos.

    No tengo miedo de admitir que a veces te odio, y otras quiero odiarte inútilmente. Mas a veces cantas, y tu voz es dulce como el recuerdo de los besos; y la luz azul de tu canción baña las cosas de inocencia.

    Pero eres tan posesiva. Me embaucas con hechizos y espejismos, murmuras con dulzura palabras que me gustan; haces pases hipnóticos que ondulan entre renglones, deslizándose por los párrafos como zarcillos impertinentes o cabellos de Medusa.

    Ocasionalmente dejas correr el carrete y puedo dejarte atrás; en momentos como éste puedo bucear en la sospecha de que siempre me esperas en casa; quizá acurrucada bajo la mesa, abrazando tus rodillas con paciencia infantil. O tal vez te metas en la cama que compartimos cada noche y te toques pensando en mí. Probablemente mientras esperas, sacas los álbumes y acaricias las fotos de mi Madre muerta para que te sienta al verlas.

    Y no es que no hagas cosas por mí. Eres de hecho una musa dedicada y eficiente. ¡Hay tantas cosas escritas que me dictaste al oído!

    Pero Ezis, querida... tu amor me está matando.

    Cierto, sin tí hubieran sido días, tardes, noches diferentes; meses o años diferentes; yo mismo no sería éste que amas y celas. Pero mira: la sombra bajo mis ojos va más allá de la herencia; mi frente quiere crecer más cada día; la trama indomable de mi pelo se deslava. Y apuesto a que hay algo tuyo en mis ojos que los demás ven pero no logran explicar.

    Tú eres eterna, hermosa sombra. Yo comienzo a aferrarme a un tiempo cada vez más delgado, más ralo. Los minuteros ya pasaron de mi media hora y cada vez me cuesta más detener el segundero.

    Ahora la balanza se nos inclina, amor. Ve y encuentra a alguien más. Hace mucho que debí encontrar otra musa, y ¿quien sabe?, tal vez ya lo haya hecho. Tal vez no. Tal vez puedas volver más tarde...